*El Liderazgo Olvidado
*Un Canciller Enamorado
De las magras herencias del pasado inmediato las de la política son, sin duda, las más señaladas y costosas. De allí los tormentosos saldos de la asunción presidencial y la mala imagen internacional que derivó de la misma desde finales de noviembre pasado. La mayor parte de los presidentes invitados declinó a última hora y en los rotativos del exterior se planteó cuanto podría resistir el socorrido “blindaje” financiero de continuar la parálisis política exacerbada por las intolerancias en el Legislativo y la conducción sectaria del timón de la República.
La controvertida llegada de Francisco Javier Ramírez Acuña, ex gobernador de Jalisco, a la secretaría de Gobernación –designación que le convierte, de arranque, en el “delfín” para la sucesión presidencial-, fue vista como un mensaje para exaltar la dureza sobre la negociación, un estilo que, desde luego, ha sido recurrente y, en algunos casos, con dinámica represiva extrema. No olvidemos, entre otros, el lapso de Miguel de la Madrid, el presidente que acabó cediendo al chantaje de su ministro, el señor de Bucareli, Manuel Bartlett, quien además de dio el lujo de sugerir fortalecer la figura del presidente, esto hacerla “fuerte”, considerando su peso como símbolo para aglutinar; fue ésta, por fortuna, una proyección fallida porque Bartlett no llegó siquiera a alcanzar la nominación partidista en pro de la Primera Magistratura.
Ramírez Acuña, cuya fama de represor se acrecentó tras la significativa, sobre todo para él, Cumbre Iberoamericana celebrada en mayo de 2004 en Guadalajara alrededor de la cual concentró sus propias apuestas –por un lado propició el “destape” de Calderón y por el otro exhibió su mal talante al aprehender y torturar a los globalifóbicos manifestantes-, ha pedido una especie de tiempo de gracia, extendido a tres meses –esto es hasta fines de febrero de 2007-, para mostrar, dijo, su verdadero perfil con resultados prácticos. De esta declaración cabría desprender que si las cosas no mejoran para entonces, el secretario conflictivo optará por la retirada; otra cosa sería atentar contra su propia palabra.
No es la primera vez que planteamientos similares llevan a la ruina política a sus emisores. Esteban Moctezuma Barragán, designado para el mismo cargo por el doctor Ernesto Zedillo, sólo duró unos meses en funciones al ser arrollado por su propia impericia luego de concentrar todos sus afanes en el conflicto chiapaneco dejando al garete todos los demás espacios de la política interior. El tremendo error de cálculo se tradujo en una severa ausencia de cohesión que acaso habilitó y extendió la riña personal entre dos tabasqueños, el gobernador Roberto Madrazo, puesta su cabeza en oferta, y el rebelde Andrés Manuel López Obrador cuya relevancia, a partir de este punto, fue de índole nacional con todas las consecuencias conocidas.
De allí que se desconfíe de la capacidad de Ramírez Acuña, además con acentos hacia el nepotismo inocultables, para atemperar el crispado ánimo general por una vía que no sea la del acecho, primero, y la persecución, después, en uso de la parafernalia del poder. Para colmo, a través de la historia, y no sólo la patria, los fundamentalismos de la derecha no se han preciado de ser conciliadores ni tolerantes; mas bien lo contrario. Aunada a la anterior condición, la urgencia de superar la debilidad y a vulnerabilidad consiguiente del maltratado “primer mandatario” obliga a la toma de medidas extremas que, por supuesto, no confluyen hacia las tolerancias mutuas.
Hacia dentro, el presagio no puede ser más alarmante.
Debate
Uno de los hechos incontrovertibles sobre el deterioro de la imagen mexicana en los foros internacionales es la pérdida del liderazgo latinoamericano que ejerció, de hecho, durante varias décadas. Quizá el punto que marcó el inicio del quebranto fue la penosa condición de cabildero del gobierno de Washington que ejerció Miguel de la Madrid, sobre todo cuando boicoteó, en 1986, hace ya veinte años, el proyecto del entonces mandatario argentino, Raúl Alfonsín, de crear un “club de deudores” para oponerse a los acreedores inmorales.
