sábado, diciembre 09, 2006

DESAFÍO - Rafael Loret de Mola

*La Fuerza del Mando
*Peligroso Malestar
*De Elites Militares


Queda claro que el presidente de México, hasta hoy, dista mucho de ser el mero mandatario del pueblo soberano. No obedece, que tal sería su función, en medio de un revoltijo de contradicciones semánticas. ¿A quién seguir cuando se estima que las mayorías son determinadas por una franja minoritaria del veinte por cierto delos ciudadanos empadronados? Al mismo tiempo, las protestas, siempre, se concentran en niveles supuestamente minoritarios por lo que se constituyen en irrelevantes per se. Todo ello, claro, de acuerdo a las interpretaciones sumarias con las que se substituye el análisis objetivo de la realidad.

El presidente, lo hemos dicho en reiteradas ocasiones, no es fuerte sólo por el hecho de serlo. Nadie lo es, ni siquiera los dictadores que pierden su estatus en cuanto dejan de tener los controles en las manos; por eso, tarde o temprano, caen sin remedio aunque se han dado excepciones. Los españoles de hoy, por ejemplo, no se perdonan que Franco haya muerto en su cama sin haber soltado las riendas de la opresión. No obstante el “caudillo” que aplastó a la República ibérica perdió, al fin, el duelo con la historia.

En los prolegómenos de su accidentada asunción presidencial, Felipe Calderón, rehén de innumerables facturas por pagar, fue sometido a las presiones de quienes consideraban tener derecho a obtener posiciones y canonjías como supuestos garantes de la estabilidad. Los barruntos de tormenta que han acompañado al michoacano desde el controvertido proceso electoral de julio pasado obligaron a éste a suscribir alianzas y acuerdos con no pocos personajes con sustentos en el pasado.

Uno de los síntomas de mayor riesgo fue, sin duda, el reacomodo de los mandos militares, incluyendo a la Armada de México, un terreno poco conocido y explorado por el nuevo titular del Ejecutivo federal formado, más bien, en la burocracia partidista y por ende ajeno a los planos castrenses, tan cerrados, en los que se respetan sólo raigambre y jerarquía. No se olvide, insisto mucho en este punto, que en nuestro país la formación de los oficiales e infanterías ha sido liberal por esencia, considerándose que cualquier forma de conservadurismo debe interpretarse como n severo retroceso. De allí que fuera sorprendente la tersura de la transición en 2000 tras el triunfo de una derecha exultante.

Con esta condición, el presidente Calderón, adalid de la continuidad aunque ponga distancia respecto al foxismo predador, debió sortear la dificultad de acceder a la condición de “comandante supremo de las Fuerzas Armadas” sin contar con elementos de control suficientes, ni siquiera en términos de lealtad asegurada, dejándose guiar únicamente por los currículums oficiales en donde, claro, se omiten, en buena medida, los episodios controvertidos. Por supuesto, las historias negras también le llegaron... por la vía de las competencias, esto es en pleno forcejeo entre generales y almirantes. Por esta razón, desde luego, debió rectificar, dos y hasta tres veces, en las horas anteriores al fin del plazo previsto.

Así, casi a ciegas, adentrado en un terreno que no conoce ni mide, quedó en manos de la superioridad castrense y al amparo de la institucionalidad y del concepto de la misma por parte de las jerarquías militares. En pocas ocasiones había sido tan evidente la vulnerabilidad de un “mandatario” mexicano quien insiste en contar, porque así lo dicen as encuestas, con el reconocimiento de casi el 80 por ciento de los mexicanos. Las mediciones oficiales, siempre, trastocan la realidad.


Debate

Así las cosas, el pasado 30 de noviembre, último día para anunciar nombramientos, se dio por descontada la designación del general Juan Alfredo Oropeza como secretario de la Defensa Nacional y del almirante Raúl Santos Galván Villa como titular de la Marina. En el último caso, en una rápida jugada de ajedrez político, Galván Villa fue ascendido desde su condición de vicealmirante con la debida autorización del Senado de la República con lo que se dejaba libre la vía para el nombramiento final, con el consenso del señor Calderón.

