miércoles, enero 17, 2007

Editorial Diario Libertad

Transgénicos

La crisis social --y diríase que también política-- que se agudizada por la espiral alcista en los precios de bienes y servicios de consumo básico tiene moralejas macabras: Una, la de que por subordinación, sin duda humillante, el Estado mexicano incurrió en miopía suicida al adherirse al Tratado de Libre Comercio de la América del Norte, pues ello condujo al colapso de la infraestructura productiva agrícola y ha convertido a nuestro agro literalmente en un erial. Otra moraleja es la de que mientras en Estados la producción de maíz es orientada, mediante subsidios, a un mercado creciente, el del etanol --combustible para vehículos--, en México destruimos el andamiaje del cultivo de ese grano para privilegiar la importación del transgénico estadunidense. Hoy, en EU la demanda de maíz para producir etanol es un cuello de botella que le dificulta a México adquirir la gramínea para producir tortillas. Una tercera moraleja macabra es la de que al importar maíz estadunidense, el gobierno mexicano promueve la siembra y el consumo forzado del transgénico. Ello aumenta el riesgo de contaminación transgénica del maíz mexicano, tan vinculado a nuestra identidad histórica y a la cultura consecuencial. En el colmo de la perversión e ineptitud, el gobierno socava peligrosamente una premisa mayor de la ancestral cultura mexicana: Sin maíz no hay país.

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