jueves, diciembre 28, 2006

RECONOCE CALDERON HABER GANADO ILEGÍTIMAMENTE LA PRESIDENCIA DE SU PAÍS

Interesante entrevista, que nos deja ver una vez más el cinísmo de fecal.
enviada por elpedotedefecal

jueves, diciembre 28, 2006
Ana Arcos
BBC Mundio
28 de diciembre de 2006
"No es argumento suficiente para que yo renuncie al cargo"
En entrevista con BBC Mundio, el Presidente de México Felipe Calderón reconoció haber ganado de manera ilegítima la Presidencia de su país.
A la salida de su residencia oficial, Los Pinos, la cual dejará por una semana para tomar vacaciones junto a su familia fuera del Distrito Federal, el Presidente aceptó que cuentan con fundamento las dudas que gran parte de la opinión pública ha expresado sobre la legitimidad de su mandato.
"Esas dudas cuentan con un fundamento, y eso hay que reconocerlo; de nada nos serviría querer tapar el sol con un dedo".

-¿Quiere decir que su gobierno reconoce ser producto de una elección cuestionable?- se le preguntó.
-Es que hasta mi victoria me la han cuestionado... Mira, en algo estamos muy claros y es en que la política es confusa. Lo que se permite, lo que no se permite... No hay nadie que sea capaz de dibujar esa frontera. ¿Tú puedes? ¡Nadie puede!

-Su manera de entender la política fue criticada desde que estaba usted en campaña...
-Desde mi campaña he sido muy cuestionado, eso es cierto y hay que decirlo; he sido muy cuestionado, muy atacado como ningún otro candidato. Entonces yo digo: que sea parejo para todos lados, ¿no?

-En los meses anteriores fueron vertidas críticas severas en contra de los demás candidatos; críticas que incluso partían de usted.
-Sí, pero no es lo mismo; conmigo ha sido más dura la agresividad. Mira: eso ya debería haberse terminado. Las campañas ya se terminaron, pero a mí hay gente que todavía me persigue, gente que va a donde yo voy con el único fin de insultarme, de lesionarme moralmente cuando yo nada les he hecho. ¿Qué les he hecho? ¡Nada! Y ellos me dicen Fecal, me mientan la madre, me dicen cosas muy feas que es mejor no repetir.

-¿Cuáles cree que sean las razones que tiene la gente para comportarse así con usted?
-Que están locos, es la única respuesta. Están locos, les han lavado el cerebro, han leído cosas falsas o han tenido pláticas indebidas.

-¿Usted es presidente sólo por una formalidad legaloide o lo es de manera legítima?
-Usted machaca mucho con eso de la legitimidad por...

-Porque soy periodista.
-Yo fui muy cuestionado y fui y seré siempre cuestionado porque yo no gané de manera legítima. Hubo algunas imperfecciones en algunas casillas, hubo y hay y seguirá habiendo dudas, y moriremos teniendo dudas; pero déjeme decirle que dudas todos las tenemos. Eso es normal. En esta vida todo es dudoso, lo único seguro que tenemos es la muerte. La vida es dudosa y más dudosa la política.

-En cuanto a la campaña...
-Yo me basé en una campaña que fue muy cuestionada incluso por gente de mi partido, pero que a final de cuentas dio un resultado y eso es lo que un partido espera: que sus asesores den resultados.

-Un resultado doloroso para el país, cuyos sentimientos quedaron partidos, desgarrados.
-Pero eso es como dicen en la guerra, es daño colateral. Lo importante es que triunfamos. En mi pueblo decían "haiga sido como haiga sido" y yo soy el presidente, duélale a quien le duela y haiga sido como haiga sido.

-¿La ilegitimidad de su mandato no lo obliga moralmente a renunciar a él?
-No, no, no; estemos claros: yo soy el presidente y la legitimidad o no legitimidad no es argumento suficiente para que yo renuncie al cargo. Yo tengo un compromiso que cumplir más allá de lo legítimo. Mucha gente se la jugó por mí...

