Utopía
Debate impostergable
Eduardo Ibarra Aguirre
Transcurridos seis meses desde las elecciones presidenciales, Andrés Manuel López Obrador hizo uno de los primeros pronunciamientos, sino es que el primero, sobre las responsabilidades políticas que tuvo la coalición Por el Bien de Todos, los dirigentes de ésta y él mismo, en los resultados del 2 de julio.
En Chapab de las Flores, Yucatán, dijo el de Macuspana, Tabasco: “Perdimos en gran parte porque no supimos organizarnos para defender el voto, pero ya no es momento para llorar; hay que estar de pie para afrontar la lucha contra la derecha rapaz. Es la herencia que le podemos dejar a nuestros hijos.” (La Jornada, 7-I-07, p. 7).
Más allá de la alteración de la voluntad ciudadana, el debate para localizar las causas, seguramente multifactoriales, que condujeron a la derrota electoral de las izquierdas coaligadas, nada tiene que ver con el llanto, pero sí y mucho con la naturaleza misma de la siniestra, con su pasado y su presente.
Prácticamente son inconcebibles las izquierdas, aun las más antidemocráticas como las alzadas en armas, sin el debate como el camino natural para arribar al trazo de los caminos que las mayorías definan. Aunque lo anterior no es garantía de certeza.
Se puede afirmar que en tanto que a las izquierdas las unen, básicamente, ideas y proyectos, y no intereses económicos y financieros como son los que articulan a las derechas, las primeras no pueden desarrollarse sino es en medio del debate. Es o debería ser su hábitat natural.
La izquierda comunista y socialista de los años 70 del siglo pasado dio espléndidas muestras de capacidad para actuar y debatir, sin que lo segundo bloqueara lo primero, y empezara a salir exitosamente de la marginalidad y semiclandestinidad a que fue sometida durante 33 años al tener conculcados sus derechos políticos y electorales.
En medio de la vigorosa y permanente ofensiva mediática para demonizar y, por esa vía, aislar a López Obrador, puede comprenderse el poco interés que muestra aquél por el mandato del Consejo Nacional del 15 de agosto de 2006, formulado en los siguientes términos:
“Cinco. La coalición y el PRD deben hacer una evaluación autocrítica de la campaña electoral y de la movilización poselectoral. Será Indispensable, en otra ocasión, reconocer nuestros errores y aciertos.” (Coyuntura 135, IX-X-06, p. 73). Muy poco se ha avanzado en esa dirección. Los debates más sustantivos se realizaron a puerta cerrada y los ecos de algunas voces autocríticas se reflejaron en el diario hecho por los jornaleros. Pero nada más.
Debatir entre los perredistas y sus aliados del Partido del Trabajo y Convergencia por la Democracia, en el movimiento ciudadano y social que gira en torno a Obrador, no tiene necesariamente que debilitar la fuerza y las razones originarias de éstos.
Asentado --y en buena medida demostrado-- como fue que la voluntad ciudadana sufrió una alteración el primer domingo de julio, es preciso localizar las causas que provienen desde el interior de la coalición y del movimiento apartidista porque ayudará, entre otras cosas, a que no se tropiecen con las mismas piedras en las jornadas comiciales que están en puerta y en las intermedias de 2009.
Sólo de esta manera no habrá nuevamente “momento para llorar”. El Frente Amplio Progresista y el movimiento de los sin partido podrán “estar de pie para afrontar la lucha contra la derecha rapaz”. Además de que “la herencia que le podemos dejar a nuestros hijos” será más fructífera y más colectiva.
Debate impostergable
Eduardo Ibarra Aguirre
Transcurridos seis meses desde las elecciones presidenciales, Andrés Manuel López Obrador hizo uno de los primeros pronunciamientos, sino es que el primero, sobre las responsabilidades políticas que tuvo la coalición Por el Bien de Todos, los dirigentes de ésta y él mismo, en los resultados del 2 de julio.
En Chapab de las Flores, Yucatán, dijo el de Macuspana, Tabasco: “Perdimos en gran parte porque no supimos organizarnos para defender el voto, pero ya no es momento para llorar; hay que estar de pie para afrontar la lucha contra la derecha rapaz. Es la herencia que le podemos dejar a nuestros hijos.” (La Jornada, 7-I-07, p. 7).
Más allá de la alteración de la voluntad ciudadana, el debate para localizar las causas, seguramente multifactoriales, que condujeron a la derrota electoral de las izquierdas coaligadas, nada tiene que ver con el llanto, pero sí y mucho con la naturaleza misma de la siniestra, con su pasado y su presente.
Prácticamente son inconcebibles las izquierdas, aun las más antidemocráticas como las alzadas en armas, sin el debate como el camino natural para arribar al trazo de los caminos que las mayorías definan. Aunque lo anterior no es garantía de certeza.
Se puede afirmar que en tanto que a las izquierdas las unen, básicamente, ideas y proyectos, y no intereses económicos y financieros como son los que articulan a las derechas, las primeras no pueden desarrollarse sino es en medio del debate. Es o debería ser su hábitat natural.
La izquierda comunista y socialista de los años 70 del siglo pasado dio espléndidas muestras de capacidad para actuar y debatir, sin que lo segundo bloqueara lo primero, y empezara a salir exitosamente de la marginalidad y semiclandestinidad a que fue sometida durante 33 años al tener conculcados sus derechos políticos y electorales.
En medio de la vigorosa y permanente ofensiva mediática para demonizar y, por esa vía, aislar a López Obrador, puede comprenderse el poco interés que muestra aquél por el mandato del Consejo Nacional del 15 de agosto de 2006, formulado en los siguientes términos:
“Cinco. La coalición y el PRD deben hacer una evaluación autocrítica de la campaña electoral y de la movilización poselectoral. Será Indispensable, en otra ocasión, reconocer nuestros errores y aciertos.” (Coyuntura 135, IX-X-06, p. 73). Muy poco se ha avanzado en esa dirección. Los debates más sustantivos se realizaron a puerta cerrada y los ecos de algunas voces autocríticas se reflejaron en el diario hecho por los jornaleros. Pero nada más.
Debatir entre los perredistas y sus aliados del Partido del Trabajo y Convergencia por la Democracia, en el movimiento ciudadano y social que gira en torno a Obrador, no tiene necesariamente que debilitar la fuerza y las razones originarias de éstos.
Asentado --y en buena medida demostrado-- como fue que la voluntad ciudadana sufrió una alteración el primer domingo de julio, es preciso localizar las causas que provienen desde el interior de la coalición y del movimiento apartidista porque ayudará, entre otras cosas, a que no se tropiecen con las mismas piedras en las jornadas comiciales que están en puerta y en las intermedias de 2009.
Sólo de esta manera no habrá nuevamente “momento para llorar”. El Frente Amplio Progresista y el movimiento de los sin partido podrán “estar de pie para afrontar la lucha contra la derecha rapaz”. Además de que “la herencia que le podemos dejar a nuestros hijos” será más fructífera y más colectiva.
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