Convivencia
"Nunca me casé porque no tenía ninguna necesidad de hacerlo. Tengo tres animales domésticos que cumplen la misma función que un marido: un perro que gruñe por la mañana, un loro que suelta palabrotas toda la tarde y un gato que llega a casa muy tarde por la noche".
Mary Corelli
Hoy debe pasar al pleno de la Asamblea Legislativa la iniciativa que permitiría la creación de la figura de las sociedades de convivencia en el Distrito Federal. De convertirse en ley, permitiría que, a través de un contrato, pudieran establecerse sociedades legales entre personas de cualquier sexo con derechos similares a los que generan los matrimonios.
En el Congreso de Coahuila, mientras tanto, se está discutiendo una modificación al Código Civil del Estado que crearía el Pacto Civil de Solidaridad, el cual permitiría que las parejas que viven en unión libre o en concubinato, sin importar su sexo, puedan asegurar su patrimonio.
Ninguna de estas dos iniciativas permite el "matrimonio" entre homosexuales, ese que tanto temen los grupos religiosos y moralistas; pero sí el reconocimiento de que las parejas de cualquier sexo, o incluso personas que no tengan una relación de pareja pero vivan juntas, pueden otorgarse ciertos derechos de mutuo acuerdo que ahora sólo existen en matrimonios.
No veo razón alguna para impedir la creación de estas sociedades. Quienes ingresen a ellas lo harán por voluntad propia y sin hacerle daño a nadie. Oponerse al reconocimiento legal de estas relaciones sólo puede justificarse por la discriminación en contra de quienes son diferentes o viven en familias distintas a las tradicionales. Y la Constitución mexicana, en su artículo primero, prohíbe la discriminación por cualquier motivo, incluso el género o "las preferencias".
Como suele ocurrir en los debates sobre temas morales, en éste prevalece el dogma sobre la razón. Los grupos católicos argumentan que el matrimonio es un sacramento que sólo puede existir entre un hombre y una mujer. Esto ha llevado a los impulsores de estas iniciativas a omitir el término matrimonio. Pero no hay razón por la cual se deba permitir a los miembros de una comunidad religiosa establecer las reglas de convivencia civil. Los católicos pueden adoptar las reglas que quieran para los ritos de su fe, pero no pueden imponer éstos al resto de la sociedad.
Hay buenas razones para pensar que en esta ocasión la iniciativa sí será aprobada en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal. En la legislatura anterior se tenía ya una iniciativa lista para aprobarse, pero la frenó -no se sabe si por convicción moral o por conveniencia política- el entonces jefe de Gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador. En esta ocasión parece haber nuevamente un número suficiente de votos para lograr la aprobación, la cual cuenta con el respaldo del actual jefe de Gobierno, Alejandro Encinas, y el siguiente, Marcelo Ebrard.
La resistencia, que proviene principalmente del PAN, es de carácter moral. El rechazo a la homosexualidad y a los arreglos familiares diferentes a los tradicionales por parte de los panistas es proverbial. En principio esta actitud no debería ser un problema para la sociedad, ya que nadie se opone a que los panistas o los católicos mantengan los comportamientos que quieran entre ellos o en sus familias. El problema surge cuando pretenden imponer su moral al resto de los mexicanos.
En otros lugares del mundo se han venido legalizando las uniones entre homosexuales. En algunos lugares de los Estados Unidos, y en países como España y Canadá, ya las parejas del mismo sexo pueden contraer matrimonio sin ningún obstáculo. Esto no le ha hecho daño alguno a la sociedad. Las parejas de homosexuales que así lo han querido -que han sido pocas- han establecido un compromiso más firme que el que tenían. Muchas más han preferido mantener sus relaciones sin compromisos legales. El reconocimiento legal a las uniones ni ha aumentado ni ha disminuido el número de homosexuales -en caso de que ésa fuera una preocupación- ni se ve cómo pueda hacerlo.
A mí en lo personal me parece un error que en una sociedad como la mexicana, en la que tenemos tantos problemas que enfrentar, como la pobreza y la baja competitividad económica, algunos quieran que el Estado se siga dedicando a regular la vida privada de las personas. Si el matrimonio hace felices a las parejas de homosexuales, o si una sociedad de convivencia protege el patrimonio de una tía y una sobrina que han vivido juntas sin ningún vínculo amoroso, ¿por qué debemos tener leyes que lo impidan?
Espero que los diputados del Distrito Federal aprueben esta ley de convivencia. Y que los legisladores de Coahuila lo hagan también. Con ello simplemente estarían reconociendo el derecho de los mexicanos de ejercer su libertad.
Cualquier tontería
"Yo ando libre y ya digo cualquier tontería. Yo ya me voy". Estas fueron las palabras que dijo el presidente Vicente Fox antes de una entrevista con Telemundo. Según dicen, el Presidente no se dio cuenta de que tenía el micrófono puesto. Pero eso no lo exonera. De hecho, es un triste epitafio para este sexenio. Lo significativo es que el epitafio lo ha ofrecido el propio Presidente.
!!Por una sociedad más justa e igualitaria!!
