viernes, agosto 17, 2007

Discurso de Andrés Manuel López Obrador, presidente legítimo de México, en el Décimo Congreso Nacional extraordinario del PRD

Convoca López Obrador al PRD a fortalecer la unidad interna y a consolidar la alianza con las fuerzas progresistas de México

México, Distrito Federal
Jueves 16 de agosto de 2007


Compañeras y compañeros Delegados a este Décimo Congreso Nacional del PRD

Compañero Leonel Cota Montaño, Presidente Nacional del Partido de la Revolución Democrática

Compañeras y compañeros, amigas y amigos todos:

Agradezco la oportunidad que me brindan de dirigirme al Pleno de este Congreso, máxima autoridad de nuestro partido, el Partido de la Revolución Democrática.

Éste es un momento importante para compartir con ustedes mi postura ante la realidad política del país y el papel que considero debe desempeñar actualmente nuestra organización política. Empecemos por recordar que desde su fundación, el PRD se ha propuesto contribuir a la transformación política del país. Nuestro partido surge para hacer valer la democracia con dimensión social.

En su estrategia política ha cuidado su independencia ante el régimen autoritario. Desde hace dieciocho años el PRD ha puesto por delante su política de principios. Los hechos así lo demuestran; nunca hemos aceptado componendas ni arreglos cupulares para alcanzar triunfos electorales; nunca hemos negociado nada que signifique mediatizar el avance democrático del país; y jamás hemos convalidado la política económica neoliberal que se ha venido imponiendo, a costa del empobrecimiento y la miseria de millones de mexicanos.

Por estos antecedentes estoy seguro que los resolutivos, sobre la estrategia y la línea política a seguir que se aprobarán en este Congreso, serán en esencia la reafirmación de nuestros principios. Una vez más nuestros adversarios volverán a fracasar en su cálculo de que el partido saldrá de este Congreso dividido y perderá el rumbo que se trazó desde su fundación. Es decir, se quedarán con las ganas de cooptarnos y de convertirnos en un partido de paleros.

¿Qué es lo que desean, hablando claro, nuestros adversarios?


Ellos quisieran que aceptáramos los fraudes electorales, de manera particular, que olvidáramos que nos robaron la elección presidencial del 2 de julio y que traicionáramos al pueblo aceptando que se pisotee la dignidad y la voluntad popular. Para decirlo con claridad, quieren que aceptemos que la oligarquía impere por los siglos de los siglos y que el pueblo nunca tenga el derecho de elegir libremente a sus autoridades.

En otras palabras, quisieran que actuáramos como una izquierda legitimadora y a cambio de toda esa ignominia, nos darían el honorable título de izquierda moderna y hasta nos aplaudirían en sus medios de comunicación. No esta demás señalar que una izquierda legitimadora no es más que una derecha tímida y simuladora. Y lo verdaderamente moderno es el ejercicio de la crítica para transformar la realidad.

Por eso, en vez de aceptar esa farsa, que con tanta insistencia, dale y dale, nos propone la mafia de la política, los pensadores de la derecha y sus corifeos de los medios de comunicación, nosotros hemos decidido tomar otro camino. Quizá es más largo y difícil, pero de mayor alcance y de verdadero compromiso con la nación.

Empecemos por reconocer un hecho irrefutable: el país desgraciadamente se encuentra hundido en una profunda descomposición política, económica y social, que no podrá detenerse ni revertirse si no llevamos a cabo una verdadera transformación en todos los órdenes de la vida pública.

Vamos a lo concreto. ¿No es cada vez más evidente que las instituciones han sido apartadas del mandato constitucional, que han sido tomadas, envilecidas y puestas al servicio de una minoría?

¿Acaso no es grotesco que a cambio del fraude electoral, el usurpador, Felipe Calderón, le haya entregado el manejo de la Secretaría de Educación Pública a Elba Esther Gordillo? ¿Qué acaso no es siniestro que por los enjuagues en las cúpulas del PRI y el PAN, se sostenga a un gobernador como Ulises Ruiz, que ha violado del modo más impune los derechos humanos del digno y noble pueblo de Oaxaca? ¿Qué no es lamentable el papel de encubridores a que están jugando los integrantes del Poder Judicial de la Federación?

¿Qué autoridad moral pueden tener jueces, magistrados y ministros, si este poder que debería ser ejemplo de recto proceder, el faro de la ley, acepta sin recato alguno recibir 70 millones de dólares del dinero confiscado al ciudadano mexicano de origen chino, y dicho sea de paso, todavía no se ha aclarado si ese dinero pertenecía o no a la campaña presidencial de Felipe Calderón?

