Ser espurio y convertirse en genocida
Por María Teresa Jardí
La historia de Fox se resume en la frase que elijo como uno de los dos títulos de esta colaboración: Llegar como esperanza y acabar como ladrón asesino. Y la historia de Felipe Calderón se puede resumir ya con el segundo de los títulos que elijo: Ser espurio y convertirse en genocida para usurpar el puesto que no ganó en las urnas.
Amnistía Internacional nace para dar a conocer la existencia de presos de conciencia en diversos lugares del mundo y para luchar por la inmediata excarcelación de aquel que ha sido detenido por sus ideas políticas.
Pero con el paso del tiempo, Amnistía se ve obligada a asumir como presos de conciencia a acusados de haber cometido homicidios. Y esto es así, a pesar de las limitaciones primeras de esa gran institución defensora de los derechos humanos, porque los gobiernos para impedir su intervención acusan a los que reprimen de haber cometido los homicidios que el gobierno comete.
El 68 mexicano de vuelta hoy en México en toda la magnitud del error que significa siempre el repetir las historias que la memoria histórica impide que se repitan en las democracias, la democracia sirve cuando impera justamente para que los pueblos no vivan la repetición de la pesadilla de la represión de manera continuada, es un buen ejemplo de las razones del cambio operado en los lineamientos de Amnistía.
Y fue, México, me atrevo a pensar, el iniciador de ese cambio en los lineamientos trazados originariamente por los creadores de Amnistía para su operación, seguido de cerca, desde luego, por Centroamérica.
Es decir, los gobiernos de México, de tanto en tanto, son promotores involuntarios de cambios internacionales de magnitudes impensadas.
Echeverría fue la punta de la lanza que logró que a los falsamente acusados de homicidio se les considerara como lo que eran en realidad: presos políticos y no como lo que quería el gobierno que fueran: asesinos, que era justamente lo que el gobierno sí era.
Y aunque Echeverría haya sido exonerado por Fox, fingiendo que abría ese expediente impune, que hoy se repite, de manera mentirosa para perdonar al compinche que hoy imita, a final de cuentas ahora ya todo el mundo sabe que Echeverría es un genocida y está destinado a morir y a ser recordado como genocida.
Y lo mismo que pasó con el homicidio va a pasar con el genocidio. Y México también está siendo la punta de lanza para los cambios internacionales que se van dando en relación con la comisión de ese aberrante delito.
Me explico, el componente del tipo del delito va cambiando y no se necesitan masacres, con cientos de miles de muertos, para demostrar el genocidio, basta con el componente de racismo para que el mismo se tipifique de manera contundente. Y ese es el aporte de los últimos gobernantes mexicanos. Ahí está Aguas Blancas, con su componente de racismo y Acteal, con tres cuartos de lo mismo, porque aunque fueran indígenas también los agresores, antes habían sido convenientemente convertidos en paramilitares y Atenco es contundente en su racismo y deseo de venganza del más corruptísimo de los gobernantes que hasta ahora habían pasado por Los Pinos y Felipe Calderón, a partir del domingo, se ha convertido en un genocida, como Echeverría, mientras Fox jugaba el papel de Díaz Ordaz, con la entrada de paramilitares de la AFP a Oaxaca.
Y sí, eso es la AFP. No nos hagamos tontos otra vez.
La AFP está integrada por escuadrones paramilitares, a los que se les ha entregado una la patente de corso para aliarse al narcotráfico en sus ratos libres, es decir, cuando los privilegiados por la corrupción del Estado --lo que incluye a los militares, a los partidos, a las Iglesias, al dúopolio televisivo, por supuesto, y a la prensa vendida-- no necesitan esos escuadrones paramilitares para reprimir al pueblo en sus protestas legítimas.
El aporte de Fox y sobre todo el de Felipe Calderón, porque Fox hace tiempo que no cuenta más que como nota sobre la corrupción de su familia, más allá de que también es diáfano que si Fox logra salvarse de la cárcel, acabará encerrado, sin ninguna duda, en un manicomio.
