Desde Machetearte:
Alfredo Velarde
Pese a todo lo que se pueda pontificar alrededor de las presuntas bondades del “libre comercio” , lo cierto es que sus defensores a ultranza se ven obligados a hacer malabarismos doctrinarios para tratar de coronar su vano esfuerzo, a fin de convencernos de que esa consigna principista del capitalismo salvaje y globalizador que tanto daño ha hecho, nos beneficie a todos. Esta afirmación, podría editorializar lo que bien pudo constatarse en la edición 2007 del Foro Económico Mundial (FEM), celebrado apenas la víspera en el apartado centro turístico alpino para ricos de Davos, Suiza , a donde acudiera el presidente de facto e impuesto, Felipe Calderón , como alumno disciplinado de la ortodoxia dogmática librecambista y neoliberal.
El acerado discurso de los participantes en el FEM, de nueva cuenta demostró la creciente necesidad de sus animadores principales por acudir al recurso fácil de la retórica, la ideología y la doctrina, por encima de la realidad que amenaza con estallarles en el rostro. En Davos se trató, en todo caso, de apuntalar las justificaciones de una lógica económica que nunca será capaz de irrigar ni distribuir en condiciones de igualdad los beneficios económicos, no digamos aquí entre las clases , sino ni siquiera entre las naciones . Esta verdad elemental es la que no puede cambiar la grotesca y primeriza comparecencia de Felipe Calderón Hinojosa en el FEM de Davos , evento que los grandes globalizadores capitalistas han edificado para que los cada vez más golondrinos y volátiles inversionistas de las empresas transnacionales encuentren nichos de oportunidad privilegiada para emprender negocios basados en la explotación intensiva de países enteros, como México, en su lógica, sedientos de mayor inversión extranjera y, consecuentemente, de la dependencia económica estructural que históricamente ha resultado de todo ello con fatídicos resultados.
No puede dejar de advertirse, por tanto, que entre los que ocupan puestos de poder –que eso y no otra cosa es lo que representa el FEM de Davos - tan sólo una minoría ingenua , bien diferenciada de su mayoría cínica y malintencionada , cree con sinceridad en el eslogan fácil de un capitalismo que, “circulando libremente” , sea capaz de ofrecer beneficios para todos . Y los mexicanos debemos lamentar que, de esa minoría ciega que cabalga globalmente por el mundo entero sólo para hacer propaganda a favor de los poderes empresariales más agresivos y particularistas, Calderón haya quedado inscrito como un socio distinguido más de la mentira, dispuesto a arrodillar los intereses de la nación que dice representar, sólo para hacerse merecedor de felicitaciones tan estremecedoramente contraproducentes, como la que Baby Bush le manifestara vía telefónica desde la oficina oval de la Casa Blanca , mientras hacía maletas rumbo a Davos.
En efecto, por mucho que desde la retórica “políticamente correcta” del establishment se critiquen los “abusos intervencionistas del Estado” , ninguno de la mayoría de los líderes políticos y empresariales más influyentes del mundo, creen en sus propios discursos. Lo sorprendente de Calderón, en la textura demagógica de sus declaraciones de Davos, radica en que él sí cree en el contenido de un discurso de antemano conocido por su falsedad a favor del “capitalismo puro”. Se trata de palabrería obligatoria en compromiso con los poderes establecidos, y no de esclarecer que su tan cacareada y presunta “magia del mercado” no es sino un puro intento hipócrita por ampliar los propios intereses de las grandes firmas multinacionales.
Y no contento con su ridículo papel de presentarse como más papista que el Papa , en ese Vaticano de las corporaciones capitalistas transnacionales en que se ha convertido Davos, el “caballerito” Calderón –mote que le endilgara no sin ironía el presidente brasileño, Luis Ignacio Lula , cumpliendo las tersas maneras de la esgrima verbal de los foristas globalizadores- mostró lo lejos que se encuentra de Latinoamérica y lo cerca que está de los intereses del dinero a los que rindió una pleitesía que terminó por sorprender tanto a propios como extraños. Inspirado en gurús de pacotilla , como Zedillo y Fox , Calderón dio cátedra de servilismo al caótico (des) orden capitalista global y, protagónico, censuró las políticas nacionalizadoras como si detrás de ellas estuviera una suerte de “conjura comunista internacional” ambiciosa de perpetuar dictaduras populistas en el Cono Sur y opuestos a la democracia, creyendo, de esa manera, que así se acercará a los reales intereses democráticos de Latinoamérica. ¿Cómo lo ve, amigo lector? ¡Un delincuente electoral hablando de democracia en Davos!
Y aunque Calderón pretendió hacer gala de sobradamente saber lo que más conviene en materia económica a México y América Latina, sus conocimientos de la economía, lo mostraron como lo que realmente es: un abogado con alcances de tinterillo que ignora el hecho de que en 13 años de TLC “librecambista”, aunque las exportaciones mexicanas crecieron 2.5 veces respecto a 1994, las importaciones lo hicieron en una escala similar, aunque el saldo comercial mantenga invariable el déficit comercial en algo así como 1 500 millones de dólares. ¡Y eso que apenas empieza la función del “presidente del empleo”, justo cuando éste cae en un pozo sin fondo, mientras la escalada de precios se manifiesta irrefrenable! Curioso, ¿no?
