miércoles, octubre 18, 2006

Artículo de fondo - Ganó Gonzalo...

Por Sergio Aguayo Quezada.-

Santos el cacique potosino, autor de la frase (“la moral es un árbol que da moras”) que resume el espíritu de la actual política mexicana. Perdió el también potosino Salvador Nava quien simboliza la ética en la vida pública.
La política se refiere al uso del poder en la polis ciudadana; la ética trata de las normas que separan lo bueno de lo malo a partir de un sistema de valores o principios morales. El peso de ambos conceptos en la cotidianidad social empezó a ser debatida por los griegos, y todavía ahora persiste el desacuerdo. Para Hobbes y Maquiavelo la ética no debe ser obstáculo para el actor político cuyo principal referente está en la búsqueda y preservación del poder; para los filósofos de la antigua Grecia, por el contrario la política está subordinada a la ética; a partir de la Revolución Francesa se busca un compromiso entre las dos escuelas, con avances y retrocesos de uno u otro concepto en ciclos cambiantes en tiempo y espacio.
El cacique de La Huasteca Potosina Gonzalo N. Santos es un paradigma de la utilización arbitraria, violenta y corrupta del poder.

Durante los 50 años de su carrera fue servil con los presidentes, abusivo y violento con sus súbditos y orfebre del saqueo del presupuesto. También se divertía inventando ocurrencias cínicas y amorales. Otro potosino, Salvador Nava, se le enfrentó con una visión de la política asentada en principios y en el ejercicio responsable del poder. Hace relativamente poco parecía que Nava estaba imponiéndose.
Regresé al San Luis Potosí de 1991 a través de los libros de Miguel Ángel Granados Chapa (¡Nava sí, Zapata No!) y Alejandro Caballero (Salvador Nava: Las últimas batallas); aquel año Nava se postuló para gobernador contra Fausto Zapata en una contienda observada por organizaciones ciudadanas. Acude, la Academia Mexicana de Derechos Humanos y el Centro Potosino de Derechos Humanos, demostraron cómo el régimen de Carlos Salinas había utilizado todo tipo de irregularidades para imponerse en las urnas. Zapata fue ungido gobernador legal y el navismo protestó respaldado por una pluralidad de fuerzas dignas de ser recordadas en nuestro enconado presente.
Como parte de la resistencia pacífica, Nava fue declarado “gobernador moral”, hubo ocupación y bloqueo del centro de la ciudad, se inició una marcha a la Ciudad de México que nunca llegó porque Zapata renunció… Todo ello respaldado por figuras representativas de las izquierdas y las derechas: Adolfo Aguilar Zínser, Luis H. Alvarez, Cuauhtémoc Cárdenas, Jorge G. Castañeda, José Antonio Crespo, Carlos Castillo Peraza, Vicente Fox, Enrique Krauze… Coincidían en el deseo de elecciones limpias y confiables porque desde hacia años existía un entendimiento entre las izquierdas y las derechas opuestas al cinismo amoral representado por Santos. Compartían el sueño de construir una democracia en la que el ejercicio del poder estuviera acotado por principios.
Aquel sueño se evaporó y el día de hoy resultaría imposible conjuntar aquella diversidad en torno a lo electoral. Partidos y políticos dicen querer elecciones confiables, siempre y cuando no obstaculicen su victoria. El fantasma de Santos inspira el dispendio para avasallar electores con regalos o spots, la parcialidad de los medios y las guerras sucias que caracterizaron las elecciones presidenciales de este año. El patrón se reproduce en las elecciones locales: Antes del 2006 podrían citarse los comicios de Baja California, Oaxaca, Estado de México, Tlaxcala; después del 2 de julio estarían Chiapas y ahora Tabasco. El año próximo veremos variaciones del mismo guión.
Esta visión pesimista es compartida por dos analistas reputados por su mesura: José Woldenberg escribió que “lo más triste del conflicto postelectoral es la erosión de un patrimonio que compartíamos (casi) todos: La confianza en la vía y las instituciones electorales; la presunción de que habíamos alcanzado un mínimo acuerdo en un mecanismo eficiente para regular la lucha entre partidos, programas y candidatos”. (“Lo más triste”, Reforma, 17 de agosto del 2006). Mauricio Merino agregó en fecha más reciente: “Sostengo que no estamos ante una crisis política, ni mucho menos ante los desarreglos habituales de final de sexenio, sino ante la evidencia palmaria del deterioro de nuestras instituciones” encargadas de salvaguardar las elecciones (“La quiebra institucional”, El Universal, 14 octubre 2006).
Imposible anticipar cuanto durará este ciclo en el que la moral vuelve a ser el “árbol que da moras”. Difícil porque la tendencia es detectable en todo el planeta y se objetiva en esa escuela de pensamiento estadounidense que reivindica la tortura para justificar las aberraciones que están cometiéndose en la cárcel de Guantánamo, y otros lugares.
Ante ello surge el inevitable ¿qué hacer? En la historia pueden encontrarse los métodos seguidos por la racionalidad y el humanismo para combatir y contener la utilización cínica del poder. En fechas recientes podría citarse en el estudio realizado por investigadores de la Universidad Johns Hopkins sobre el costo humano de la invasión estadounidense de Irak. Seiscientos mil civiles han muerto –aseguran los investigadores-- lo que es una crítica severísima a la política neoconservadora que podría ser derrotada en las elecciones legislativas del próximo noviembre. Que el presidente George W. Bush descalificara rápidamente la metodología del estudio confirma el peso que, bajo ciertas condiciones, tiene el conocimiento.
En México podríamos recordar las lecciones del 1991 potosino. La observación ciudadana demostró el peso de metodologías bien armadas con una ciudadanía movilizada. El 2006 confirmó la necesidad de volver a poner la ética (y eso incluye las elecciones limpias y confiables) como parte de las prioridades democráticas; también demostró la insuficiencia de gritar fraude, denuncias, irregularidades o acusar de parcialidad a los medios, hay que demostrarlo con evidencia. Este enfoque tendría que adaptarse a un México con el poder descentralizado y requeriría que algunas de las fuerzas políticas creyeran en la importancia de reconstruir el piso ético de nuestra democracia. Estaría finalmente la duda de si los organismos civiles y una parte de la sociedad tienen el ánimo para regresar a un campo de batalla que se consideraba superado.
Reconozco que la propuesta es de mediano plazo, tortuosa y difícil pero, ¿existe otra alternativa?

Comentarios: Fax 56 83 93 75; e-mail:
sergioaguayo@infosel.net.mx 18/10/2006


!! Sufragio Efectivo No Imposición !!

!! AMLO Presidente Legitimo de los Mexicanos !!

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