I
Que la forma de organización política en México es democrática antójase falacia a la luz de los hechos contundentes y lapidarios de la realidad.
Para empezar, el gobierno de México no es del pueblo. Dicho de otro arreo, el pueblo no participa en la conformación del gobierno. El pueblo no gobierna.
Tampoco participa en diseñar y aplicar las políticas del gobierno. Su sentir y su parecer, aparentemente expresado en las urnas, no es incorporado en el quehacer gubernamental.
Sin embargo, pese a que el pueblo no gobierna, se simula --mediante el proceso electoral-- que tiene voz en el ejercicio del poder formal. Esta es la realidad más cruda.
El gobierno, al no ser del pueblo, tampoco es de muchos ni de multitudes ni mucho menos de todos. Es un gobierno de unos cuantos. El gobierno en México es de una minoría.
Minoría electoral, por un lado; minoría política, por otro. Felipe Calderón fue elegido --en lo formal-- por una minoría de 15 millones de un total de casi 72 millones.
Para algunos mexicanos, eso es democracia: que los votantes --en este caso, unos 42 millones-- hayan repartido sus sufragios entre cinco candidatos "oficiales".
Esos candidatos oficiales tiene este carácter porque, según la ley, fueron postulados por partidos políticos y no por la ciudadanía organizada independientemente.
II
Las candidaturas independientes a la Presidencia de la República, pese a su insoslayable constitucionalidad, fueron rechazadas por los tribunales, incluyendo la Suprema Corte.
La argumentación jurídica de ese rechazo es dudosísima, rayana en la sofistería y el doble lenguaje leguleyo que responde, desde luego, a una exégesis duplicitaria.
Ello señala, precisamente, que en México la democracia como forma general de organización política no existe. Lo que existe es otra cosa, a nuestro ver monstruosa.
En efecto. Lo que existe es una simulación que sustituye a la democracia como forma general de organización política por una forma electoral de democracia. Ello es un verismo
Esa forma electoral tiene vicios de origen --como el del rechazo a las candidaturas independientes, entre muchos otros-- que se reproducen a sí mismos. Es un ritual falso.
Esto nos conduce a la percepción de muchos mexicanos de que la atomización del sufragio comicial entre cinco candidatos "oficiales" es una muestra de democracia real.
Es, precisamente, lo opuesto. ¿Por qué? Porque el "triunfador" no es, en realidad tal, en el sentido de que al "triunfar" recibe un mandato de la ciudadanía en pleno.
No. Recibe un mandato sólo de quienes votaron por él, como es el caso del señor Calderón. Los demás votantes, un grueso mayoritario, le negaron su voto; es decir, su anuencia.
III
¿Significado de ese hecho factual del desenlace electoral del 2 de julio? Uno muy profundo: don Felipe "triunfó" en una lid que ignora el meollo de la democracia como forma general.
Y ese meollo vero de la democracia como forma general de organización política es el de la representatividad que deviene de un consenso social y un mandato ciudadano amplio.
Así, don Felipe --quien al decir del Tribunal Electoral obtuvo medio punto porcentual más que Andrés Manuel López Obrador-- lleva únicamente el mandato de sus votantes.
Presidente, pues, de minoría. Quienes no votaron por él y sí por otros candidatos y aquellos que se abstuvieron de votar son mayoría. Y no han salido a la calle a apoyarlo.
Por supuesto, aduciríase, esas son las reglas de un juego al que todos los candidatos aceptaron someterse. Pero ello no le otorga representatividad a quien resulte triunfador.
Trátase, no huelga subrayarlo, de representatividad moral, distinta de la jurídica, en el contexto de una realidad política en la que el andamiaje legal difiere del social.
Ese hecho --15 millones a favor, 27 millones en contra-- no es, de modo alguno, fidelidad democrática. Aplícase el rasero no sólo a don Felipe, sino a a todos los candidatos.
Asúmase sin conceder que el señor López Obrador hubiese sido declarado Presidente Electo por medio punto porcentual (o más). ¿Qué ocurriría? Tampoco tendría un mandato pleno.
Tendría don Andrés Manuel, como lo tiene don Felipe, un mandato parcial, el de sus votantes, aunque el total de éstos habría sido, según ciertos cálculos, de 18 a 21 millones.
Glosario:
Lid: Lucha, combate o enfrentamiento.
