Foro alternativo contra la globalizacion y el neoliberalismo, "el otro Davos":
El Plan Colombia: Desafío neoliberal contra América Latina
Luis Alberto Matta Aldana
El Plan Colombia: Desafío neoliberal contra América Latina
Luis Alberto Matta Aldana
El Plan Colombia es la más integral y genuina manifestación del capitalismo contemporáneo. Es un programa neoliberal que combina intervencionismo político, económico y militar, pero que hábilmente se presenta como un plan humanitario para defender la democracia y salvar al mundo de una amenaza, que en este caso es el narcotráfico.
Es la lógica perversa sobre la cual se pretende sustentar su validez, encubriendo en forma tramposa las intenciones belicistas y financieras de los norteamericanos amangualados con la oligarquía colombiana. Los sectores poderosos, de por sí, ligados al gran capital en ambos países, apuestan a la derrota política y militar del movimiento popular de oposición, y en particular buscan doblegar a la insurgencia guerrillera.
El propósito de Estados Unidos con el Plan Colombia, es el de intervenir en el conflicto social y político interno, para imponer y favorecer a importantes transnacionales del petróleo y del carbón, facilitar la privatización de las principales empresas estatales especialmente en los sectores de salud, educación y comunicaciones, proteger a los terratenientes empeñados en el desarrollo agroindustrial y ganadero, y principalmente, apoderarse sin impedimento alguno de las enormes riquezas de la amazonía.
La injerencia política y militar yanqui en Colombia apunta, además, a amedrentar a los pueblos de América Latina. Estados Unidos busca un reposicionamiento geoestratégico en la región, ante el creciente descontento popular que despierta las políticas neoliberales en Ecuador, Perú, Brasil, y Panamá. Así mismo, los norteamericanos observan con inocultable desagrado el proceso de cambios sociales y políticos que vive Venezuela, proceso al que acusan tendenciosamente las elites colombianas de tener una aproximación ideológica y política con las FARC-EP (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejército del Pueblo).
El Plan Colombia constituye un grave riesgo para las luchas populares en América Latina. En días pasados Horacio Serpa, un connotado y corrupto político colombiano (excandidato presidencial), propuso en reunión con militares y diplomáticos estadounidenses, que este Plan debería tener alcances en toda la región Andina y Amazónica.
Posturas como esta no se pueden ignorar. Nuestro país se enfrasca en una gigantesca carrera armamentista sin precedentes en la región. En la actualidad hacen presencia permanente en territorio colombiano, al menos 400 "asesores" norteamericanos, y para nadie es un secreto que decenas de ellos son mercenarios, entrenados en conflictos padecidos por Africa, el golfo Pérsico y los Balcanes.
No obstante la nueva modalidad de intervención gringa, no contempla en principio el desembarco directo de sus tropas. A cambio, el ejército y la policía colombianos se transforman aceleradamente en una poderosa máquina de guerra. El 80% de la primera parte de "ayuda" norteamericana (Unos 1300 millones de dólares) está representada en sofisticados radares, aviones espía, 30 helicópteros de guerra Black Hawk y 75 Huey UH1H reartillados, entrenamiento y financiación de 5 nuevos batallones hasta alcanzar 52.000 soldados profesionales que se sumarán a más de 150.000 efectivos existentes, para un total cercano a 320.000 personas vinculadas a cuestiones militares, de inteligencia y seguridad.
No es un juego. América Latina debe preocuparse seriamente. EE.UU. reconstruye un escenario de nueva guerra fría, en el que Colombia podría convertirse en cabeza de playa para una futura agresión norteamericana a Venezuela.
En la amazonía, particularmente en el área que va de Ecuador a Colombia, existe enorme preocupación por el impacto ambiental que ha de producir el uso indiscriminado de glifosfato y del hongo Fusarium Oxisporum contra los cultivos de coca. Hay conciencia entre las comunidades, que esta será una agresión devastadora para las selvas, que traerá consecuencias muy graves para esta reserva de la humanidad. Es difícil creer que los EE.UU. abandonarán la Amazonía luego de estar posicionados en ella. Las riquezas naturales y las vecindades petrolíferas son un atractivo imperante para el gran capital.
