Curiosa es la inmoral moral de la democracia mexicana, la que considera no sólo "necesario" sino "hasta ético" poner IVA en medicamentos, en alimentos, en colegiaturas y en libros, pero defiende el derecho de "los pobres" a que los "nutritivos" refrescos o el tabaco no paguen impuestos.
Curiosa es la inmoral moral de la democracia mexicana, la que considera no sólo "necesario" sino "hasta ético" poner IVA en medicamentos, en alimentos, en colegiaturas y en libros, pero defiende el derecho de "los pobres" a que los "nutritivos" refrescos o el tabaco no paguen impuestos.
Mucho nos hablan de institucionalidad y democracia, en tanto las instituciones de la democracia niegan la posibilidad de abrir nuevas cadenas de televisión abierta ante la presión del dúopolio telecrático que es, a fin de cuentas, quien toma ya las decisiones políticas en el México de "las instituciones democráticas".
Así funciona el cinismo de nuestra clase política, la que evidentemente tiene más interés en mantener los privilegios de potenciales financiadores electorales, que buscar privilegiar el "derecho a la salud" de unos cuantos, a una sana nutrición que no esté obligada a consumir refrescos como sustitutos de la fruta o la leche que son lujos en algunos casos inalcanzables para una mayoría ciudadana en condiciones de carencia económica.
Esa es la misma moral que una y otra vez se ha negado (al ejercicio bien democrático) de recontar los votos de la jornada electoral del 2 de julio pasado, a pesar de las "inconsistencias" (fraude, en castellano, para que se entienda) reconocidas hasta por el bien recompensado TRIFE.
Subjetividades represivas que confunden la doble moral con la ética y que fomentan un sistema de consumo sustentado en la mentira, en la verdad a medias y en una peligrosa apuesta a la ignorancia como instrumento de control opresivo. Son esas subjetividades las mismas que afirman sin empacho que Hugo Chávez es un dictador, pero se olvidan de informar el hecho de que ese supuesto dictador, por más terrible que pudiera ser como político, ha sido votado por su pueblo y bajo la presión imperialista y ante el mundo entero se han recontado una y otra vez los votos, además de que el mundo tiene la certeza de que el resultado de su elección no fue provisto por un programa suministrado por su cuñado o familiar alguno del supuesto dictador, como en el caso de nuestra bananera democracia se hizo para hacer ganar a Calderón.
"No hay democracia posible donde existen monopolios", sostenía la Corte Interamericana, principio al que se han sumado (supuestamente) los países miembros de la OEA, es decir, no hay justificación democrática para cerrara la posibilidad a un particular o colectivo a tener una cadena de televisión abierta. Pero eso es allá en las democracias y no en el México de la "Democracia Corporation S.A.", donde lo que menos importa es el derecho soberano de los pueblos a decidir su propio destino. ¡Vaya tontería!, a quién se le ocurre semejante disparate en un sistema donde "el poder" de los menos decide por el "bienestar" de los más.
Curiosa es la inmoral moral de la democracia mexicana, la que considera no sólo "necesario" sino "hasta ético" poner IVA en medicamentos, en alimentos, en colegiaturas y en libros, pero defiende el derecho de "los pobres" a que los "nutritivos" refrescos o el tabaco no paguen impuestos.
Mucho nos hablan de institucionalidad y democracia, en tanto las instituciones de la democracia niegan la posibilidad de abrir nuevas cadenas de televisión abierta ante la presión del dúopolio telecrático que es, a fin de cuentas, quien toma ya las decisiones políticas en el México de "las instituciones democráticas".
Así funciona el cinismo de nuestra clase política, la que evidentemente tiene más interés en mantener los privilegios de potenciales financiadores electorales, que buscar privilegiar el "derecho a la salud" de unos cuantos, a una sana nutrición que no esté obligada a consumir refrescos como sustitutos de la fruta o la leche que son lujos en algunos casos inalcanzables para una mayoría ciudadana en condiciones de carencia económica.
Esa es la misma moral que una y otra vez se ha negado (al ejercicio bien democrático) de recontar los votos de la jornada electoral del 2 de julio pasado, a pesar de las "inconsistencias" (fraude, en castellano, para que se entienda) reconocidas hasta por el bien recompensado TRIFE.
Subjetividades represivas que confunden la doble moral con la ética y que fomentan un sistema de consumo sustentado en la mentira, en la verdad a medias y en una peligrosa apuesta a la ignorancia como instrumento de control opresivo. Son esas subjetividades las mismas que afirman sin empacho que Hugo Chávez es un dictador, pero se olvidan de informar el hecho de que ese supuesto dictador, por más terrible que pudiera ser como político, ha sido votado por su pueblo y bajo la presión imperialista y ante el mundo entero se han recontado una y otra vez los votos, además de que el mundo tiene la certeza de que el resultado de su elección no fue provisto por un programa suministrado por su cuñado o familiar alguno del supuesto dictador, como en el caso de nuestra bananera democracia se hizo para hacer ganar a Calderón.
"No hay democracia posible donde existen monopolios", sostenía la Corte Interamericana, principio al que se han sumado (supuestamente) los países miembros de la OEA, es decir, no hay justificación democrática para cerrara la posibilidad a un particular o colectivo a tener una cadena de televisión abierta. Pero eso es allá en las democracias y no en el México de la "Democracia Corporation S.A.", donde lo que menos importa es el derecho soberano de los pueblos a decidir su propio destino. ¡Vaya tontería!, a quién se le ocurre semejante disparate en un sistema donde "el poder" de los menos decide por el "bienestar" de los más.
¡Presos políticos libertad!
¡Alto a la represión!
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