Desde APIA
Rubén Durán Cachón
Se ha dicho hasta el cansancio que “los pueblos tienen los gobiernos que se merecen” lo cual considero que sería cierto si en los sufragios los electores votaran con conocimiento de causa, pero en México no es así.
Si observamos que en los últimos 30 años nuestro país se va a pique en forma cada vez más acelerada por la política económica neoliberal impuestas por los partidos de la derecha (inicialmente el PRI y actualmente el PAN) y que aún buen número de electores se empecinan en elegir a candidatos de estos institutos políticos para los puestos de elección más importantes, ésto sólo tiene una explicación: los votantes no saben lo que es neoliberalismo, el capitalismo, el colonialismo e ignoran la historia y las condiciones en que vivieron sus bisabuelos antes de la revolución maderista de l910, situación a lo que nos arrastran irremisiblemente los gobernantes de la derecha.
La política económica neoliberal o “capitalismo salvaje” consiste en la apertura de las fronteras de un país a las inversiones y capitales extranjeros, sin que la economía sea regulada por el Estado. En esta condición, las grandes empresas extranjeras tienen la libertad de utilizar la mano de obra barata, con sueldos mal pagados a los ciudadanos del país, además de explotar las riquezas naturales, energía, las actividades bancarias, el comercio del lugar o en lo que inviertan su capital, llevándose todas las ganancias a sus lugares de origen hasta que el país quede agotado, exprimido de sus recursos y sin ningún beneficio para la clase trabajadora. Este tipo de política económica, se ha demostrado hasta el cansancio, sólo beneficia a los países más ricos, y crea una tremenda desigualdad económica donde se implanta, pues mientras la riqueza se concentra en unas cuantas familias de inversionistas, magnates, y políticos que reciben jugosas ganancias “bajo la mesa”, la mayoría del pueblo se vuelve cada vez más pobre, se arruina a los pequeños y medianos empresarios locales que no pueden competir con las grandes corporaciones extranjeras.
Es conocido el enorme impulso económico que tuvo México después de la expropiación petrolera, realizada el 18 de marzo de l938, por el entonces presidente de la república, general Lázaro Cárdenas, acto en que se decretó que pasaban a ser propiedad de la nación todas las compañías extranjeras que explotan en nuestro país el codiciado “oro negro”, y que recibió el respaldo total del pueblo de México, como se manifestó el 23 del mismo mes en el que hubo una enorme concentración de más de 100 mil personas en la ciudad de México apoyando el decreto presidencial. Es más, los mexicanos de entonces, concientes del beneficio de recuperar nuestra más importante riqueza del subsuelo, en una acción sin precedentes, y verdaderamente conmovedora, el 12 de abril se concentraron millares de mujeres de todas las clases sociales en el Palacio de Bellas Artes llevando donativos, en efectivo y en especie, para contribuir con el gobierno para el pago de las indemnizaciones que se adeudaban a las compañías expropiadas. Estas contribuciones fueron desde gallinas hasta valiosas joyas, lo que nos da una idea de la conciencia y patriotismo que tuvieron los mexicanos en esa época al solidarizarse con el decreto presidencial de recuperar nuestro petróleo, durante tantos años explotado para el beneficio de las compañías extranjeras.
No se puede negar que a partir de la revolución, y especialmente después de la expropiación petrolera, en México se dio un crecimiento acelerado en beneficio de todos los mexicanos. Se crearon las universidades públicas, el IMSS, se construyeron carreteras, se inició la repartición de la tierra a sus auténticos dueños, se iniciaron programas de alfabetizació n, campañas masivas de vacunación, en fin, el país avanzó en educación, en ciencia y tecnología, en la defensa de las clases trabajadoras, en salud pública y en producción agroindustrial como nunca en su historia, pero lamentablemente, con los gobiernos de la derecha, en los últimos 30 años todas las conquistas de los mexicanos se están echando para atrás.
Hoy vivimos en un retroceso histórico, político y económico acelerado. El gobierno de la derecha del PAN (continuación del PRI), violentando las normas constitucionales, está empeñado en privatizar las pocas empresas e instituciones que aún permanecen bajo la rectoría del Estado. El Tratado de Libre Comercio con los EEUU, iniciado por Salinas Gortari, ha traído la ruina a auténticas empresas mexicanas. Ahora pretende el gobierno del PAN la continuidad del mismo, y para comenzar, el exterminio de los campesinos productores de maíz promoviendo la importación de este grano de los EEUU. No le ha bastado a los gobiernos de derecha privatizar carreteras y puentes (cuyas autopistas hacen cobros excesivos a pesar de su mal estado), Teléfonos de México, los aeropuertos, los ferrocarriles, la minería y metalurgia, las instituciones bancarias y muchísimas otras empresas que antes estaban a cargo del Estado, sino que ha creando monopolios que cobran lo que quieren al no tener competidores. El último de ellos es el llamado duopolio de la televisión entregada a TV Azteca y Televisa. Ahora se pretende privatizar la salud, el agua, la agricultura, las zonas arqueológicas, la educación, el turismo, es decir, el actual gobierno pretende dejar a los mexicanos absolutamente sin nada, solamente como empleados mal pagados por las compañías extranjeras.