-Esa gente también es cuestionada.
-Pues deje de cuestionarla, para que ya no esté tan cuestionada.

-Habíamos empezado por tocar el tema de la campaña agresiva y las elecciones irregulares...
-Mi campaña no fue agresiva -corta determinante Calderón-. Mi campaña fue elaborada por profesionistas exitosos en su ramo, gentes de primerísimo nivel; gentes de nivel mundial. Ya hubieran querido los otros candidatos un asesor de imagen como el que yo tuve. Mi publicista (un gringo, Dick Morris, usted ha oído hablar de él) es rubio y sonrosado: un triunfador. Es altivo y obeso; tan enorme como una pelota de playa. Siento predilección por los hombres obesos (mire a Carstens), en eso me parezco a el Julio César de Shakespeare; pero mi gordo (Morris) es astuto como un Casio. Se cree un nuevo Maquiavelo, y probablemente lo sea. Empero, yo mismo soy astuto; nadie podría engañarme.

Felipe Calderón no se alza gran cosa sobre el suelo. Parece más delgado que en las fotos que conocía de él, pero su cabeza es gorda, esponjosa, como de hule espuma. Hule espuma, también, por lo porosa: su morena piel aparece accidentada -desde su juventuda, supongo- por el acné; la salpican cráteres lunares. Del escaso cabello apenas tuve noticia. La amplia frente brillaba con el sol, y el brillo me impedía observar los pensamientos que bajo ella transcurrían. De los hombres calvos se ha dicho que son más inteligentes que el ser humano promedio; pero, como sabemos, esto es falso.

-Hubo denuncias de que la campaña de Morris se basó en mentiras.
-¿Pero quién dice eso? ¡Los comunistas!

Es moreno y chiquito: un muñequito de pan.
-Lo dijo Ciro Gómez Leyva, en un programa de Televisa.
-Sí, pero se le salió sin querer queriendo...
Cabeza grande y cuerpo mínimo: será fácil de representar para los caricaturistas.

-Ciro en realidad es mi amigo y me apoya, pero por esa época él también se dejó influenciar por los comunistas.
"Con él ya no tengo problemas, se ha portado muy bien últimamente y en este mundo al que se porta bien le va bien. Pero sigo teniendo problemas con otros..."

-¿Cuáles otros?
-Con otros, unos cuantos, pero no importa, mire... Es el problema con ustedes los periodistas. Con quienes buscan la verdad, ¿qué es eso? Si no lo sabe, ¿cómo va a reconocerla? Sólo se reconoce lo una vez conocido.

El Presidente usa unas gafas de aro finísimo, casi dorado, casi transparente, que tiemblan tanto como su mirada.

-La verdad no tiene un solo color -prosigue-. Es de muchos colores. Salga al campo y dígame usted misma. ¿A qué le llamamos amarillo? ¿El sol es amarillo? ¿Segura? ¿Verdad que por la tarde ya no es tan amarillo? El amarillo es a veces verde, ¿se ha fijado? El amarillo cambia de color. El rojo es rojo sólo a ratos. El naranja no existe, excepto en ciertos sueños... El azul desentona con todo lo demás. El blanco, el negro... son ilusiones ópticas. Eso está científicamente demostrado; pregúntele a mis secretarios y le van a decir que tengo la razón".
"Usted me puede ver chaparrito, pelón y de lentes; pero yo me veo fuerte, grande, con mirada de águila. Y ahora que he comprado la lealtad del Ejército, soy más alto y más fuerte y más robusto que nadie".

"Yo creo que usted es fea, pero si estos idiotas me dejaran calmar esta sed que sólo cura el vino y nunca el agua; si me dejaran beber, comenzaría a verla a usted hermosa, se lo juro".

A una seria mirada de su esposa, una mujer enjuta, pequeña como él, que ensombrecía el último rincón de la calle, el Presidente de México, que se había ido expandiendo hasta casi tocarme, se contrajo para de nueva cuenta ser el muñequito de pan de mi primera mirada.