En general para los gobiernos vecinos, el Plan Colombia traerá más violencia, cambios tecnológicos en el conflicto, masiva presencia norteamericana en la zona, generará miles de desplazados, y probablemente los cultivos de coca se extiendan más al interior de la Amazonía.
Las trampas del Plan Colombia:
1. Lucha contra el narcotráfico: El narcotráfico es consubstancial con el capitalismo contemporáneo. Los flujos millonarios que produce el negocio de las drogas, constituyen el plasma para evitarle anemia a un sistema que se sostiene a base de la especulación, y que necesita para sobrevivir la circulación de los enormes capitales que le dan vida.
La preocupación de los estadounidenses frente al narcotráfico es hipócrita. Por un lado buscan sustitutos sintéticos de los diversos estupefacientes y alucinógenos, para controlar más y mejor el negocio, y del otro, permiten el funcionamiento de los paraisos fiscales, de tal forma que puedan captar los grandes capitales que deja la droga.
No existe un Plan Estados Unidos para desarticular la intacta estructura financiera que se ocupa de la comercialización de la droga, cuyos responsables se encuentran en el corazón mismo de sus grandes ciudades, ligados a menudo con la banca internacional. Menos se menciona, la existencia según datos propios, de un poco más de 20 millones de adictos y consumidores en sus calles.
Las fábricas de insumos químicos y aditamentos para hacer la cocaína y heroína en general son norteamericanas y no se conocen sanciones al respecto. Hoy los EE.UU. con enormes plantíos de marihuana en Virginia y California se constituyen en el primer productor de esta hoja en el mundo (La marihuana es el tercero entre sus productos agrícolas luego del maíz y el trigo). Al parecer, mientras esta producción no implique fuga de capitales, no será preocupación del alto gobierno.
Por tanto, presentarse ante el mundo como los enemigos del narcotráfico, no deja de ser una paradoja. Sí ese es el propósito del Plan Colombia, este constituye una trampa, que de fondo oculta el interés norteamericano por consilidar un modelo de acumulación hegemónica del capital financiero y las transnacionales. En ese propósito se acude a la estrategia de empañar la realidad para justificar sus intenciones; no es raro que en preparación de este plan de guerra, la CIA haya clasificado a las FARC-EP como un grupo terrorista y narcotraficante.
Es claramente tendencioso por parte de EE.UU. hacer creer, que esa buena parte del campesinado colombiano que ha organizado resistencia en armas, justamente contra las injusticias del capitalismo, pertenezca y dependa de un fenómeno propio de las formas de acumulación y especulación del capital, como lo es el narcotráfico.
En realidad lo que demuestra el stato-quo colombo-estadounidense, es la preocupación por el arraigo popular de la guerrilla y su significativo ascenso politico-militar. Temen que su desarrollo conduzca a articular al conjunto del movimiento social en Colombia, y que de repente se convierta en un ejemplo a seguir por otras organizaciones de oposición en América Latina y el mundo.
Esta situación es la que obliga a que la oligarquía colombiana y norteamericana reconozca y se preocupe principalmente por la dimensión armada del conflicto social y político. Así como el actual proceso de diálogo y negociaciones entre la insurgencia y el gobierno colombiano, es un triunfo del movimiento social y popular que lucha por la paz, movimiento que dinamizan las FARC-EP y el ELN con sus propuestas, el Plan Colombia constituye la amenaza más clara contra la paz no solo en Colombia, sino en la región.
2. Defensa de la democracia: El Plan Colombia es un salvavidas para la maltrecha institucionalidad colombiana. Se trata de evitar el desmoronamiento de un establecimiento tradicionalmente corrupto y profundamente criminal, sumido en una profunda crisis económica y política. Es prudente recordar que el apoyo norteamericano, sobre todo en términos militares, tradicionalmente ha favorecido gobiernos proclives a sus políticas e intereses, y que generalmente estas "ayudas" las han recibido aquellos regímenes altamente comprometidos en la violación de derechos humanos.
Por ello no sorprende que hoy el principal beneficiario de ayuda y entrenamiento militar norteamericano en el hemisferio occidental sea Colombia. Justo es allí, donde las fuerzas de seguridad, la policía, los militares y en general el establecimiento, acumulan el expediente más alarmante en violaciones a los DDHH del hemisferio occidental.