Lo más grave de todo esto, es que el gobierno ultraderechista de Felipe Calderón, siguiendo los designios e intereses del FMI y de los EEUU (pasándose por “el Arco del Triunfo” el articulo 27 de la Constitución , que entre otras cosas dice que “ la Nación es la única que tiene el derecho de explotación de los hidrocarburos y de la generación, transporte y distribución de la energía eléctrica, y que no se darán concesiones a particulares en esta materia”), pretende a toda costa la privatización de estos recursos, por lo que está intentado modificar nuestra Carta Magna en su afán de legitimar la privatización de la industria petrolera y la eléctrica que han sostenido la economía nacional durante tantos años, con lo cual este país se hundiría irremisiblemente.
En fin, son demasiados los argumentos y razones bien fundamentadas que demuestran lo pernicioso que es para los mexicanos que el gobierno continúe con la globalización neoliberal que está dejando a la clase media cada vez más pobre, y a la pobre en peligro de extinción. Tan sólo el alza en un 30-40% de los precios de los productos de la canasta básica, frijol, huevos y tortillas, por mencionar los más importantes, y el cínico y miserable aumento del salario mínimo en 1.90 pesos diarios, nos debe dar una idea de lo nefasto de este gobierno.
Sin embargo, mientras los ingenuos seguidores del PAN continúen ignorando el peligro que significa la ultraderecha y la globalización neoliberal, estaremos condenados al sufrimiento y a la miseria que se avecinan, y lo que es más grave aún, a la pérdida de dos derechos fundamental del hombre: la libertad y el respeto a los derechos humanos.
¡Aguas, que el fascismo de Felipe Calderón y del PAN no tienen límites! y como dice el refrán “a palo dado ni Dios lo quita”.
Rubén Durán Cachón
Se ha dicho hasta el cansancio que “los pueblos tienen los gobiernos que se merecen” lo cual considero que sería cierto si en los sufragios los electores votaran con conocimiento de causa, pero en México no es así.
Si observamos que en los últimos 30 años nuestro país se va a pique en forma cada vez más acelerada por la política económica neoliberal impuestas por los partidos de la derecha (inicialmente el PRI y actualmente el PAN) y que aún buen número de electores se empecinan en elegir a candidatos de estos institutos políticos para los puestos de elección más importantes, ésto sólo tiene una explicación: los votantes no saben lo que es neoliberalismo, el capitalismo, el colonialismo e ignoran la historia y las condiciones en que vivieron sus bisabuelos antes de la revolución maderista de l910, situación a lo que nos arrastran irremisiblemente los gobernantes de la derecha.
La política económica neoliberal o “capitalismo salvaje” consiste en la apertura de las fronteras de un país a las inversiones y capitales extranjeros, sin que la economía sea regulada por el Estado. En esta condición, las grandes empresas extranjeras tienen la libertad de utilizar la mano de obra barata, con sueldos mal pagados a los ciudadanos del país, además de explotar las riquezas naturales, energía, las actividades bancarias, el comercio del lugar o en lo que inviertan su capital, llevándose todas las ganancias a sus lugares de origen hasta que el país quede agotado, exprimido de sus recursos y sin ningún beneficio para la clase trabajadora. Este tipo de política económica, se ha demostrado hasta el cansancio, sólo beneficia a los países más ricos, y crea una tremenda desigualdad económica donde se implanta, pues mientras la riqueza se concentra en unas cuantas familias de inversionistas, magnates, y políticos que reciben jugosas ganancias “bajo la mesa”, la mayoría del pueblo se vuelve cada vez más pobre, se arruina a los pequeños y medianos empresarios locales que no pueden competir con las grandes corporaciones extranjeras.