Luego vendría una secuela de traspiés que se hicieron más evidentes durante administración foxista cuyos altibajos iniciaron con la designación de Jorge Castañeda, arropado por un minúsculo grupo de “intelectuales” acomodaticios, como canciller mexicano a pesar de un perfil inconsistente hasta en lo ideológico, esto es sin definiciones precisas sobre formación y destino personales. Poco a poco, como en la perspectiva interna, se llegó a la crispación y en los casos de Cuba y Venezuela a la ruptura “de facto” con dilapidación del prestigio mexicano en materia de no intervención, uno de los principios inalienables de la Doctrina Estrada en pro de la autodeterminación de los pueblos.
De allí que, una y otra vez, los diplomáticos reparados como tales y no por efecto de los reacomodos de índole política, clamaran por la llegada a la titularidad de la Secretaría de Relaciones Exteriores de un “profesional de carrera”. La flamante canciller, Patricia Espinosa Castellanos, lo es luego de haberse desempeñado como embajadora de México en Alemania, Austria, Eslovenia y Eslovaquia, puntos sin duda relevantes y estratégicos de la geopolítica universal.
Pese a lo anterior, la señora Espinosa fue designada presidente del Instituto Nacional de la Mujer durante el régimen anterior, cargo ajeno a la diplomacia y con enorme contenido social y también político si consideramos cuanto se relaciona con la violencia de género y la excepcional difusión sobre el tema a partir de la estigmatizada Ciudad Juárez –en donde, por cierto, el número de asesinatos contra mujeres, deplorables claro, es muy inferior a la media que se registra en algunas naciones del primer mundo, España entre ellas en donde ya se contabilizan 62 víctimas en lo que va del año-.
La designación de la nueva canciller, por tanto, está plena de ambivalencias.
El Reto
Desde luego se menciona que el gabinete del señor Calderón no es “paritario” en el sentido de que sólo un 20 por ciento de los cargos han quedado en manos de mujeres. Ello nos lleva a pensar que, con precipitado afán, el mandatario optó por designar a las damas en cuestión –además de la señora Espinosa, Josefina Vázquez Nava en Educación, Georgina Kessel Martínez en Energía y Beatriz Zavala Peniche en Sedesol-, por no dejar de cubrir las facturas femeninas. Pero ello, desde luego, sería muy injusto si observamos el currículum vitae de las señoras Vázquez Nava y Kessel, amén, claro, el del de la canciller Espinosa.
Puede decirse que, en términos generales, las designaciones fueron adecuadas. Los desafíos planteados deben verse desde una perspectiva distinta. Por ejemplo, el de la señora Espinosa debe centrarse en el imperativo de recuperar si no el liderazgo latinoamericano sí, cando menos, el antiguo prestigio de la diplomacia mexicana, zanjando las agrestes controversias, incluso con aquellos gobernantes, como el reelecto Hugo Chávez, controvertidos desde el punto de vista político. Insisto: la clave de la convivencia pacífica entre naciones civilizadas es el respeto mutuo y no las radiografías oficiosas sobre el devenir interno de cada una.
Tal es el gran reto para Patricia Espinosa.
La Anécdota
A mediados de 2002, en el cenit del régimen foxista, el mandatario mexicano llegó a China para una de las visitas consideradas “claves” hacia el futuro; y, al descender del avión presidencial, se dio cuenta de que el Canciller, entonces Jorge Castañeda, no estaba en su sitio. Preguntó, inquieto, sobre su paradero y un ujier le respondió:
--Nos dijo que le llamaría después; se fue con la periodista.