Rayana: Semejante o muy parecido a algo.
faustofeles1@yahoo.com.mx
http://www.diariolibertad.org.mx
http://elgritodelpueblo.blogspot.com
Que la forma de organización política en México es democrática antójase falacia a la luz de los hechos contundentes y lapidarios de la realidad.
Para empezar, el gobierno de México no es del pueblo. Dicho de otro arreo, el pueblo no participa en la conformación del gobierno. El pueblo no gobierna.
Tampoco participa en diseñar y aplicar las políticas del gobierno. Su sentir y su parecer, aparentemente expresado en las urnas, no es incorporado en el quehacer gubernamental.
Sin embargo, pese a que el pueblo no gobierna, se simula --mediante el proceso electoral-- que tiene voz en el ejercicio del poder formal. Esta es la realidad más cruda.
El gobierno, al no ser del pueblo, tampoco es de muchos ni de multitudes ni mucho menos de todos. Es un gobierno de unos cuantos. El gobierno en México es de una minoría.
Minoría electoral, por un lado; minoría política, por otro. Felipe Calderón fue elegido --en lo formal-- por una minoría de 15 millones de un total de casi 72 millones.
Para algunos mexicanos, eso es democracia: que los votantes --en este caso, unos 42 millones-- hayan repartido sus sufragios entre cinco candidatos "oficiales".
Esos candidatos oficiales tiene este carácter porque, según la ley, fueron postulados por partidos políticos y no por la ciudadanía organizada independientemente.
II
Las candidaturas independientes a la Presidencia de la República, pese a su insoslayable constitucionalidad, fueron rechazadas por los tribunales, incluyendo la Suprema Corte.
La argumentación jurídica de ese rechazo es dudosísima, rayana en la sofistería y el doble lenguaje leguleyo que responde, desde luego, a una exégesis duplicitaria.
Ello señala, precisamente, que en México la democracia como forma general de organización política no existe. Lo que existe es otra cosa, a nuestro ver monstruosa.
En efecto. Lo que existe es una simulación que sustituye a la democracia como forma general de organización política por una forma electoral de democracia. Ello es un verismo
Esa forma electoral tiene vicios de origen --como el del rechazo a las candidaturas independientes, entre muchos otros-- que se reproducen a sí mismos. Es un ritual falso.
Esto nos conduce a la percepción de muchos mexicanos de que la atomización del sufragio comicial entre cinco candidatos "oficiales" es una muestra de democracia real.
Es, precisamente, lo opuesto. ¿Por qué? Porque el "triunfador" no es, en realidad tal, en el sentido de que al "triunfar" recibe un mandato de la ciudadanía en pleno.
No. Recibe un mandato sólo de quienes votaron por él, como es el caso del señor Calderón. Los demás votantes, un grueso mayoritario, le negaron su voto; es decir, su anuencia.
III
¿Significado de ese hecho factual del desenlace electoral del 2 de julio? Uno muy profundo: don Felipe "triunfó" en una lid que ignora el meollo de la democracia como forma general.
Y ese meollo vero de la democracia como forma general de organización política es el de la representatividad que deviene de un consenso social y un mandato ciudadano amplio.
Así, don Felipe --quien al decir del Tribunal Electoral obtuvo medio punto porcentual más que Andrés Manuel López Obrador-- lleva únicamente el mandato de sus votantes.
Presidente, pues, de minoría. Quienes no votaron por él y sí por otros candidatos y aquellos que se abstuvieron de votar son mayoría. Y no han salido a la calle a apoyarlo.
Por supuesto, aduciríase, esas son las reglas de un juego al que todos los candidatos aceptaron someterse. Pero ello no le otorga representatividad a quien resulte triunfador.
Trátase, no huelga subrayarlo, de representatividad moral, distinta de la jurídica, en el contexto de una realidad política en la que el andamiaje legal difiere del social.
Ese hecho --15 millones a favor, 27 millones en contra-- no es, de modo alguno, fidelidad democrática. Aplícase el rasero no sólo a don Felipe, sino a a todos los candidatos.
Asúmase sin conceder que el señor López Obrador hubiese sido declarado Presidente Electo por medio punto porcentual (o más). ¿Qué ocurriría? Tampoco tendría un mandato pleno.
Tendría don Andrés Manuel, como lo tiene don Felipe, un mandato parcial, el de sus votantes, aunque el total de éstos habría sido, según ciertos cálculos, de 18 a 21 millones.
Glosario:
Lid: Lucha, combate o enfrentamiento.
Rayana: Semejante o muy parecido a algo.
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!!AMLO Presidente Legítimo de los Mexicanos!!
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