Es conocido el enorme impulso económico que tuvo México después de la expropiación petrolera, realizada el 18 de marzo de l938, por el entonces presidente de la república, general Lázaro Cárdenas, acto en que se decretó que pasaban a ser propiedad de la nación todas las compañías extranjeras que explotan en nuestro país el codiciado “oro negro”, y que recibió el respaldo total del pueblo de México, como se manifestó el 23 del mismo mes en el que hubo una enorme concentración de más de 100 mil personas en la ciudad de México apoyando el decreto presidencial. Es más, los mexicanos de entonces, concientes del beneficio de recuperar nuestra más importante riqueza del subsuelo, en una acción sin precedentes, y verdaderamente conmovedora, el 12 de abril se concentraron millares de mujeres de todas las clases sociales en el Palacio de Bellas Artes llevando donativos, en efectivo y en especie, para contribuir con el gobierno para el pago de las indemnizaciones que se adeudaban a las compañías expropiadas. Estas contribuciones fueron desde gallinas hasta valiosas joyas, lo que nos da una idea de la conciencia y patriotismo que tuvieron los mexicanos en esa época al solidarizarse con el decreto presidencial de recuperar nuestro petróleo, durante tantos años explotado para el beneficio de las compañías extranjeras.
No se puede negar que a partir de la revolución, y especialmente después de la expropiación petrolera, en México se dio un crecimiento acelerado en beneficio de todos los mexicanos. Se crearon las universidades públicas, el IMSS, se construyeron carreteras, se inició la repartición de la tierra a sus auténticos dueños, se iniciaron programas de alfabetizació n, campañas masivas de vacunación, en fin, el país avanzó en educación, en ciencia y tecnología, en la defensa de las clases trabajadoras, en salud pública y en producción agroindustrial como nunca en su historia, pero lamentablemente, con los gobiernos de la derecha, en los últimos 30 años todas las conquistas de los mexicanos se están echando para atrás.
Hoy vivimos en un retroceso histórico, político y económico acelerado. El gobierno de la derecha del PAN (continuación del PRI), violentando las normas constitucionales, está empeñado en privatizar las pocas empresas e instituciones que aún permanecen bajo la rectoría del Estado. El Tratado de Libre Comercio con los EEUU, iniciado por Salinas Gortari, ha traído la ruina a auténticas empresas mexicanas. Ahora pretende el gobierno del PAN la continuidad del mismo, y para comenzar, el exterminio de los campesinos productores de maíz promoviendo la importación de este grano de los EEUU. No le ha bastado a los gobiernos de derecha privatizar carreteras y puentes (cuyas autopistas hacen cobros excesivos a pesar de su mal estado), Teléfonos de México, los aeropuertos, los ferrocarriles, la minería y metalurgia, las instituciones bancarias y muchísimas otras empresas que antes estaban a cargo del Estado, sino que ha creando monopolios que cobran lo que quieren al no tener competidores. El último de ellos es el llamado duopolio de la televisión entregada a TV Azteca y Televisa. Ahora se pretende privatizar la salud, el agua, la agricultura, las zonas arqueológicas, la educación, el turismo, es decir, el actual gobierno pretende dejar a los mexicanos absolutamente sin nada, solamente como empleados mal pagados por las compañías extranjeras.
Lo más grave de todo esto, es que el gobierno ultraderechista de Felipe Calderón, siguiendo los designios e intereses del FMI y de los EEUU (pasándose por “el Arco del Triunfo” el articulo 27 de la Constitución , que entre otras cosas dice que “ la Nación es la única que tiene el derecho de explotación de los hidrocarburos y de la generación, transporte y distribución de la energía eléctrica, y que no se darán concesiones a particulares en esta materia”), pretende a toda costa la privatización de estos recursos, por lo que está intentado modificar nuestra Carta Magna en su afán de legitimar la privatización de la industria petrolera y la eléctrica que han sostenido la economía nacional durante tantos años, con lo cual este país se hundiría irremisiblemente.
En fin, son demasiados los argumentos y razones bien fundamentadas que demuestran lo pernicioso que es para los mexicanos que el gobierno continúe con la globalización neoliberal que está dejando a la clase media cada vez más pobre, y a la pobre en peligro de extinción. Tan sólo el alza en un 30-40% de los precios de los productos de la canasta básica, frijol, huevos y tortillas, por mencionar los más importantes, y el cínico y miserable aumento del salario mínimo en 1.90 pesos diarios, nos debe dar una idea de lo nefasto de este gobierno.
Sin embargo, mientras los ingenuos seguidores del PAN continúen ignorando el peligro que significa la ultraderecha y la globalización neoliberal, estaremos condenados al sufrimiento y a la miseria que se avecinan, y lo que es más grave aún, a la pérdida de dos derechos fundamental del hombre: la libertad y el respeto a los derechos humanos.
¡Aguas, que el fascismo de Felipe Calderón y del PAN no tienen límites! y como dice el refrán “a palo dado ni Dios lo quita”.
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