La estabilidad de este régimen genocida se ha mantenido a base de la represión generalizada y el crimen político. La justicia, principal soporte de una democracia, en Colombia ostenta un 97% de impunidad, es decir no existe. La pobreza se multiplica como un cancer, al punto que de los 40 millones de habitantes hay 25 millones de pobres, 10 millones de ellos en la miseria total. La corrupción alcanza todos los niveles del Estado siendo una cuestión prácticamente insostenible.
Colombia tiene entre sus habitantes a dos millones de desplazados internos, y un partido político de oposición exterminado[1]. Es tal el drama, que conviene recordar que la mitad de los sindicalistas asesinados en el mundo son Colombianos. Un 20% (Según datos oficiales) de la población económicamente activa no tiene trabajo, y por lo menos un 40% de las personas que lo hacen, dependen de la economía informal que no ofrece ninguna garantía social.
Este es un país que tiene un déficit de al menos 10.000 profesionales en salud y 7.000 educadores, sin embargo todos los años se reducen las plantas de maestros y se cierran por falta de recursos los hospitales. Mientras tanto, el Estado se da el lujo de contratar 52.000 soldados especializados en la guerra mercenaria contra su propio pueblo, obviamente con todas las garantías sociales y salarios, a costa de miles de obreros y trabajadores despedidos.
Sólo un régimen político apátrida y oligárquico como el que actualmente gobierna a Colombia, puede garantizar los intereses estratégicos de EE.UU. y los despropósitos neoliberales del capital transnacional. A pesar de todo, el gobierno acude al ya poco creíble discurso por la "defensa de la democracia y la estabilidad regional", para justificar el intervencionismo norteamericano. El presidente Pastrana invita a los gobiernos europeos y vecinos a que apoyen la democracia colombiana, como si esta existiera.
Con ese pretexto la administración del presidente Pastrana ha entregado el control de la economía nacional al Fondo Monetario Internacional FMI y a la Banca Internacional. Ha cedido el control político interno a las determinaciones del Departamento de Estado norteamericano, mientras que los aspectos de seguridad son manipulados descaradamente por el comando sur, la CIA y la DEA. En su concepción más nítida, el Plan Colombia se ajusta a esta época de neoliberalismo y globalización, donde la soberanía nacional pasa a segundo plano, mientras el derecho a la autodeterminación y a la dignidad como pueblo se desconoce.
3. Componente social para el desarrollo: EE.UU. pretende mediante el llamado componente social del Plan Colombia, que corresponde a un 20% del total general, mitigar las consecuencias de la guerra. La idea es que la vida económica y social del país siga su marcha en medio de las consecuencias devastadoras del conflicto. Es decir se intensificarán las privatizaciones y en general se mantendrá el ritmo neoliberal de la economía.
Se prevé que la intensificación de la guerra (Así definen las macabras matanzas de labriegos, ejecutadas mediante la estrategia paramilitar del Estado), producirá más de 400.000 nuevos desplazados. Cínicamente se ha presupuestado la reubicación y los paliativos, para los miles de desterrados que dejará la estrategia integral que conlleva bombardeos, fumigaciones y masacres. Sobra agregar que un 70% de estos recursos asistenciales, serán ejecutados por entidades privadas y organizaciones no gubernamentales. (En el último año se han inscrito más de 1.000 nuevas ONGs, en los registros que clasifican a los opcionados representantes de la "sociedad civil".
En las grandes ciudades se ha previsto que no rebajen los consumos de arroz, yuca, plátano, papa, etc (alimentos básicos de la dieta colombiana). Mientras los campos colombianos se envuelven en llamas, ya se importan cerca de 7.5 millones de toneladas de alimentos (Se están comprando cereales norteamericanos). Mediante una clara legislación antiagraria y una antipatriótica política de importaciones, se está destruyendo lo que resta de nuestra empobrecida economía campesina. La tragedia, desolación y pobreza de nuestro campesinado, parece que sucediera en un mundo lejano.
