| Jorge Zepeda Patterson 9 de marzo de 2008 |
El Presidente se ha quedado solo. Un general rodeado de soldados pero sin cuadros ni líderes para conducirlos a la batalla. Juan Camilo Mouriño, secretario de Gobernación, seguramente logrará sobrevivir al escándalo de esta semana, pero su capacidad para arbitrar a las fuerzas políticas del país y hacerse útil al Presidente ha quedado seriamente dañada.
Mouriño se ha salvado simple y sencillamente porque el PRI así lo quiso. Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa, coordinadores de las bancadas priístas en las cámaras, protegieron al delfín de Calderón, de la misma forma que permitieron la reforma del ISSSTE, la reforma fiscal o la reforma judicial: ajustándolas a su gusto y exigiendo mayor poder a cambio de su voto.
El resultado es que Mouriño queda como rehén del PRI. Por lo demás, la línea de argumentación que eligió para defenderse minó aún más las posibilidades de que se convierta en un interlocutor eficaz con las fuerzas de la oposición. “Me atacan porque quieren dañar al país, no quieren que México avance”, fue la explicación que adujo en la entrevista a modo de Joaquín López Dóriga, el jueves pasado. Un secretario de Gobernación que no puede reconocer el derecho de otras fuerzas políticas para tener proyectos distintos de país y que identifica el porvenir de la nación con el hecho de que a él le vaya bien o mal, es y será un muy pobre conciliador entre las legítimas diferencias que anidan en una sociedad que aspira a la democracia.
Lo cierto es que en apenas 15 meses de sexenio, el Presidente se ha quedado sin operadores para vincularse a las fuerzas políticas y sociales. Un secretario de Agricultura que es repudiado por los campesinos del país; un secretario de Sedesol traído de Hacienda perfectamente desconocido por los sectores sociales y las ONG entre los que inspira desconfianza; una secretaria de Energía absolutamente desprovista de carisma o capacidad de seducción de la opinión pública en momentos en que se buscan apoyos para introducir cambios radicales en temas petroleros; una secretaria de Educación con amplio oficio pero dedicada a parar los golpes del grupo de Elba Esther Gordillo que goza del permiso presidencial para hacer lo que le plazca; un secretario del Trabajo del que se esperaba mucho pero que apenas puede con los líderes sindicales, amén del desprestigio que le ha ocasionado su fama de buscapleitos. En fin, un secretario de Turismo desaparecido de la escena pública.
Y si el Presidente carece de operadores dentro del gabinete, no le va mejor dentro de las cámaras. En la de diputados Héctor Larios, herencia de Manuel Espino, opera (inopera) varios niveles por encima de su capacidad personal y muy por debajo del oficio de sus contrapartes priístas y perredistas. En la Cámara de Senadores, Santiago Creel navega en su propio mundo panista ajeno al círculo presidencial.
¿Quiénes son los verdaderos operadores políticos de Calderón? Manlio Fabio Beltrones, Emilio Gamboa y Beatriz Paredes (presidenta del PRI). Y no porque Felipe los haya escogido ni ellos se hayan ofrecido, sino simplemente porque en cada coyuntura ha tenido que recurrir a ellos para convencer a algún gobernador, firmar algún decreto o sacar adelante un nombramiento. En tales circunstancias no es de extrañar que Calderón haya tenido que apechugar abrazos con el gobernador precioso Mario Marín y celebrarle chistes al sátrapa de Ulises Ruiz de Oaxaca.
Si con apenas 104 diputados de un total de 500 los priístas se sienten los dueños del rancho, hay razones para temer a la segunda mitad del sexenio, cuando posean 50 o 70 escaños adicionales, luego de las elecciones intermedias del año que entra. Porque no hay duda de quién será el ganador en esos comicios intermedios a juzgar por los resultados de las elecciones estatales recientes. A partir del 2009 Beltrones y Peña Nieto, gobernador del estado de México, se montarán en sus respectivas precampañas presidenciales y dejarán de concederle ventajas políticas al PAN. Lejos de volver a salvarle el pellejo al Presidente, dentro de dos años los priístas desenvainarán el cuchillo para desollar. Serán ellos quienes encabecen las comisiones legislativas para investigar el escándalo de la semana del gobierno panista, en lugar de impedirlas, como hasta ahora lo han hecho.
Calderón debe construir rápidamente nuevos puentes con la sociedad, hacerse de un mejor equipo, o de lo contrario le espera un fin de sexenio calamitoso una vez que Beltrones o Beatriz Paredes, gestores mercenarios o de conveniencia, le retiren su apoyo. Uno de los escasos recursos de maniobra de Calderón reside en el probable triunfo del ala reformista al interior del PRD. Ello le permitiría alcanzar acuerdos con este partido en algunos temas y no depender exclusivamente de una subordinación constante al PRI. Pero la presencia de Mouriño dificultará incluso tales posibilidades, luego de la defensa bravucona y descalificadora que éste ha realizado.
Parecería que el enorme poder depositado en Mouriño ha resultado excesivo para sus 37 años. No sé si a los 45 o a los 50 habría podido, pero Calderón no puede permitirse invertir un sexenio para quitarse la duda.
Habría que preguntarse si no ha llegado el momento de un golpe de timón radical de parte de Felipe Calderón, similar al que imprimió los primeros días de enero de 2006, cuando detectó que su campaña hacía agua. Al tomar el poder, el Presidente prefirió arrancar su gobierno con un gabinete cerrado, de figuras modestas pero leales. No resultó. No es casual que la única cartera de las posiciones claves que ha reportado buenos saldos sea Hacienda, en donde se recurrió a un externo pero dotado de prestigio internacional.
Si Calderón no hace algo convertirá a su sexenio en una estafeta para ser entregada al PRI en 2012. Los golpes de timón entrañan riesgos, desde luego. Pero me parece que ya no hay opciones. Un presidente sin operadores está condenado a gobernar a punta de manazos autoritarios. Quiero pensar que agotará posibilidades antes de llegar a eso.
www.jorgezepeda.net
Economista y sociólogo
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