Y es que el funcionario, enamoradiza, optó por darle un plantón al presidente antes de perderse la calidez de un cuerpo femenino.
¿Se requiere de algo más para explicar las fuentes del increíble deterioro de la imagen de la diplomacia mexicana?
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Web: www.rafaelloretdemola.com
La controvertida llegada de Francisco Javier Ramírez Acuña, ex gobernador de Jalisco, a la secretaría de Gobernación –designación que le convierte, de arranque, en el “delfín” para la sucesión presidencial-, fue vista como un mensaje para exaltar la dureza sobre la negociación, un estilo que, desde luego, ha sido recurrente y, en algunos casos, con dinámica represiva extrema. No olvidemos, entre otros, el lapso de Miguel de la Madrid, el presidente que acabó cediendo al chantaje de su ministro, el señor de Bucareli, Manuel Bartlett, quien además de dio el lujo de sugerir fortalecer la figura del presidente, esto hacerla “fuerte”, considerando su peso como símbolo para aglutinar; fue ésta, por fortuna, una proyección fallida porque Bartlett no llegó siquiera a alcanzar la nominación partidista en pro de la Primera Magistratura.
Ramírez Acuña, cuya fama de represor se acrecentó tras la significativa, sobre todo para él, Cumbre Iberoamericana celebrada en mayo de 2004 en Guadalajara alrededor de la cual concentró sus propias apuestas –por un lado propició el “destape” de Calderón y por el otro exhibió su mal talante al aprehender y torturar a los globalifóbicos manifestantes-, ha pedido una especie de tiempo de gracia, extendido a tres meses –esto es hasta fines de febrero de 2007-, para mostrar, dijo, su verdadero perfil con resultados prácticos. De esta declaración cabría desprender que si las cosas no mejoran para entonces, el secretario conflictivo optará por la retirada; otra cosa sería atentar contra su propia palabra.
No es la primera vez que planteamientos similares llevan a la ruina política a sus emisores. Esteban Moctezuma Barragán, designado para el mismo cargo por el doctor Ernesto Zedillo, sólo duró unos meses en funciones al ser arrollado por su propia impericia luego de concentrar todos sus afanes en el conflicto chiapaneco dejando al garete todos los demás espacios de la política interior. El tremendo error de cálculo se tradujo en una severa ausencia de cohesión que acaso habilitó y extendió la riña personal entre dos tabasqueños, el gobernador Roberto Madrazo, puesta su cabeza en oferta, y el rebelde Andrés Manuel López Obrador cuya relevancia, a partir de este punto, fue de índole nacional con todas las consecuencias conocidas.
De allí que se desconfíe de la capacidad de Ramírez Acuña, además con acentos hacia el nepotismo inocultables, para atemperar el crispado ánimo general por una vía que no sea la del acecho, primero, y la persecución, después, en uso de la parafernalia del poder. Para colmo, a través de la historia, y no sólo la patria, los fundamentalismos de la derecha no se han preciado de ser conciliadores ni tolerantes; mas bien lo contrario. Aunada a la anterior condición, la urgencia de superar la debilidad y a vulnerabilidad consiguiente del maltratado “primer mandatario” obliga a la toma de medidas extremas que, por supuesto, no confluyen hacia las tolerancias mutuas.
Hacia dentro, el presagio no puede ser más alarmante.
Debate
Uno de los hechos incontrovertibles sobre el deterioro de la imagen mexicana en los foros internacionales es la pérdida del liderazgo latinoamericano que ejerció, de hecho, durante varias décadas. Quizá el punto que marcó el inicio del quebranto fue la penosa condición de cabildero del gobierno de Washington que ejerció Miguel de la Madrid, sobre todo cuando boicoteó, en 1986, hace ya veinte años, el proyecto del entonces mandatario argentino, Raúl Alfonsín, de crear un “club de deudores” para oponerse a los acreedores inmorales.
