viernes, noviembre 03, 2006

Herencia Maldita

Itinerario Político
Ricardo Alemán
02 de noviembre de 2006

Herencia maldita

¿Qué podrá ofrecer a los oaxaqueños Calderón, que llega cuestionado, sin la fortaleza de la confianza mayoritaria?
No, no se trata del título de uno de los "culebrones" noveleros de Televisa o Azteca. Tampoco es una referencia a las confrontaciones políticas de los pasados regímenes del PRI. En realidad se trata de la renovada fórmula foxista conocida por todos; el motejado ¿yo por qué?, ahora aplicado al caso Oaxaca. Fox no sólo deja el gobierno federal, sino que se va cuando en esa entidad "se le jaló la cola al tigre" del México bronco, prehistórico.
Durante semanas, el presidente Fox y su vocero se empeñaron en la retórica fácil de que el de Oaxaca era un problema que estará resuelto antes del 1 de diciembre. Más aún, a quienes se atrevían a poner en duda que esa crisis sería resuelta antes de esa fecha, se les tachaba de "aves de mal agüero", si no es que de antifoxistas. Y es que en el primer círculo de Fox no eran pocos los que aseguraban que el presidente y su operador político, Carlos Abascal, "dejarán resuelto ese problema antes del 1 de diciembre, porque la solidez del gobierno de Calderón es la prioridad".
¿De verdad era prioritario para el gobierno de Fox que Calderón arrancara sin problemas? Ver para creer. La terca realidad demostró que Fox "ya no quería queso, sino salir de la ratonera". Por eso dijo abiertamente que el suyo era un gobierno que "ya bajó la cortina", apenas días después del 2 de julio. Por eso los hombres de Calderón reclamaron "resolver el problema de Oaxaca antes de dejar el gobierno". Mensajes claros que, sin embargo, pocos quisieron ver, pero cuya contundencia demuestra que no hay sucesión de terciopelo en el cambio de poder, cuando se trata del mismo partido.
Más aún, entre los cercanos del Presidente se explica, a manera de justificación, que si no se intervino a tiempo en Oaxaca fue "para no contaminar" una elección presidencial en la que estaba en juego el triunfo de Calderón. Por eso se insiste en que "ahora corresponde al propio Calderón resolverla". Una de las muchas perlas que han ofrecido los presidentes que se van -en los tiempos sucesorios del viejo PRI-, y que no es más que la confirmación de que el legado sexenal de Fox a Calderón es una "herencia perversa", que deja los conflictos de mayor calado al que llega, porque el que se va no quiere abollar la corona.
El presidente Fox, su gobierno y, por supuesto, su secretario de Gobernación no pudieron, no quisieron, o resultaron temerosos para resolver el problema de Oaxaca. En el fondo se trata de una más de las derrotas políticas para el gobierno que se va -no la única, pero sí la más significativa, por el momento en que se produce-, que se convierte en un dardo envenenado para el gobierno que llega, que se verá atrapado en medio del más severo conflicto. Esa realidad pondrá a prueba no sólo su capacidad para reaccionar frente a las adversidades, su lealtad partidista, sino su debilitada legitimidad. ¿Qué podrá ofrecer a los oaxaqueños un gobierno como el de Calderón, que empieza, que llega cuestionado, sin la fortaleza de la confianzas mayoritaria? El problema no es menor.
Vale recordar que el naciente gobierno de Fox -entre el 2 de julio de 2000 y el mismo mes de 2001-, logró sobrevivir a los primeros meses no sólo por el bono democrático que consiguió al sacar al PRI de Los Pinos, sino porque el gobierno de Zedillo le dejó una herencia virtuosa -contra las herencias viciosas de las sucesiones del PRI-, que en el terreno político inauguraba una reforma electoral confiable y en el económico el blindaje de la economía. Así, Fox "nadó de muertito" en esa "burbuja política y económica" de la que su antecesor poco o nada se beneficio, pero que le sirvió al "gobierno del cambio" para mantenerse a flote.
Seis años después, Fox se beneficia del "blindaje económico", pero deja a su sucesor un verdadero tiradero. De esa manera se cumple una "perversa alternancia" en los procesos sucesorios mexicanos. Un presidente eficaz o medianamente eficaz para lo político, termina mal o muy mal en el terreno económico; y un presidente que entiende la economía termina mal o muy mal en lo político. Y es que a pesar de los muchos pendientes en empleo y abatimiento de la pobreza, el de Fox resultó un gobierno que "flotó" en materia económica, pero que resultó todo un desastre en el aspecto político.
Por eso, contra lo que muchos suponen, los primeros meses de Calderón se deberán dedicar a la reconstrucción del tejido político -en problemas como Oaxaca y por la cuestionada legitimidad de su gobierno-, cuando en la teoría el nuevo presidente debía fincar sus prioridades en un ambicioso proyecto económico. En el fondo, el saliente presidente Fox se habrá convertido, si no en el peor enemigo del nuevo gobierno, sí en el más grande de los obstáculos que deberá enfrentar Calderón. Por eso no resultará extraño -como ya lo advertimos en este espacio-, que los primeros cobros de facturas de Calderón se ejecuten precisamente contra Fox, cuyas incapacidades, dudas y temores ya son la peor de las herencias; una herencia maldita.



Enviado por Alfredo Martínez.

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