¿Cómo después de esta especie de soborno público al Poder Judicial, van a impartir justicia y convencer de que actúan con imparcialidad? Y no podemos dejar de señalar el triste, el deleznable papel de tapadera de la Suprema Corte de Justicia en los casos de Lydia Cacho, Atenco y en el tema mismo de Oaxaca. Y ya ni hablar del IFE ni del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, convertidos en madrigueras de funcionarios corruptos y delincuentes electorales.

Y qué decir del Congreso. ¿Qué acaso no es indignante que el debate en la Cámara de Diputados y de Senadores, gire alrededor de la agenda dictada por el Fondo Monetario Internacional? ¿No obedeció a eso la reforma a la Ley del ISSSTE, y aquí abro un paréntesis para subrayar la buena actuación de nuestros legisladores que fueron los únicos que no aprobaron esta reforma.

¿No obedeció, repito, a eso la reforma a la Ley del ISSSTE, que no acaso el proyecto de reforma fiscal y la pretendida reforma energética, son recomendaciones de organismos financieros internacionales, para cobrar más impuestos al pueblo, y seguir entregando recursos de la nación a las grandes corporaciones económicas, nacionales y extranjeras?

Por qué en vez de esa agenda impuesta para favorecer a una minoría voraz a costa del bienestar general, los legisladores que por definición son representantes populares, no discuten y atienden los verdaderos problemas nacionales.

Por qué no se debate en las Cámaras y se buscan alternativas al problema de la pobreza que aqueja a la mayoría de la población; por qué no se debate y se discute el grave problema migratorio; o al abandono al campo; o a la afrenta que significa tanta corrupción y derroches y privilegios de la alta burocracia; o a la impunidad frente a la violación sistemática de los derechos humanos. En pocas palabras, ¿dónde está la discusión sobre los grandes problemas nacionales?

Y qué decir de los medios de comunicación. La mayoría de ellos, con muy pocas, muy pocas, en el caso de la prensa escrita uno, dos, se me acaban, dos, no hay más, quiero aclarar a nivel nacional: La Jornada y periódicos de los estados, pero también los puedo señalar que mantienen una actitud abierta, profesional, plural, que tienen compromiso con el pueblo, que están cercanos a la gente y distantes del poder. Merecen éstos medios todo nuestro reconocimiento y toda nuestra recomendación, pero son pocas y honrosas excepciones.

También aquí en programas de radio y los tengo que decir, el caso de Monitor, de Saldaña, Carmen Aristegui y otros más y también de radiodifusoras de los estados, muy pocas y honrosas excepciones,

La mayor parte de los medios de comunicación, la inmensa mayoría han sido reducidos a meros instrumentos de control y manipulación de la opinión pública. ¿Dónde está el derecho a la información, la equidad, la pluralidad y el profesionalismo que deben caracterizar a los medios de comunicación en los países democráticos? La libertad de expresión no consiste en que algunos tengan derecho a externar sus opiniones o que columnistas, conductores de radio, de televisión acaparen todos los espacios, todo el tiempo en los medios de comunicación para dar sus puntos de vista, para editorializar sin permitir el derecho a la replica. La libertad de expresión para nosotros es que la crítica sea patrimonio colectivo.

Y ante este desolador panorama ¿Qué podemos esperar de la llamada clase política? ¿Qué acaso no es esta clase política, la encargada de mantener el régimen de corrupción y privilegios? ¿Cuáles son las ideas o los principios que los guían? ¿Cuál es el proyecto de nación que enarbolan? ¿Qué acaso les preocupa realmente el destino del país y el sufrimiento de la mayoría del pueblo? ¿A poco no los políticos que dominan la escena pública, están totalmente divorciados de los sentimientos de la gente? ¿Qué no su verdadera doctrina es la hipocresía? ¿Qué diferencia hay entre Gonzalo N. Santos que decía que en política, “la moral es un árbol que da moras” y el dicho descarado “aiga sido como aiga sido”, usado por Felipe Calderón para justificar la guerra sucia que los llevó entre otras ilegalidades a robarnos la Presidencia de la República?

¿Cuál es la moral? ¿Dónde están los que se sentían gente de bien, los derechistas que hablablan de que eran gente recta, que tenían una moral? Mentira son unos reverendos farsantes, eso es lo que son estos derechistas.