Se trata de generar un clima de escepticismo e indiferencia nacional frente a la realidad de nuestro campo. La cuestión agraria y en general la suerte del mundo rural, cobra singular importancia con la puesta en marcha del Plan Colombia. Este programa militar, político y social, reedita la secular agresión que ha sufrido durante más de un siglo el campesinado colombiano. Sin duda alguna que se van a facilitar aún más los procesos de contrarreforma agraria, se incrementarán el latifundio y las políticas neoliberales que apuntan al desarrollo agroindustrial, los cultivos transgénicos, y el uso de semillas certificadas, medidas todas que en conjunto destruyen la economía campesina y la soberanía alimentaria.
No olvidemos que Colombia es uno de los lugares en el mundo con mayor concentración de tierra en manos de pocos propietarios. el 1.5% de los propietarios ostentan la propiedad del 80% del área útil para explotación agropecuaria. El latifundio ha sido soporte estructural del sistema antidemocrático que controla los destinos de Colombia.
La oligarquía colombiana pretende asegurar el control social, ideológico y político del campesinado. De hecho los EE.UU. ven a los campesinos como un potencial aliado de la insurgencia, ya que las FARC-EP están integradas históricamente a las zonas agrarias y la mayoría de sus combatientes son campesinos alzados en armas.
Con el Plan Colombia la estrategia va encaminada a debilitar la capacidad organizativa y de movilización del movimiento obrero y sindical, y particularmente del campesinado. Como en las áreas rurales se encuentra buena parte de la base social de la insurgencia guerrillera, es allí donde se ejecutan las horribles matanzas de labriegos por parte de los grupos paramilitares.
No se disimula demasiado la actitud favorable al paramilitarisnmo por parte de un sector considerable del parlamento colombiano, y de varios gremios en cabeza de FEDEGAN y FENALCO. Tampoco se pueden ignorar las reiteradas opiniones a favor de un reconocimiento político para estas redes de asesinos por parte del Procurador y el Fiscal general de la nación, así como la opinión de algunos jerarcas de la iglesia encabezados por el obispo Gutiérrez Pabón de Chiquinquirá, dirigentes políticos en cabeza de Alvaro Uribe Vélez, exgenerales como Harold Bedoya y Rito Alejo del Río, que entre otros, claman directa e indirectamente a favor de la guerra sin cuartel.
Es importante destacar que las AUC ("Autodefensas" Unidas de Colombia, nombre que se asignan las redes paramilitares) son lideradas por confesos narcotraficantes. Estos han sido aliados estratégicos de la CIA y la DEA cuando les son requeridos sus servicios, tal como quedó demostrado con la creación de los PEPES, grupo que en asocio con el cartel de Cali y la DEA, ejecutó al narcotraficante Pablo Escobar Gaviria Contribuyendo decisivamente a la desarticulación del poderoso cartel de Medellín, según denunciara hace algunos días la banda de sicarios "La Terraza" en extenso documento publicado por Semana, revista de amplia circulación en Colombia.
El campesinado colombiano como el conjunto del movimiento popular responderá a la altura del nuevo reto que se le plantea, pero precisa de no estar solo, necesita la voz, las manos y el apoyo de todos los que sueñan y construyen una alternativa democrática y un mundo más justo.
Las políticas antiagrarias que predominan en el actual período neoliberal, han minado las posibilidades de autosuficiencia alimentaria en los países del sur, provocando de paso la destrucción de ramas industriales ligadas a los productos del campo. Los monopolios y oligopolios se han propuesto transgenizar y controlar la producción alimentaria en el planeta, convirtiendo este estratégico asunto, en un mecanismo de dominación neocolonial. Esa es una de las trampas que oculta el Plan Colombia y que nos es preciso desvelar.
Además, es una trampa poner en un mismo plano los cultivos de coca y amapola (Denominados arbitrariamente como ilícitos), con el narcotráfico. Las plantaciones de coca y amapola se han constituido en cultivos de subsistencia incorporados a la economía campesina. Los labriegos fueron lanzados a esa nueva realidad por las circunstancias sociales y económicas a que fueron sometidos. Por consiguiente, es impropio que se les denomine como cultivos ilícitos.
Para el imaginario del campesinado, los cultivos de coca y amapola siguen siendo un fruto de la tierra. Entre otras cosas, el único posible por condiciones geográficas de las zonas de colonización a donde fueron lanzados.