Alfredo Velarde
Pese a todo lo que se pueda pontificar alrededor de las presuntas bondades del “libre comercio” , lo cierto es que sus defensores a ultranza se ven obligados a hacer malabarismos doctrinarios para tratar de coronar su vano esfuerzo, a fin de convencernos de que esa consigna principista del capitalismo salvaje y globalizador que tanto daño ha hecho, nos beneficie a todos. Esta afirmación, podría editorializar lo que bien pudo constatarse en la edición 2007 del Foro Económico Mundial (FEM), celebrado apenas la víspera en el apartado centro turístico alpino para ricos de Davos, Suiza , a donde acudiera el presidente de facto e impuesto, Felipe Calderón , como alumno disciplinado de la ortodoxia dogmática librecambista y neoliberal.
El acerado discurso de los participantes en el FEM, de nueva cuenta demostró la creciente necesidad de sus animadores principales por acudir al recurso fácil de la retórica, la ideología y la doctrina, por encima de la realidad que amenaza con estallarles en el rostro. En Davos se trató, en todo caso, de apuntalar las justificaciones de una lógica económica que nunca será capaz de irrigar ni distribuir en condiciones de igualdad los beneficios económicos, no digamos aquí entre las clases , sino ni siquiera entre las naciones . Esta verdad elemental es la que no puede cambiar la grotesca y primeriza comparecencia de Felipe Calderón Hinojosa en el FEM de Davos , evento que los grandes globalizadores capitalistas han edificado para que los cada vez más golondrinos y volátiles inversionistas de las empresas transnacionales encuentren nichos de oportunidad privilegiada para emprender negocios basados en la explotación intensiva de países enteros, como México, en su lógica, sedientos de mayor inversión extranjera y, consecuentemente, de la dependencia económica estructural que históricamente ha resultado de todo ello con fatídicos resultados.
No puede dejar de advertirse, por tanto, que entre los que ocupan puestos de poder –que eso y no otra cosa es lo que representa el FEM de Davos - tan sólo una minoría ingenua , bien diferenciada de su mayoría cínica y malintencionada , cree con sinceridad en el eslogan fácil de un capitalismo que, “circulando libremente” , sea capaz de ofrecer beneficios para todos . Y los mexicanos debemos lamentar que, de esa minoría ciega que cabalga globalmente por el mundo entero sólo para hacer propaganda a favor de los poderes empresariales más agresivos y particularistas, Calderón haya quedado inscrito como un socio distinguido más de la mentira, dispuesto a arrodillar los intereses de la nación que dice representar, sólo para hacerse merecedor de felicitaciones tan estremecedoramente contraproducentes, como la que Baby Bush le manifestara vía telefónica desde la oficina oval de la Casa Blanca , mientras hacía maletas rumbo a Davos.
En efecto, por mucho que desde la retórica “políticamente correcta” del establishment se critiquen los “abusos intervencionistas del Estado” , ninguno de la mayoría de los líderes políticos y empresariales más influyentes del mundo, creen en sus propios discursos. Lo sorprendente de Calderón, en la textura demagógica de sus declaraciones de Davos, radica en que él sí cree en el contenido de un discurso de antemano conocido por su falsedad a favor del “capitalismo puro”. Se trata de palabrería obligatoria en compromiso con los poderes establecidos, y no de esclarecer que su tan cacareada y presunta “magia del mercado” no es sino un puro intento hipócrita por ampliar los propios intereses de las grandes firmas multinacionales.
Y no contento con su ridículo papel de presentarse como más papista que el Papa , en ese Vaticano de las corporaciones capitalistas transnacionales en que se ha convertido Davos, el “caballerito” Calderón –mote que le endilgara no sin ironía el presidente brasileño, Luis Ignacio Lula , cumpliendo las tersas maneras de la esgrima verbal de los foristas globalizadores- mostró lo lejos que se encuentra de Latinoamérica y lo cerca que está de los intereses del dinero a los que rindió una pleitesía que terminó por sorprender tanto a propios como extraños. Inspirado en gurús de pacotilla , como Zedillo y Fox , Calderón dio cátedra de servilismo al caótico (des) orden capitalista global y, protagónico, censuró las políticas nacionalizadoras como si detrás de ellas estuviera una suerte de “conjura comunista internacional” ambiciosa de perpetuar dictaduras populistas en el Cono Sur y opuestos a la democracia, creyendo, de esa manera, que así se acercará a los reales intereses democráticos de Latinoamérica. ¿Cómo lo ve, amigo lector? ¡Un delincuente electoral hablando de democracia en Davos!
Y aunque Calderón pretendió hacer gala de sobradamente saber lo que más conviene en materia económica a México y América Latina, sus conocimientos de la economía, lo mostraron como lo que realmente es: un abogado con alcances de tinterillo que ignora el hecho de que en 13 años de TLC “librecambista”, aunque las exportaciones mexicanas crecieron 2.5 veces respecto a 1994, las importaciones lo hicieron en una escala similar, aunque el saldo comercial mantenga invariable el déficit comercial en algo así como 1 500 millones de dólares. ¡Y eso que apenas empieza la función del “presidente del empleo”, justo cuando éste cae en un pozo sin fondo, mientras la escalada de precios se manifiesta irrefrenable! Curioso, ¿no?
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