Por todo esto es que sabemos que nada bueno debe esperar la mayoría de nuestro pueblo de la llamada clase política, y que la transformación que necesita el país no se dará desde las cúpulas, tendrá que venir desde abajo y con la participación de la gente.

Afortunadamente no todo está podrido en nuestro país. Tenemos, sobre todo, un pueblo extraordinario, noble, trabajador, generoso, lleno de historia y de cultura, que no está dañado ni destruido por la codicia ni por el odio.

De ahí que, después del fraude electoral, luego del diálogo colectivo y de la Convención Nacional Democrática, se haya decidido tomar el camino de la construcción de una nueva República.
Aquí vuelvo a insistir que lo que nos hemos propuesto tiene como ejemplo el movimiento de Independencia nacional; la gesta de los liberales de la Reforma; y la Revolución Mexicana de 1910.
Como es sabido en nuestro país han existido tres grandes transformaciones: la Independencia; la Reforma y la Revolución y nosotros queremos contribuir a llevar a cabo la cuarta transformación de la vida pública de México.
También, reitero, esta trasformación la vamos a lograr por la vía pacífica, sin violencia. Con una revolución pero de las conciencias, que ya comenzó en todo el país, porque ya hay un cambio de mentalidades, porque hay millones de mexicanos, hombres y mujeres, que han dicho: ¡Hasta aquí! y están dispuestos a participar en la renovación de la vida pública del país.
Por eso debemos tener confianza en la viabilidad de ésta opción. Nuestra fortaleza se sustenta en las convicciones de millones de mexicanos. Este es nuestro principal recurso, nuestro tesoro.

Nada más pensemos que nunca en la historia de México se había contado, como ahora, con tanta gente, conciente y dispuesta a luchar por un cambio verdadero.

También esto explica por qué, a pesar de la embestida y del bloqueo en los medios de comunicación, no han podido destruirnos políticamente.

Ahora sí, como diría el presidente Juárez: “con el pueblo todo, sin el pueblo nada”.

Quiero compartir con ustedes algunas ideas acerca de cómo vislumbro, cómo veo la Nueva República, cuáles serían los principios fundacionales.

1. La construcción de la nueva República debe darse a partir del principio juarista de la austeridad, la sobriedad y la honestidad republicana. Debemos proyectar una nueva forma de hacer política. Las mujeres y los hombres que tengan la pasión de la política deben guiarse por valores más elevados que sus aspiraciones personales y ser capaces de entender que el poder sólo adquiere sentido y se convierte en virtud cuando se ejerce en beneficio de los demás.

2. Debemos construir un nuevo orden legal, una nueva legalidad. Las instituciones deben apegarse estrictamente al mandato constitucional, deben servir a todos por igual, proteger al débil ante los abusos del fuerte y defender los derechos humanos.

3. Debemos fortalecer el Estado laico. Reafirmar los principios de tolerancia, la libertad de cultos y preservar la separación entre el Estado y las Iglesias.

4. Debe hacerse valer el derecho público a la información, a fin de que los medios de comunicación garanticen espacios a todas las expresiones sociales, culturales y políticas del país; que brinden una información veraz y objetiva; que contribuyan al enriquecimiento cultural del pueblo y que sirvan de base para que la población participe de manera conciente y libre en la toma de decisiones.

5. Debemos hacer efectiva la democracia con elecciones libres, equitativas y limpias.

6. Impulsar una nueva política económica orientada al fortalecimiento de las actividades productivas y a la generación de empleos para contrarrestar el grave problema migratorio.

7. Combate a los monopolios y fomentar la verdadera competencia económica y comercial en beneficio de los consumidores.

8. Rescatar el campo y a sus pobladores del abandono en que se encuentran.

9. Dominio directo de la Nación sobre el petróleo, la industria eléctrica y otros recursos naturales y estratégicos. Así como el fortalecimiento de los valores históricos y culturales que constituyen nuestra identidad.

10. Elevar a rango constitucional el Estado de Bienestar para garantizar a todos los mexicanos, desde el nacimiento hasta la muerte, el derecho efectivo a la alimentación, la salud, la educación, la vivienda y la seguridad social.