En general los cultivos de coca contituyen un forma de resistencia campesina, para no abandonar su mundo rural. Por eso es muy importante separar dos realidades:Nacotráfico y cultivos. El primero es un fenómeno consubstancial al capitalismo; y el segundo, un producto de las injusticias del capitalismo cuando combina latifundio, violencia y políticas antiagrarias.
4. Plan Colombia y proceso de paz: Los altos dignatarios de EE.UU. y Colombia han insistido que su compromiso es con la paz. Y es cierto, solo que es una paz distante de la que realmente necesita Colombia.
La obsesión de la clase dominante colombiana en relación a la paz, está encaminada a obligar a la insurgencia guerrillera a que firme un acuerdo, cuyo principal componente sea la entrega de armas, la desmovilización y reinsercción de los guerrilleros en la institucionalidad tradicional, ofreciendo a cambio numerosas prebendas y puestos electorales, financiación de proyectos asistenciales mediante ONGs, tal como sucedió en el pasado con el M-19, el EPL y la CRS (Sector minoritario que pertenecía al ELN).
No se puede caer en la trampa que conlleva una intervención supuestamente humanitaria para alcanzar la paz. El Plan Colombia plantea una paz que se asemeja a la de los sepulcros. Esta propuesta está ganando adeptos en grupos de ONGs, que han caído en el error de separ aspectos sociales y militares que contiene el Plan Colombia. La parte social de este Plan, supuestamente ligada a la paz, es una zanahoria asistencial para lavar conciencias luego del garrote neoliberal y guerrerista.
Para finalizar quiero recalcar que El Plan Colombia tiende a convertirse en la punta de lanza del intervencionismo yanqui en América Latina. Constituye una afrenta para los pueblos de América Latina, basada en la nueva modalidad de intervención económica, política y militar de los estadounidenses, hacia lo que consideran su patio trasero.
Se nos impone una dura prueba, en la que nuestros pueblos tendrán que multiplicar su dignidad y valentía para afrontar una fuerte etapa de lucha y resistencia. Nos corresponde la responsabilidad de darle un vuelco a la historia que se nos quiere asignar. Habrá de jugar (como ya lo está haciendo) un papel muy importante la lucha social y popular de la que es una expresión la lucha guerrillera. Esta se convierte en símbolo y esperanza, para las luchas de resistencia que adelantan los pueblos contra el capitalismo depredador y salvaje.
El rechazo internacional al Plan contra Colombia, debe convertirse en el componente unificador de la lucha política que adelantan los pueblos oprimidos y explotados contra la globalización hegemónica y militarista del capital poderoso, tanto de E.U. como de Europa. Esta se debe enmarcar entre los esfuerzos más hermosos que nos embargan por construir y alcanzar la paz.
La democracia y los derechos humanos son incompatibles con el colonialismo que sojuzga y restringe la soberanía e independencia de los pueblos. Para vencer este cuadro de indignidad, de miseria social, de dictadura económica y política, es necesario pasar de las propuestas a la resistencia concreta. Si estamos a favor de la democracia y de los derechos humanos, entonces tenemos una obligación moral y ética: luchar sin desmayo contra el sistema que los niega.
[1] La Unión Patriótica - U.P.. Movimiento político fundado en 1985 gracias a los acuerdos de paz y cese al fuego entre el gobierno de turno y las FARC-EP un año atrás, en 1986 inició un promisorio ascenso político al obtener la votación más alta que se conozca en la historia, entre las experiencias de oposición pluripartidista y de izquierda en Colombia. La U.P. fue sometida en los años siguientes al más intenso baño de sangre de que se tenga noticia en el hemisferio occidental contra un partido y sus simpatizantes. Más de 4000 asesinados en crímenes selectivos y pavorosas masacres colectivas, entre los que se cuentan los asesinatos de dos candidatos presidenciales, varios congresistas, alcaldes y decenas de concejales. Este genocidio contra la U.P. fundamentado en la intolerancia del poder dominante, llevó al fracaso aquel intento de paz con las FARC. (Nota del Expositor).
Luis Alberto Matta AldanaActivista y defensor de derechos humanos. Investigador de los problemas rurales y de la cuestión agraria en Colombia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario