miércoles, octubre 18, 2006

Ante la tortura en Tabasco, ¿dónde están Rascón y Gilly?

Nota traida de La Hora del Pueblo

A LA NOCHECITA
...con Jaime Avilés

=Ante la tortura en Tabasco, ¿dónde están Rascón y Gilly?

Dos representantes generales del PRD, en el municipio de Huimanguillo, fueron secuestrados por hombres vestidos de civil la tarde del sábado, sólo unas horas antes de que se iniciara la jornada electoral. Hombres armados con pistolas y rifles los atajaron en medio de un camino rural, los obligaron a entrar en un coche y se los llevaron sin permitirles saber a dónde.

Minutos después el coche se detuvo, a patadas los bajaron y los metieron en una camioneta, dentro de la cual fueron acostados en el piso y aplastados en la cabeza, la espalda, las manos y las piernas por los zapatos de sus agresores. Estos los condujeron a un rancho, donde los encerraron en un cuarto diciéndoles que estaban secuestrados y los mantuvieron esposados, sentados en el suelo y con los ojos vendados, quién sabe cuántas horas, a lo largo de las cuales nunca les dieron de comer ni de beber.

Pero en algún momento que ellos no recuerdan, los desnudaron y los empezaron a torturar, golpeándolos con garrotes en todo el cuerpo. A uno de ellos, entonces, le clavaron la hoja de un machete en un glúteo y le dijeron que él mismo se la quitara, que ellos no lo iban a "atender". Y cuando el pobre compañero obedeció se cortó los dedos de la mano con el filo del instrumento.

Así los tuvieron todo el domingo. Ellos, como representantes generales del PRD en ese municipio, tenían la función de visitar, cada cual, determinado número de casillas para estar al tanto de los representantes del partido en esas mesas de votación y procurar que nada les faltara en términos de alimentos y asistencia técnica ante cualquier problema. Y fue sólo hasta bien entrada la tarde cuando les permitieron irse, sí, pero desnudos, tal como fueron encontrados en medio del campo muy poco después.

El salvaje dispositivo de fraude aplicado en Tabasco por la nueva derecha franquista que está apoderándose del país, consiguió el suficiente número de matones para que muchos otros representantes generales de la coalición Por el Bien de Todos fueran neutralizados de manera similar a la de los compañeros de Huimanguillo.

En Villahermosa, me contaban hace una hora, no se sabe todavía con exactitud cuántos militantes de la coalición fueron secuestrados por fuerzas al servicio del gobernador Manuel Andrade. Pero allí están los casos de aquellos que fueron detenidos, torturados, obligados a "confesar" ante una cámara de video que su misión era "desestabilizar" y que después de ser sometidos de ese modo fueron presentados a los fotógrafos de la prensa local con dos o tres pistolas, cada uno, encajadas en la cintura de los pantalones, lo que sirvió de pretexto a las "fuerzas del orden" para que, acto seguido, los encerraran en la penitenciaría local y les dictaran auto de formal prisión.

A todos ellos, como no podía ser de otro modo, el PRD les pagó las fianzas y los ayudó a recobrar la libertad, lo que no los salvará de la obligación jurídica de ir a Villahermosa cada semana a firmar en el libro de reos de la penitenciaría mientras termina el juicio en su contra, que tardará muchas semanas todavía... antes de iniciarse. Lo más cruel del caso es que ahora sus propios acusadores reconocen que las pistolas que les plantaron en realidad eran de juguete.

La saña implícita en las torturas, en los abusos de autoridad y en las manifestaciones de cinismo que aparecen en el contexto de la represión tabasqueña confirman la existencia de un ingrediente por demás peligroso para la salud de todo el país: el odio patológico de la nueva derecha contra todo lo que representa Andrés Manuel López Obrador.

Si esto es muy grave, porque entraña los fundamentos irracionales de una lucha que avanza día con día en dirección de la guerra civil, en la que este mismo odio terminará por justificar cualquier brutalidad, la que sea, no menos lamentable es la postura de algunos ex militantes de izquierda, vinculados a Cuauhtémoc Cárdenas, que desde la lógica de un sectarismo simplemente visceral se hacen cómplices de la nueva derecha y no reparan, ni critican, ni siquiera mencionan la existencia de las atrocidades que este y otros medios poco a poco están documentando.

Adolfo Gilly le criticó a López Obrador no haberse referido en su campaña a la violencia policiaca contra los campesinos de Atenco, pero hoy no parece tener mucha prisa en señalar la brutalidad inadmisible que la nueva derecha, que en realidad es la misma de siempre, desató en Tabasco contra los partidarios del propio López Obrador. Si el viejo maestro está masticando y digiriendo estos datos antes de pronunciarse, ojalá muy pronto, el que hoy ostenta una postura en verdad patética es el gordo vendedor de pescado barato llamado Marco Rascón, a quien las fuerzas del estado torturaron alguna vez y que hoy, con su silencio y sus observaciones "críticas" al "lopezobradorismo" en astracto, se hace cómplice no sólo de quienes hoy aparecen como anónimos verdugos de los perredistas en Tabasco sino también de quienes, años ha, fueron sus propios verdugos.

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