11. Pleno reconocimiento de los pueblos indígenas y atención prioritaria a sus necesidades y demandas.

12. Igualdad de derechos y plena incorporación de las mujeres en todos los niveles de la vida nacional.

13. Reconocimiento y respeto a los derechos de las minorías.

14. Política exterior de respeto a todos las naciones con apego a los principios de no intervención, autodeterminación, cooperación para el desarrollo y solución pacífica de los conflictos internacionales.

15. Fortalecimiento de los valores comunitarios, culturales y espirituales. Y contrarrestar el predominio del dinero y de lo material sobre la dignidad y la moral de nuestro pueblo.

Amigas y amigos, compañeras y compañeros:

Estoy seguro de que el Partido de la Revolución Democrática seguirá siendo un instrumento de lucha al servicio de la sociedad. Por eso, tengo la firme convicción de que su fuerza y todo lo que representa, se encausará hacia la construcción de la nueva República.

Doy por hecho que todas y todos estaremos a la altura de las circunstancias. Nadie puede permanecer al margen de este proceso de transformación.

Sería autodestructivo seguir apostando a la política tradicional. La verdadera imagen de un político o de un partido no la dan los medios de comunicación, sino su congruencia y la defensa de los sentimientos del pueblo.

Está muy claro cuál es el camino: reafirmemos nuestros principios. No olvidemos, sobre todo, y ante todo, que por lealtad y compromiso con las causas populares que enarbola nuestro partido, muchos compañeros han perdido hasta la vida; en honor a su memoria y por convicción propia, nunca renunciemos a luchar por los principios fundacionales del PRD.

Fortalezcamos la unidad al interior de nuestro partido y consolidemos la alianza con otras fuerzas progresistas de México.

Tengamos en cuenta que durante el proceso electoral que desembocó en la Convención Nacional Democrática, se creó el Frente Amplio Progresista. Esta nueva agrupación política debe ser el espacio para articular a todos los ciudadanos y organizaciones políticas y sociales que se expresaron durante la campaña, así como para recibir nuevas adhesiones.

El Frente Amplio Progresista surge en el momento preciso en que, a la vista de todos, se ha conformado un bloque de fuerzas derechistas, a partir de la alianza abierta y descarada entre el PAN y las cúpulas del PRI.

De modo que el Frente Amplio Progresista tendrá como objetivo principal enfrentar al bloque conservador, al brazo político de la minoría rapaz que tanto daño ha causado a nuestro país.

A final de cuentas, volvemos a lo que ha sido la historia de México. Antes eran liberales y conservadores. Ahora, en la lucha política de nuestro país habrá dos agrupamientos distintos y contrapuestos: derechistas y progresistas.

Compañeras y compañeros:

Tenemos suficiente autoridad moral para impulsar los cambios que requiere el país. A diferencia de la derecha y sus aliados incondicionales o fortuitos, nosotros no hemos titubeado ni hemos traicionado nuestros principios.

No olvidemos que estamos viviendo tiempos decisivos y que nosotros representamos la esperanza de millones de mexicanos.

Se habla mucho de las diferencias en el partido. En buena medida se trata de una nueva embestida en la interminable campaña de odio en contra nuestra.

Pero no rehuyamos al debate y a la autocrítica, no caigamos en la autocomplacencia. Podemos debatir con libertad, un partido democrático se caracteriza por eso, sólo en el autoritarismo predomina el pensamiento único y en la democracia tiene que haber diversidad y pluralidad.

Tengamos presente que no hay partido democrático en el mundo sin grupos y discrepancias internas, la unanimidad es sólo un sueño del autoritarismo; sin embargo, no podemos dejar que esas diferencias sean las que guíen nuestro comportamiento.

Levantemos la mira, pensemos sobre todo en la gente, en el pueblo, de manera particular en la gente que sufre, en los más pobres y desposeídos. Trabajemos más en la construcción de la nueva República.

Tenemos cuadros y dirigentes extraordinarios, no perdamos tiempo. Manos a la obra, vamos a trabajar abajo, en la organización de la gente, para la construcción de la nueva República. Ese es el objetivo principal.

Yo creo que eso es lo que vamos a hacer después de este Congreso de nuestro partido.

La unidad a la que aspiramos tiene que provenir de los proyectos y de sus realizaciones y no a partir de las personas y de los grupos.

El PRD sólo puede tener como caudillo al PRD y un solo compromiso: la gente, el pueblo, la Nación.

¡Viva la dignidad!
¡Vivan los principios!
¡Viva el PRD!
¡Vivan las fuerzas progresistas de México!
¡Democracia ya, Patria para Todos!

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