"En la política no hay verdad. El político es un producto, una mercancía; un poco cara, y eso debo decirlo -sonrió, o movió la boca-; pero más caro sería que la política cayera en manos no profesionales. Como mercancía que es, el político se debe a sus publicistas, antes que al manoseado fantasma que los comunistas llaman "pueblo". Esa palabra me ahoga. La otra, "publicista", me convierte, me convierte en algo mejor o peor de lo que soy. El publicista es un artista. El publicista es un mago. El publicista es -Dios me perdone- Dios: toma un puñado de barro y lo eleva a la altura de hombre; pone pelo en él; pone huesos, uñas, carne; le forma un nuevo corazón y le da cuerda, como a un reloj. O, mejor dicho, no le da cuerda: le pone pilas nuevas. El publicista es Cristo y ha fundado la nueva fe de nuestros días. Por la labor del publicista abeja, creo que Carlos Loret de Mola es un periodista valiente; creo que Carlos Slim es un lloroso filántropo; creo que Elba Esther Gordillo se preocupa por los afiliados a su sindicato; creo que Jorge Castañeda es honrado, además de un gran pensador; creo que Enrique Krauze es un historiador de a de veras; creo que Norberto Rivera atiende los asuntos de Dios. Creo que Angélica Vale es fea cuando me dicen que lo es, y bella cuando dicen que ha dejado de ser fea. ¿Te has fijado que nos referimos a los actores y cantantes de Televisa como "los artistas de Televisa"? Anota un triunfo más para el publicista. Si cantan mal, eso no importa, ya ni siquiera cantar es necesario: todo lo hace una máquina".

"Los pobres no existen, me lo ha dicho en un susurro el publicista: que ningún político debe hablar de los pobres. Si me quedo callado y los demás también, habremos ganado la batalla contra la pobreza. Es un hábito pre-moderno. Me refiero a mentarlos, aunque también la pobreza es pre-moderno hábito".
"El Estado es inútil, me lo ha dicho gritando el publicista; pero, de nuevo en un susurro, comparte conmigo el secreto que todos conocen: que el rico nos amparará a los políticos sólo si juramos entregarle, progresiva e imperceptiblemente, y a un muy bajo precio, las propiedades estatales. Esto tiene un curioso fin: demostrar la falsedad de los libros de Economía que la gente da por buenos. Pero ¿quién se dara cuenta de la falsedad de los economistas? ¡Nadie! Porque el publicista pone una cara bella al frente de esos libros".
"La corrupción quedó en el pasado, lo sabe el publicista. Sabe también que no es así. El publicista tiene tres rostros, como Vishnu; cada una de sus bocas comunica un saber. La boca que me habla -la de la derecha- dice que la corrupción se acabó con la entrada del PAN al gobierno de México; la boca de en medio les dice a los priistas que el PRI nunca fue corrupto; la de la izquierda dice que, cuando llegue el PRD, terminará, ahora sí, la corrupción. Las tres bocas callan lo mismo y voy a callarme yo también".

El pecho de Calderón latía violentamente, por el esfuerzo de hablar sin haber satisfecho la sed. Ahora pienso que a ese efuerzo su cuerpo agregaba otro: el de no hablar de más.
Se habían ido acercando al Presidente su cejijunta esposa y tres hombres muy altos de uniforme.
-Tenemos que marcharnos, señor presidente-le ordenó uno de ellos.
-Ya voy, ya voy-contestó molesto Calderón.

Yo recibí de mejor modo el anuncio. Era un favor que le había estado pidiendo al cielo desde que Calderón empezó a hablar. Me sentía incómoda, escocida, tan ansiosa de un trago como el Presidente.

En la calle, la gente que reconocía el automóvil presidencial injuriaba al célebre pasajero. Arrojaban cucharas de plástico, vasos de unicel, cosas pequeñas que iban encontrando en su camino. Dos o tres de los proyectiles dieron contra el techo del auto, pero la mayoría de tales objetos no estuvo ni un poco cerca.

Me oculté bajo mi gabardina. Agaché la cabeza. Había estado junto a él y pensé que, no sé, que alguien me haría algo. Caminé más de prisa. Sentí miedo.

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