sábado, noviembre 11, 2006

La responsabilidad del pueblo

Por María Teresa Jardí

Antes, aquí también, como acaba de ocurrir en el gobierno encabezado por Bush con Donald Rumsfeld y como sucederá, todo parece indicar, con Cheney, ante la exhibición de descontento de la sociedad por la comisión generalmente reiterada de hechos delictuosos cometidos por funcionarios públicos o gobernantes incluso de primer nivel, con excepción de la del Presidente de la República, que en México se convirtió en un dios, aunque haya saltado a la vista desde el principio que los presidentes también tienen los pies de barro y lo anterior simplemente se haya debido a un mejor manejo de la política, se sacrificaba al sujeto en cuestión separándolo de la cartera donde había cometido, digamos, la trapacería.

Y el pueblo se quedaba convencido de que había sido escuchado, incluso cuando a menudo --los menos eran los casos en los que se mantenía congelado al sujeto en cuestión-- se le premiaba con una embajada o con una beca millonaria para que estudiara en el extranjero viviendo como un rey en tanto esperaba cómodamente las condiciones para su regreso, cuando no de plano se le nombraba asesor del que lo quitaba, generalmente con un salario incluso mayor que el que antes recibía.

Funcionaban con el PRI, cuando era el partido único en el gobierno, una especie de reglas no escritas que significaron el avance de la corrupción que impera, desde luego, pero que mantuvieron al pueblo sometido a los designios del Presidente de la República a lo largo de más de medio siglo.

El iniciador de la marcha atrás en esas reglas del juego fue Zedillo al meter a la cárcel al hermano del expresidente saliente para cubrir un mal manejo, de ambos, siendo ambos economistas, digamos, de la economía. Zedillo, con ese hecho, que no fue ni su único ni su más grave error a la luz del Poder Judicial que hoy no tenemos, no hay que olvidar el golpe de Estado a la Suprema Corte de Justicia que hoy se vende, desde la cabeza, al mejor postor, convirtió la procuración de justicia en venganza y acabó también con lo poco que quedaba de la Procuraduría General de la República.
Es decir, el pasado deja sentados precedentes que son difíciles de revertir en el futuro que siempre es nuestro presente.

Pongo otro ejemplo que creo que puede servir para aclarar lo que quiero decir. Marcial Maciel, el fundador de los Legionarios de Cristo, fue un pederasta protegido por el Vaticano y por la jerarquía de la Iglesia Católica en México, por años y años, incluso después de hacerse pública la primera denuncia en contra de sus crímenes horrendos, cometidos a base de abusar sexualmente de menores sobre los que tenía la custodia y eso generó, o contribuyó a generar, la doble moral que en los jerarcas y entre los fieles de alto nivel, como Abascal, impera.

Maciel pagaba para que, los que podían pararle los pies se hicieran de la vista gorda y debido a esa, digamos, compra-venta, es como la Iglesia Católica hoy está llena de pederastas y de protectores de violadores de niños.
Se corrompió la Iglesia al conocer y no actuar como debía segregando y denunciando ante la justicia ella misma a ese impresentable fulano de sus filas.
Y cómico es, aunque sea tan vergonzoso, que el Cardenal Rivera, pasto de caricaturas, se rasgue las vestiduras porque la Asamblea del Distrito Federal, tardíamente, legisla para revertir una reiterada injusticia al no reconocer los derechos y obligaciones entre las parejas homosexuales, en medio de las graves acusaciones de pederastia que lo involucran, de entrada, como protector de delincuentes probadamente comisores del crimen de violar menores, lo que además significa corromper a futuro a esos menores, quizá, no a todos, seguramente no a los que denuncian, pero sí a muchos que se convertirán en la misma cosa y que tolerarán las mismas corruptas conductas.
Y de que estas conductas, digamos, impropias, se generalicen, somos responsables los pueblos.

El yanqui, al votar por Bush, a pesar de su padre, con la Guerra del Golfo y sus muchas víctimas en el haber de ese padre también asesino hasta la náusea. Y doblemente culpable es el pueblo gringo al haber permitido que se le impusiera con un fraude, y más culpable aún al haber votado para reelegirle.

Y ni qué decir del pueblo mexicano, al que los oaxaqueños nos están poniendo el ejemplo de cómo deben actuar los pueblos, lo que se entiende muy bien por otros pueblos de la tierra, pero no todavía de manera generalizada por el mexicano.

Es inconcebible que los poblanos permitan que Mario Marín siga gobernando ese lugar, a pesar de que no deben sentir ningún respeto por ese sujeto, presumo, mal de la cabeza estará quien sienta respeto por quien se sabe, públicamente, que es llamado, por otro sujeto igual de impresentable, amigo de pederastas como Succar Kuri, "mi góber precioso", quizá, también, sentirá, por Marín como visto está que siente por Ulises Ruiz, respeto, Norberto Rivera, quien tampoco es concebible que siga como Cardenal de la Diócesis más importante de nuestra República y seguramente lo sentirán Fox y Abascal y, sin duda, Maciel, por lo que no deja tampoco de ser inconcebible que las escuelas de los Legionarios, que van de jardín de niños a cada vez más universidades, sigan teniendo alumnos sin que los padres, por lo visto se horroricen.
Es decir, los canallas existen y existirán mientras el hombre exista.

Pero los pueblos, y aunque generalizo, me refiero también a los pequeños conglomerados involucrados en casos concretos, son responsables de que las canalladas se prolonguen fomentando la existencia de nuevos canallas. Siempre pueden decir ya basta y el ejemplo invaluable del pueblo oaxaqueño es que están enseñándonos a todos a decirlo de manera pacífica y ese es el aporte también del movimiento ciudadano que alrededor de AMLO se aglutina.

!!Sufragio Efectivo No Imposición!!

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