El aporte del espurio Felipe Calderón al derecho internacional de los derechos humanos es ya invaluable. La represión a la APPO es la clara demostración, de cara al mundo, de que no se necesita asesinar a cientos de miles para ser un gobernante genocida. Basta con ser un racista para convertirse en un genocida.
Amnistía Internacional nace para dar a conocer la existencia de presos de conciencia en diversos lugares del mundo y para luchar por la inmediata excarcelación de aquel que ha sido detenido por sus ideas políticas.
Pero con el paso del tiempo, Amnistía se ve obligada a asumir como presos de conciencia a acusados de haber cometido homicidios. Y esto es así, a pesar de las limitaciones primeras de esa gran institución defensora de los derechos humanos, porque los gobiernos para impedir su intervención acusan a los que reprimen de haber cometido los homicidios que el gobierno comete.
El 68 mexicano de vuelta hoy en México en toda la magnitud del error que significa siempre el repetir las historias que la memoria histórica impide que se repitan en las democracias, la democracia sirve cuando impera justamente para que los pueblos no vivan la repetición de la pesadilla de la represión de manera continuada, es un buen ejemplo de las razones del cambio operado en los lineamientos de Amnistía.
Y fue, México, me atrevo a pensar, el iniciador de ese cambio en los lineamientos trazados originariamente por los creadores de Amnistía para su operación, seguido de cerca, desde luego, por Centroamérica.
Es decir, los gobiernos de México, de tanto en tanto, son promotores involuntarios de cambios internacionales de magnitudes impensadas.
Echeverría fue la punta de la lanza que logró que a los falsamente acusados de homicidio se les considerara como lo que eran en realidad: presos políticos y no como lo que quería el gobierno que fueran: asesinos, que era justamente lo que el gobierno sí era.
Y aunque Echeverría haya sido exonerado por Fox, fingiendo que abría ese expediente impune, que hoy se repite, de manera mentirosa para perdonar al compinche que hoy imita, a final de cuentas ahora ya todo el mundo sabe que Echeverría es un genocida y está destinado a morir y a ser recordado como genocida.
Y lo mismo que pasó con el homicidio va a pasar con el genocidio. Y México también está siendo la punta de lanza para los cambios internacionales que se van dando en relación con la comisión de ese aberrante delito.
Me explico, el componente del tipo del delito va cambiando y no se necesitan masacres, con cientos de miles de muertos, para demostrar el genocidio, basta con el componente de racismo para que el mismo se tipifique de manera contundente. Y ese es el aporte de los últimos gobernantes mexicanos. Ahí está Aguas Blancas, con su componente de racismo y Acteal, con tres cuartos de lo mismo, porque aunque fueran indígenas también los agresores, antes habían sido convenientemente convertidos en paramilitares y Atenco es contundente en su racismo y deseo de venganza del más corruptísimo de los gobernantes que hasta ahora habían pasado por Los Pinos y Felipe Calderón, a partir del domingo, se ha convertido en un genocida, como Echeverría, mientras Fox jugaba el papel de Díaz Ordaz, con la entrada de paramilitares de la AFP a Oaxaca.
Y sí, eso es la AFP. No nos hagamos tontos otra vez.
La AFP está integrada por escuadrones paramilitares, a los que se les ha entregado una la patente de corso para aliarse al narcotráfico en sus ratos libres, es decir, cuando los privilegiados por la corrupción del Estado --lo que incluye a los militares, a los partidos, a las Iglesias, al dúopolio televisivo, por supuesto, y a la prensa vendida-- no necesitan esos escuadrones paramilitares para reprimir al pueblo en sus protestas legítimas.
El aporte de Fox y sobre todo el de Felipe Calderón, porque Fox hace tiempo que no cuenta más que como nota sobre la corrupción de su familia, más allá de que también es diáfano que si Fox logra salvarse de la cárcel, acabará encerrado, sin ninguna duda, en un manicomio.
El aporte del espurio Felipe Calderón al derecho internacional de los derechos humanos es ya invaluable. La represión a la APPO es la clara demostración, de cara al mundo, de que no se necesita asesinar a cientos de miles para ser un gobernante genocida. Basta con ser un racista para convertirse en un genocida.
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