Pese a ello, sin explicaciones de ningún género, en cuestión de minutos se dieron los revires y las rectificaciones: el general Guillermo Galván Galván fue el señalado para encabezar el antiguo ministerio de guerra y el almirante Mariano Francisco Saínez Mendoza ocupó la titularidad de la Secretaría de Marina desplazando a quien tenía en la bolsa, de hecho, el cargo. Por cierto, sólo en la perspectiva de la Armada fueron notorias las causas del cambio: los almirantes no aceptaron que, como sucedió seis años atrás al llegar el señor Fox a la Presidencia, un vicealmirante los rebasara por el mero capricho del mandatario quien, de esta manera, pretendía garantizarse la lealtad de un secretario ascendido ex professo. Y Calderón, por supuesto, debió rectificar sobre sus propios pasos. De nada sirvieron, por tanto, la intervención del Senado y las negociaciones laterales obligadas para no empantanar la designación respectiva.

Respecto al mando de las fuerzas terrestres debe anotarse que, en la fase final del régimen anterior, fue muy claro el distanciamiento del general Clemente Ricardo Vega García hacia el “comandante supremo”, entonces el señor Fox, a causa de los propósitos fallidos por endosarle al ejército la responsabilidad de reprimir a los movimientos civiles desbordados en Oaxaca, más bien anarquizantes, y sobre todo cuanto podría devenir de un posible enfrentamiento con los incondicionales de Andrés Manuel López Obrador quienes mantenían al zócalo capitalino como una especie de botín de guerra a mediados de septiembre y a muy pocas horas del programado y tradicional desfile militar.

Incluso, el señor Fox se hizo acompañar del general Vega a una gira al sureste del país desde donde lanzó una de sus últimas provocaciones a los manifestantes sin encontrar suficiente eco en el general secretario quien insistió en que el “plantón” en la capital del país no debía observarse como una afrenta al ejército nacional. En corto, sus expresiones fueron más duras.


El Reto

En 1982, al asumir la Presidencia Miguel de la Madrid, los mandos militares exigieron nuevas condiciones en cuanto a su trato con el gobierno civil. En alguna ocasión, quien fuera secretario privado de aquel mandatario, el hoy diputado convenenciero Emilio Gamboa, me refirió que durante todo el primer año de ese sexenio las presiones de los mandos fueron extremos y de alta peligrosidad para la estabilidad del país. Y, al final de cuenta, los arreglos subterráneos se dieron sin mayores contratiempos.
No está de más señalar que en el lapso apuntado se evidenció la infiltración de algunos sectores del ejército por parte de las mafias del narcotráfico cuya crecida fe impresionante en esos años. No es difícil, en esta perspectiva, atar cabos y establecer consecuencias.

En resumidas cuentas, ¿cuáles serán los costos a futuro de la lealtad castrense a un “mandatario” débil y como tal vulnerable? La pregunta puede incluso parecer subversiva a algunos timoratos.


La Anécdota

En tiempos de Luis Echeverría, ahora en el banquillo, fue cuando se determinó invertir millonadas en la capacitación de elite de los elementos del Estado Mayor Presidencial. Uno de éstos, me explicó en su momento:
--Cada uno de nosotros es capaz de contener a, cuando menos, a diez soldados de nuestro ejército.

Fue evidente que, bajo presión, aquel mandatario optó por asegurarse la lealtad de sus propios custodios frente al acecho de los mandos militares. Y así lo expresó, sin requiebros, a algunos gobernadores incómodos por la suficiencia de los militares al servicio del presidente:

--Si los corro –apuntó Echeverría-, ¿quién me va a proteger de ellos? Recuerden que saben todos los movimientos de Los Pinos y no podemos tenerlos sueltos.
Un capítulo que no está cerrado.
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Web: www.rafaelloretdemola.com

!!AMLO Presidente Legítimo de los Mexicanos!!

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