Gobierno capitalino
Ayer concluyó el lapso en que Alejandro Encinas, jefe de Gobierno del Distrito Federal desde el 3 de agosto del año pasado, desempeñó el Poder Ejecutivo ganado en las urnas por Andrés Manuel López Obrador. Hoy asumirá ese cargo Marcelo Ebrard, que hace cinco meses ganó la elección local con diferencia irrefutable, veinte puntos por encima de su más cercano contendiente.
La capital de la República tiene un inequívoco talante perredista. El PRD ha obtenido la jefatura de Gobierno las tres veces que se ha puesto a votación, a partir de 1997. Ha ganado la mayor parte de las jefaturas delegacionales y las diputaciones locales: hoy, 14 de las 16 delegaciones son gobernadas por miembros de ese partido, y en 36 de los 40 distritos triunfaron en julio pasado candidatos perredistas (como lo hicieron también 28 que contendieron en el total de 30 distritos federales).
Es conjeturable que el desempeño de una autoridad es calificado por los votantes en cada elección. De ser verdad esta hipótesis puede afirmarse que ha crecido el asentimiento capitalino a los gobiernos perredistas. López Obrador ganó su cargo en 2000 con 38.3 por ciento de los votos contra 33.4 por ciento de Santiago Creel, mientras que Ebrard obtuvo 47.13 por ciento contra 27.58 de Demetrio Sodi. Como es obvio, no se puede eliminar del análisis de esas cifras el efecto que los candidatos presidenciales ejercieron sobre la decisión de los votantes locales.
López Obrador renunció a su cargo al finalizar julio de 2005, y en su lugar fue elegido por la Asamblea legislativa el secretario de Gobierno Encinas, el funcionario de mayor experiencia en el Gobierno de la ciudad, pues fue secretario del Medio Ambiente bajo Cárdenas y Rosario Robles, y en el quinquenio siguiente se desempeñó como secretario de Desarrollo Económico y subsecretario de Gobierno, antes de sustituir en mayo de 2003 a José Agustín Ortiz Pinchetti. Durante un año su desempeño fue universalmente aplaudido ya que, no estando como su ex jefe y antecesor, sujeto a las vicisitudes de la contienda política directa, pudo distender la relación con el Gobierno Federal y los estatales vecinos. Encontró la ubicación correcta, que le permitió dar continuidad a las tareas públicas, mantener lealtad a sus convicciones políticas y a López Obrador y al mismo tiempo desplegar su identidad propia. Afectó su ejercicio, sin embargo, el plantón que durante mes y medio interrumpió el tránsito en el eje Reforma-Zócalo. No estando de acuerdo con la medida, se abstuvo de descalificarla y jugó su prestigio a no ceder ante el autoritarismo que clamaba por desalojar las vías obturadas mediante la fuerza pública.
Ahora entrega el Gobierno capitalino a Ebrard. Éste, como un gran número de perredistas, fue miembro del PRI, y como tal secretario de Gobierno en el primer trienio en que la jefatura del Departamento correspondiente corrió a cargo de Manuel Camacho. El 13 de octubre de 1995, tres días después de haber cumplido 36 años de edad, renunció a su filiación priista, en consonancia con la actitud de Camacho, que le había abierto las puertas de la vida pública después de haber sido su profesor en el Colegio de México, y con quien compartió después iniciativas como el Partido del Centro, del que fue candidato al Gobierno capitalino hace seis años. El 15 de marzo de 2000 declinó su candidatura a favor de López Obrador, con quien lo identificaba su común denuncia sobre el Fobaproa: como diputado independiente (elegido en 1997 en la lista del Partido Verde) Ebrard fue con Dolores Padierna un resuelto impugnador del rescate bancario, que también ha sido bandera del presidente legítimo según lo designó la Convención Nacional Democrática.
López Obrador lo atrajo a su gabinete como secretario de Seguridad Pública en febrero de 2002 y se solidarizó con él cuando lo depuso el presidente Fox en diciembre de 2004, tras los linchamientos de Tláhuac, por los que se intentó seguirle causa penal. Durante unos meses secretario de Desarrollo Social, renunció para ganar en diciembre pasado la candidatura del PRD al Gobierno capitalino al entonces senador Jesús Ortega, jefe de la poderosa corriente Nueva Izquierda.
Activo participante y promotor de la resistencia civil pacífica, la que considera espurio al presidente Calderón, Ebrard está en el trance de definir la relación que su Gobierno tendrá con el Federal. Cuenta en su contra la capitis deminutio que padece el gobernante capitalino, la insuficiencia de sus funciones, su dependencia de decisiones del Ejecutivo federal. Reza el artículo 10 del Estatuto de Gobierno del Distrito Federal que el procurador de justicia local será nombrado por el jefe, Ebrard en este caso, "con aprobación del Presidente de la República". Es más embarazoso, si cabe, el caso del Secretario de Seguridad Pública pues según el artículo 14 del propio Estatuto, de acuerdo con lo previsto en el artículo 122 de la Constitución, "corresponde al Presidente de la República el mando de la fuerza pública en el Distrito Federal, y la designación del servidor público que la tenga a su cargo, a propuesta del jefe de Gobierno del Distrito Federal".
O sea que Ebrard deberá someter el nombramiento de su procurador a la autoridad presidencial y proponerle quién sea el secretario de Seguridad Pública, para que Calderón lo designe. Más vale que se acaten esas disposiciones (y se pugne por eliminarlas de la legislación) para que los nombrados no queden en posición jurídica precaria.
!!AMLO Presidente Legítimo de los Mexicanos!!
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