"Nunca me casé porque no tenía ninguna necesidad de hacerlo. Tengo tres animales domésticos que cumplen la misma función que un marido: un perro que gruñe por la mañana, un loro que suelta palabrotas toda la tarde y un gato que llega a casa muy tarde por la noche".
Mary Corelli
Hoy debe pasar al pleno de la Asamblea Legislativa la iniciativa que permitiría la creación de la figura de las sociedades de convivencia en el Distrito Federal. De convertirse en ley, permitiría que, a través de un contrato, pudieran establecerse sociedades legales entre personas de cualquier sexo con derechos similares a los que generan los matrimonios.
En el Congreso de Coahuila, mientras tanto, se está discutiendo una modificación al Código Civil del Estado que crearía el Pacto Civil de Solidaridad, el cual permitiría que las parejas que viven en unión libre o en concubinato, sin importar su sexo, puedan asegurar su patrimonio.
Ninguna de estas dos iniciativas permite el "matrimonio" entre homosexuales, ese que tanto temen los grupos religiosos y moralistas; pero sí el reconocimiento de que las parejas de cualquier sexo, o incluso personas que no tengan una relación de pareja pero vivan juntas, pueden otorgarse ciertos derechos de mutuo acuerdo que ahora sólo existen en matrimonios.
No veo razón alguna para impedir la creación de estas sociedades. Quienes ingresen a ellas lo harán por voluntad propia y sin hacerle daño a nadie. Oponerse al reconocimiento legal de estas relaciones sólo puede justificarse por la discriminación en contra de quienes son diferentes o viven en familias distintas a las tradicionales. Y la Constitución mexicana, en su artículo primero, prohíbe la discriminación por cualquier motivo, incluso el género o "las preferencias".
Como suele ocurrir en los debates sobre temas morales, en éste prevalece el dogma sobre la razón. Los grupos católicos argumentan que el matrimonio es un sacramento que sólo puede existir entre un hombre y una mujer. Esto ha llevado a los impulsores de estas iniciativas a omitir el término matrimonio. Pero no hay razón por la cual se deba permitir a los miembros de una comunidad religiosa establecer las reglas de convivencia civil. Los católicos pueden adoptar las reglas que quieran para los ritos de su fe, pero no pueden imponer éstos al resto de la sociedad.
Hay buenas razones para pensar que en esta ocasión la iniciativa sí será aprobada en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal. En la legislatura anterior se tenía ya una iniciativa lista para aprobarse, pero la frenó -no se sabe si por convicción moral o por conveniencia política- el entonces jefe de Gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador. En esta ocasión parece haber nuevamente un número suficiente de votos para lograr la aprobación, la cual cuenta con el respaldo del actual jefe de Gobierno, Alejandro Encinas, y el siguiente, Marcelo Ebrard.
La resistencia, que proviene principalmente del PAN, es de carácter moral. El rechazo a la homosexualidad y a los arreglos familiares diferentes a los tradicionales por parte de los panistas es proverbial. En principio esta actitud no debería ser un problema para la sociedad, ya que nadie se opone a que los panistas o los católicos mantengan los comportamientos que quieran entre ellos o en sus familias. El problema surge cuando pretenden imponer su moral al resto de los mexicanos.
En otros lugares del mundo se han venido legalizando las uniones entre homosexuales. En algunos lugares de los Estados Unidos, y en países como España y Canadá, ya las parejas del mismo sexo pueden contraer matrimonio sin ningún obstáculo. Esto no le ha hecho daño alguno a la sociedad. Las parejas de homosexuales que así lo han querido -que han sido pocas- han establecido un compromiso más firme que el que tenían. Muchas más han preferido mantener sus relaciones sin compromisos legales. El reconocimiento legal a las uniones ni ha aumentado ni ha disminuido el número de homosexuales -en caso de que ésa fuera una preocupación- ni se ve cómo pueda hacerlo.
A mí en lo personal me parece un error que en una sociedad como la mexicana, en la que tenemos tantos problemas que enfrentar, como la pobreza y la baja competitividad económica, algunos quieran que el Estado se siga dedicando a regular la vida privada de las personas. Si el matrimonio hace felices a las parejas de homosexuales, o si una sociedad de convivencia protege el patrimonio de una tía y una sobrina que han vivido juntas sin ningún vínculo amoroso, ¿por qué debemos tener leyes que lo impidan?
Espero que los diputados del Distrito Federal aprueben esta ley de convivencia. Y que los legisladores de Coahuila lo hagan también. Con ello simplemente estarían reconociendo el derecho de los mexicanos de ejercer su libertad.
Cualquier tontería
"Yo ando libre y ya digo cualquier tontería. Yo ya me voy". Estas fueron las palabras que dijo el presidente Vicente Fox antes de una entrevista con Telemundo. Según dicen, el Presidente no se dio cuenta de que tenía el micrófono puesto. Pero eso no lo exonera. De hecho, es un triste epitafio para este sexenio. Lo significativo es que el epitafio lo ha ofrecido el propio Presidente.
!!Por una sociedad más justa e igualitaria!!
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