Enviado por Gerardo Tlacaelel
Detener la catástrofe ecológica y tomar el futuro en nuestras manos
Cuando parece que todo se ha perdido, siempre surge algo que nos vuelve a poner en el camino de la lucha. Venimos de tropiezo en tropiezo desde hace…..unos dos mil años, y siempre tenemos la esperanza de que esto va a cambiar (por suerte), pero está en nosotros, es un problema de conciencia, de aquellos que son indiferentes, de aquellos que creemos que la única verdad es la nuestra. Hay otros que piensan diferente y es muy posible que tengan mucho para enseñarnos, porque ven las cosas desde otra óptica. No están más allá ni más acá, están juntos a nosotros, no son más pobres ni más ricos, son como nosotros, sólo nos hace falta juntarnos.
En nuestros campos cientos de miles de victimas han sido invisibilizadas. Debieron abandonar sus tierras y sus culturas regionales empujados por el desempleo, los monocultivos, las fumigaciones, y por las devastaciones ecológicas producidas por un capitalismo cada vez más rapaz. Son víctimas del consumismo, de las grandes corporaciones, de los pooles de siembra que vienen a mal llenar nuestros estómagos con alimentos transgénicos y a degradar nuestras tierras con cultivos destinados a alimentar sus automóviles en lugar de a los miles de millones en todo el mundo que viven en la indigencia.
Nos estamos acostumbrando a las muertes. Muertes por hambre, por protesta, por asalto, por placer de los que no tienen respeto por la vida.
Nos estamos acostumbrando a las marchas de silencios, a los pedidos de justicia, a las estaciones del calvario, calvario que nunca acaba, y esto es peligroso.
Nos estamos acostumbrando a que todo lo debe regular el mercado, pero el mercado lo manejan las grandes corporaciones y nosotros somos victimas de esas corporaciones.
Todos somos víctimas y en medio de las ocupaciones y preocupaciones de nuestra vida no nos hacemos de tiempo para pensar como cambiar el sistema. Pero está claro que todos somos necesarios para todos, porque la existencia del otro es vital para los nuevos tiempos que se vienen.
Debemos unirnos las hermanas y hermanos latinoamericanos, para que juntos podamos generar alternativas de cambio, mantener las esperanzas de comenzar de nuevo.
Como primera medida tendremos que detener la catástrofe ecológica, cuyas consecuencias son miles y miles de muertos y desplazados por inundaciones, sequías, terremotos, huracanes, etc. Por las grandes deforestaciones, los monocultivos, la contaminación de los ríos, las industrias sucias, las fumigaciones, la minería.
Ni Botnia, ni Monsanto, ni la Barrick, ni los transgénicos van a terminar con el hambre de los pueblos; No es su objetivo, no les interesa, ni siquiera les conviene. Los pueblos empobrecidos les proporcionan mano de obra barata, recursos naturales abundantes, medios de comunicación encubridores, policía corrupta y políticos manejables. Todo lo necesario para maximizar sus ganancias sin que nadie los moleste.
Tenemos que volver a los mercados locales, a que cada pueblo vuelva a tener su propia producción, a repoblar el campo con familias y de este modo redistribuir a la población reduciendo la de las grandes ciudades. Proponer una variedad de cultivos de acuerdo a las características de cada suelo, sin largas cadenas de enfriamientos para evitar el gasto de energía y los grandes monopolios que comercializan para beneficio de unos pocos.
El futuro está en nosotros, debemos animarnos a tomarlo en nuestras manos porque no hacerlo es negar nuestra propia existencia, es negar la oportunidad a nuestros hijos de que vivan en un mundo mas sano, mas justo y ambientalmente sustentable.
Debemos crecer desde las diferencias y hacernos fuertes y avanzar desde las coincidencias, teniendo como base "que todos somos necesarios para todos".
Ricardo Natalichio
Detener la catástrofe ecológica y tomar el futuro en nuestras manos
Cuando parece que todo se ha perdido, siempre surge algo que nos vuelve a poner en el camino de la lucha. Venimos de tropiezo en tropiezo desde hace…..unos dos mil años, y siempre tenemos la esperanza de que esto va a cambiar (por suerte), pero está en nosotros, es un problema de conciencia, de aquellos que son indiferentes, de aquellos que creemos que la única verdad es la nuestra. Hay otros que piensan diferente y es muy posible que tengan mucho para enseñarnos, porque ven las cosas desde otra óptica. No están más allá ni más acá, están juntos a nosotros, no son más pobres ni más ricos, son como nosotros, sólo nos hace falta juntarnos.
En nuestros campos cientos de miles de victimas han sido invisibilizadas. Debieron abandonar sus tierras y sus culturas regionales empujados por el desempleo, los monocultivos, las fumigaciones, y por las devastaciones ecológicas producidas por un capitalismo cada vez más rapaz. Son víctimas del consumismo, de las grandes corporaciones, de los pooles de siembra que vienen a mal llenar nuestros estómagos con alimentos transgénicos y a degradar nuestras tierras con cultivos destinados a alimentar sus automóviles en lugar de a los miles de millones en todo el mundo que viven en la indigencia.
Nos estamos acostumbrando a las muertes. Muertes por hambre, por protesta, por asalto, por placer de los que no tienen respeto por la vida.
Nos estamos acostumbrando a las marchas de silencios, a los pedidos de justicia, a las estaciones del calvario, calvario que nunca acaba, y esto es peligroso.
Nos estamos acostumbrando a que todo lo debe regular el mercado, pero el mercado lo manejan las grandes corporaciones y nosotros somos victimas de esas corporaciones.
Todos somos víctimas y en medio de las ocupaciones y preocupaciones de nuestra vida no nos hacemos de tiempo para pensar como cambiar el sistema. Pero está claro que todos somos necesarios para todos, porque la existencia del otro es vital para los nuevos tiempos que se vienen.
Debemos unirnos las hermanas y hermanos latinoamericanos, para que juntos podamos generar alternativas de cambio, mantener las esperanzas de comenzar de nuevo.
Como primera medida tendremos que detener la catástrofe ecológica, cuyas consecuencias son miles y miles de muertos y desplazados por inundaciones, sequías, terremotos, huracanes, etc. Por las grandes deforestaciones, los monocultivos, la contaminación de los ríos, las industrias sucias, las fumigaciones, la minería.
Ni Botnia, ni Monsanto, ni la Barrick, ni los transgénicos van a terminar con el hambre de los pueblos; No es su objetivo, no les interesa, ni siquiera les conviene. Los pueblos empobrecidos les proporcionan mano de obra barata, recursos naturales abundantes, medios de comunicación encubridores, policía corrupta y políticos manejables. Todo lo necesario para maximizar sus ganancias sin que nadie los moleste.
Tenemos que volver a los mercados locales, a que cada pueblo vuelva a tener su propia producción, a repoblar el campo con familias y de este modo redistribuir a la población reduciendo la de las grandes ciudades. Proponer una variedad de cultivos de acuerdo a las características de cada suelo, sin largas cadenas de enfriamientos para evitar el gasto de energía y los grandes monopolios que comercializan para beneficio de unos pocos.
El futuro está en nosotros, debemos animarnos a tomarlo en nuestras manos porque no hacerlo es negar nuestra propia existencia, es negar la oportunidad a nuestros hijos de que vivan en un mundo mas sano, mas justo y ambientalmente sustentable.
Debemos crecer desde las diferencias y hacernos fuertes y avanzar desde las coincidencias, teniendo como base "que todos somos necesarios para todos".
Ricardo Natalichio
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