lunes, marzo 10, 2008

¡Qué canija casualidad!

Bucareli
Jacobo Zabludovsky

Al gobierno federal se le prendió de súbito el foco y se dispone a sacar petróleo de lo más profundo del golfo de México cuando, como nunca en su historia, las mayores transnacionales petroleras del mundo buscan desesperadamente nuevos yacimientos.

El jueves pasado The Wall Street Journal publicó una nota de Russell Gold que lleva un encabezado como mandado a hacer para consumo nacional: “Al cerrarse las puertas de mercados emergentes, las petroleras exploran más cerca de casa”. Merecen transcribirse algunos párrafos para entender de una buena vez el intríngulis. “Exxon, la mayor petrolera del mundo que cotiza en bolsa, dijo que incrementará sus gastos de capital en los próximos años en 25%, entre 25 mil millones de dólares y 30 mil millones de dólares al año, en parte para financiar nuevas exploraciones”.

Agrega Gold: “Hace tan sólo algunos años las grandes petroleras apostaban por los nuevos y prometedores campos de Rusia, Medio Oriente y África. Pero los altos precios del petróleo han hecho más complicado que esas compañías operen en el extranjero, a medida que muchos países productores se han vuelto más militantes, nacionalizando activos, rompiendo contratos e incrementando las tasas impositivas. Venezuela expropió los activos de Exxon el año pasado, lo que llevó a un enfrentamiento legal entre la empresa y el país sobre cómo debería compensarse a la petrolera por su pérdida. En busca de equilibrio por las puertas que se han cerrado en algunas de las regiones productoras de crudo más ricas del mundo, Exxon y sus rivales están usando nuevas tecnologías para reevaluar viejas reservas de petróleo que fueron abandonadas después de que se descubrieron yacimientos más sencillos de explotar, además de reconsiderar regiones que antes fueron pasadas por alto por ser demasiado difíciles… Exxon no es la única empresa que está probando esta estrategia. Royal Dutch Shell PLC, la segunda petrolera no estatal más grande del mundo por capitalización de mercado, está explorando… usando nuevas técnicas de recuperación de petróleo, tales como pozos horizontales e inyecciones de vapor de baja presión. Los altos precios de crudo han hecho que este proyecto recupere su atractivo… Exxon, Shell y otras grandes petroleras occidentales han pasado apuros en los últimos años para hacer crecer su producción y reemplazar sus reservas. Esto sucede en parte debido a que el acceso a algunos de los mejores campos del mundo, en Medio Oriente, Rusia y otras partes, ha sido limitado… También hay una mayor inversión en la exploración en alta mar en el golfo de México. Muchos de los nuevos pozos experimentales que Exxon planea abrir usarán tecnología de punta”. El mismo día del reportaje del WSJ, qué casualidad, Petróleos Mexicanos encadena la televisión nacional a la hora más cara y transmite un alegato de cinco minutos con énfasis en que el petróleo es nuestro, de todos los mexicanos, y su captura hará cachetones y chapeados a nuestros niños, empleados y bien pagados a los adultos, luminoso el futuro de la patria. Pero hay un pequeño problema: tenemos que buscar aliados, aunque no queremos que se sepa, nos da pena decirlo. La tesis a defender es que la Constitución no se toca y el petróleo es nuestro. Y se hacen dos versiones del documental de la tele. Uno, el oficial, en el portal de Pemex con una manipulación del párrafo clave, la cucharada de aceite de ricino en el vaso de jugo de naranja: “Afortunadamente, como lo han hecho otros países del mundo, México puede aprovechar la tecnología y la experiencia de quienes ya extraen el petróleo en aguas profundas. Podemos aprovechar ese conocimiento para sacar el petróleo que es nuestro”. En el portal de YouTube el mensaje apareció días antes: “Afortunadamente, como lo han hecho otros países, México puede establecer ALIANZAS con quienes ya cuentan con la tecnología, etcétera”. La palabra alianza se omite en la versión de Pemex para México. Borran la palabra, mantienen la intención. Aliarse es aunarse, hacerse uno, ese uno va a sacar el petróleo del fondo. Así define alianza el diccionario de María Moliner: “Acción de aliarse. Aconchabamiento, anfictionía, ansa, capilla, capillita, coalición, colusión, compadraje, compadrazgo, conchabamiento, conchabanza, confabulación, confederación, contubernio, eje, federación, germanía, hansa, liga, mancomunidad”. Un doble juego trata de preparar a los mexicanos para lo que les espera.

Hay una buena dosis de torpeza y desinformación, como se ha demostrado, a la que se une la dificultad para entender un asunto técnico de suyo complicado. Hasta dónde una alianza viola la soberanía. Es obvio que Pemex no puede por sí sola ocuparse de inversiones enormes sin tener los recursos ni la técnica. Nadie puede objetar la búsqueda de contratos de obra o convenios para aprovechar los yacimientos, pero sin perder la capacidad de definir cuándo, cómo y para qué necesitamos nuestro petróleo. México tiene que decidir sin precipitaciones y sin ceder a la presumible presión que las transnacionales petroleras están ejerciendo sobre el gobierno, a lo que algunos mal pensados pueden atribuir la urgencia con que los gobernantes tratan de convencernos de que es en este momento, ya, cuando debemos aliarnos para sacar el petróleo pagando con parte del producto el apoyo privado. Fuera de las voces políticas que polarizan y complican el asunto, hay opiniones serenas de técnicos mexicanos con experiencia que deben ser escuchadas y tomar la decisión conveniente a los intereses de los mexicanos por encima de los intereses de las compañías.

Esperamos que no exista una voluntad política de abrir los yacimientos del golfo a compañías con más presupuesto que el de México, con más empleados que habitantes en la mayoría de las naciones y con necesidad imperiosa de crecer, es decir, de encontrar nuevos yacimientos, en el instante milagroso en que México pone sus sueños de felicidad en la extracción de su tesoro, el de todos los mexicanos. Uno lo tiene, el otro lo rescata y todos encantados. Dígame usted si no somos unos suertudos. La canija casualidad.

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