Luego vendría una secuela de traspiés que se hicieron más evidentes durante administración foxista cuyos altibajos iniciaron con la designación de Jorge Castañeda, arropado por un minúsculo grupo de “intelectuales” acomodaticios, como canciller mexicano a pesar de un perfil inconsistente hasta en lo ideológico, esto es sin definiciones precisas sobre formación y destino personales. Poco a poco, como en la perspectiva interna, se llegó a la crispación y en los casos de Cuba y Venezuela a la ruptura “de facto” con dilapidación del prestigio mexicano en materia de no intervención, uno de los principios inalienables de la Doctrina Estrada en pro de la autodeterminación de los pueblos.
De allí que, una y otra vez, los diplomáticos reparados como tales y no por efecto de los reacomodos de índole política, clamaran por la llegada a la titularidad de la Secretaría de Relaciones Exteriores de un “profesional de carrera”. La flamante canciller, Patricia Espinosa Castellanos, lo es luego de haberse desempeñado como embajadora de México en Alemania, Austria, Eslovenia y Eslovaquia, puntos sin duda relevantes y estratégicos de la geopolítica universal.
Pese a lo anterior, la señora Espinosa fue designada presidente del Instituto Nacional de la Mujer durante el régimen anterior, cargo ajeno a la diplomacia y con enorme contenido social y también político si consideramos cuanto se relaciona con la violencia de género y la excepcional difusión sobre el tema a partir de la estigmatizada Ciudad Juárez –en donde, por cierto, el número de asesinatos contra mujeres, deplorables claro, es muy inferior a la media que se registra en algunas naciones del primer mundo, España entre ellas en donde ya se contabilizan 62 víctimas en lo que va del año-.
La designación de la nueva canciller, por tanto, está plena de ambivalencias.
El Reto
Desde luego se menciona que el gabinete del señor Calderón no es “paritario” en el sentido de que sólo un 20 por ciento de los cargos han quedado en manos de mujeres. Ello nos lleva a pensar que, con precipitado afán, el mandatario optó por designar a las damas en cuestión –además de la señora Espinosa, Josefina Vázquez Nava en Educación, Georgina Kessel Martínez en Energía y Beatriz Zavala Peniche en Sedesol-, por no dejar de cubrir las facturas femeninas. Pero ello, desde luego, sería muy injusto si observamos el currículum vitae de las señoras Vázquez Nava y Kessel, amén, claro, el del de la canciller Espinosa.
Puede decirse que, en términos generales, las designaciones fueron adecuadas. Los desafíos planteados deben verse desde una perspectiva distinta. Por ejemplo, el de la señora Espinosa debe centrarse en el imperativo de recuperar si no el liderazgo latinoamericano sí, cando menos, el antiguo prestigio de la diplomacia mexicana, zanjando las agrestes controversias, incluso con aquellos gobernantes, como el reelecto Hugo Chávez, controvertidos desde el punto de vista político. Insisto: la clave de la convivencia pacífica entre naciones civilizadas es el respeto mutuo y no las radiografías oficiosas sobre el devenir interno de cada una.
Tal es el gran reto para Patricia Espinosa.
La Anécdota
A mediados de 2002, en el cenit del régimen foxista, el mandatario mexicano llegó a China para una de las visitas consideradas “claves” hacia el futuro; y, al descender del avión presidencial, se dio cuenta de que el Canciller, entonces Jorge Castañeda, no estaba en su sitio. Preguntó, inquieto, sobre su paradero y un ujier le respondió:
--Nos dijo que le llamaría después; se fue con la periodista.
Y es que el funcionario, enamoradiza, optó por darle un plantón al presidente antes de perderse la calidez de un cuerpo femenino.
¿Se requiere de algo más para explicar las fuentes del increíble deterioro de la imagen de la diplomacia mexicana?
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Web: www.rafaelloretdemola.com
!!AMLO Presidente Legítimo de los Mexicanos!!
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