martes, diciembre 26, 2006

"...Revolución como el verdadero espíritu navideño

B.Brandon de Diáspora Latina, nos envía esta reflexión:


Navidad, natividad, el nacimiento de un ser santo y poderoso. No hay que ser cristiano para reconocer que el Jesús cuyo nacimiento celebran los cristianos en esta época del año fue un ser santo y poderoso, que trabajó a lo largo de su corta vida para 'revolucionar' los tiempos, mundos sin fin. Vino a cumplir los principios perennes, como lo son la verdad, el amor, la belleza y sí, la paz. Como revolucionario al fin, amenazaba el status quo, el concepto de 'todo igual que siempre' de su época, porque con cada palabra, exigía un cambio fundamental no en los principios perennes sino en el modo en que se conciben, se entienden, se utilizan. Por esta razón, junto a los tantos que amenazan ese concepto de 'todo igual que siempre,' lo metieron preso, lo torturaron, y lo asesinaron en un modo horrible. no muy lejos de lo que pasa en Guantánamo y Abu Ghraib...

A menudo la forma sencilla de ver las cosas es la mejor. Ayer como hoy, la costumbre era de usar palabras sencillas pero maquillarlas y vestirlas en modas diferentes, lo que hoy en día llamamos el giro o marco de los temas. De este modo se podía tomar una palabra como 'paz' y en su nombre, ir a la guerra 'por' la paz. Se podía afirmar que todos los hombres han nacido iguales, y bajo la protección de este hermoso principio asegurar el tratamiento desigual basado en raza, nacionalidad, género, o incluso preferencia sexual. En el nombre del amor universal, se pudiera diseminar el odio por todas las esquinas del planeta.

Los conceptos siempre estuvieron, puros y supremos como los vio Platón, pero lo que se hizo en aquel entonces y lo que continúa haciéndose fue lo que Jesús quiso cambiar; quería 'revolvere' que es el latín para revolver, del cual proviene el término revolución; darle vuelta a algo sobre su eje y regresar al principio. Buscaba el Jesús nazareno un cambio en el paradigma, es decir, un cambio fundamental en la forma en que las cosas se ven o se vislumbran.

Mientras escribo estas palabras este 23 de diciembre del año 2006, millones van de compras para celebrar un día sagrado honrando la vida de un hombre que nació en la pobreza y que se pasó la mayor parte de su vida predicando sin reconocimiento, sin asiento en senado o congreso, sin título oficial o tésis doctoral universitaria. Millones más morirán hoy y mañana y en el día de navidad y el día después, incluyendo a bebés recién nacidos, simplemente porque no tienen lo que se necesita para mantenerse vivos, mientras otros intercambiarán regalos que muchas veces no tienen sentido y entrarán en una celebración orgiástica de comida. En los EEUU, muchos harán peligrar su misma existencia económica, el pago de sus deudas, su salud, en este frenesí por celebrar unas 'felices pascuas.'

Para aquellos que desean la verdad, la paz, el amor y la justicia para todos, consideremos entonces el espíritu de este hombre de Galilea y las cosas que lo preocuparon. Es verdad que solamente tenemos representaciones pálidas de lo que dijo, ya que nunca publicó un libro, y todo lo que dijo fue recogido por mensajeros humanos y traducido, y en una traducción siempre se pierde algo. Aún así podemos deducir de los escritos imperfectos de sus seguidores su mensaje verdadero.

En uno de sus discursos más famosos, que se conoce como el Sermón de la Montaña, bendice a aquellos que tienen hambre y sed de justicia, y promete que serán saciados; y bendice asimismo a los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bendice a los misericordiosos que alcanzarán misericordia, y a los pacificadores, porque serán llamados hijos de Dios.

Vivimos en tiempos terribles cuando más que nunca necesitamos la fortaleza para buscar la justicia, la misericordia, la paz. Tiempos en los cuales, a falta de líderes con principios, tenemos que ser nuestros propios líderes. Jesús dijo que había venido a cumplir y no a abrogar la ley, la ley eterna, esa ley que no se puede ni disfrazar ni enmarcar ni enmascarar. Es hora de que exifamos que la ley, sin giros bonitos ni marcos convenientes, se cumpla hasta su última jota y tilde. Que exijamos el fin a la muerte, y a la tortura, y a la guerra y el obsceno lucro proveniente de la misma, que exijamos un fin a la pobreza en todos sus disfraces, y que exijamos también el castigo justo a todos aquellos que a diario violan la ley. Que pidamos, como lo hizo el nazareno, una verdadera revolución. Solamente entonces podremos llamarnos hijos del espíritu.

Unas fiestas con conciencia y espíritu revolucionario para cada uno de ustedes, mis hermanos y hermanas..."

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