lunes, diciembre 11, 2006

PLAZA PÚBLICA - Miguel Ángel Granados Chapa

Perdonavidas

La bancada del PRI en la Cámara de Diputados perdonó la vida al presidente de la Mesa Directiva Jorge Zermeño. Lo puso primero en jaque y le infundió el santo temor de Dios necesario para que el legislador coahuilense acudiera a explicarse (no a pedir disculpas, dijo) ante la fración que ocupa el tercer lugar por la suma de sus miembros. Dejó satisfechos a los priistas, que retiraron el veredicto de ejecución que estaba formulando.

Es comprensible que así ocurra. El grupo priista en San Lázaro tiene derecho de vida y muerte sobre los panistas. No se lo arrogó unilateralmente, sino que lo recibió en bandeja de plata de la fracción albiazul. El PAN quería, a toda costa, que uno de los suyos encabezara el Congreso en este periodo, último y primero de los sexenios presididos por miembros de su partido. Quería estar seguro de que la respuesta al último informe del Ejecutivo saliente, el uno de septiembre y la entrega de la banda al entrante, tres meses después estuviera a cargo de un miembro del PAN, como garantía de que las ceremonias se realizaran cumplidamente. En costosa paradoja, estuvo dispuesto a pagos onerosos por actos que a la postre fueron privados de la prestancia imaginada.

Según la norma, y la mecánica parlamentaria, al grupo panista en la Cámara, por ser el más numeroso, tocaba este año presidir la Junta de Coordinación Política. Así lo decía la Ley Orgánica del Congreso. En consecuencia, a la segunda fuerza correspondía –como ocurrió en las dos legislaturas anteriores—el otro cargo de dirección en San Lázaro, la Presidencia de la Mesa Directiva. Pero el PAN quería esa posición. Y ante la imposibilidad de ejercer ambas, y su decisión de marginar de esos niveles a la fracción perredista, pactó con el PRI, carente de derecho para optar por uno de esos lugares, la entrega de uno de ellos, la coordinación de los coordinadores. Y hasta empujó la reforma legal que hiciera menos burda la maniobra. El nombramiento de Zermeño, por lo tanto, se debe al PAN y al PRI. ¿Por qué la bancada tricolor tendría que renunciar a la posibilidad de quitar la vida si la tiene para darla?.

Las expresiones más delicadas de la crisis postelectoral que han tenido lugar en la Cámara han sido deliciosas para los legisladores priistas. Han sacado provecho de su infortunio político y no sólo actúan como bisagra sino que han hecho del grupo panista, mayor en número, un dependiente suyo, que actúa dentro de los márgenes señalados por el antiguo partido dominante. Los legisladores priistas, muy orondos, sientan plaza de sensatos, de prudentes. Y aun de patriotas, como quisieron presentarse el uno de diciembre, portando banderitas de papel como niños bien portados. Hasta que llegaron al recinto fue verdad que habría quorum y se cumpliría ese requisito del rito.

Manlio Fabio Beltrones, a sabiendas del valor de su producto, lo anunció al protagonista de aquel viernes que iba a ser muy divertido según había dicho, y se hizo agradecer la decisión: los priistas acudirían a recibir la protesta, pues son institucionales. Sin embargo, no dejaron (Beltrones y su igual en San Lázaro, Emilio Gamboa) de deslizar recomendaciones: que el acto de haga fuera del palacio legislativo o del salón de plenos; que no acuda a el saliente, que ya nada tiene que hacer, en la simpleza ciudadana a que queda reducido a partir del último minuto del 30 de noviembre). Fueron desoídos y, por añadidura, se sintieron ofendidos por la destemplada actuación de Zermeño que no obstante su saber parlamentario y jurídico se ha dejado llevar por las pasiones y se ha encolerizado con más frecuencia de la tolerable.

Entonces el PRI sintió oportuno recordar al grupo panista y al mismo Presidente de la Mesa que, así como estuvo en sus manos la decisión de dar vida a Zermeño como director de los debates, sigue en ellas la posibilidad de mantenerlo o derribarlo. El martes cinco ofreció una muestra de lo que podría ocurrir. De buenas a primeras, llamándose ofendidos, sus diputados se marcharon de la sala y convidaron con su conducta a seguirlos a otras fracciones, como la del PRD, proclive a unirse a sugerencias de esa naturaleza. Se rompió el quorum y quedó en el aire la amenaza nada sutil de que podría irse más lejos. Para evitarlo Zermeño se sinceró con los priistas y el jueves obtuvo su misericordia. Pudo gobernar la Cámara ese día sin problema. Los tendrá de nuevo cuando lo juzgue necesario o pertinente la bancada de que depende su tranquilidad.

No es extraño que el PRI y el PAN pacten acuerdos. La pecularidad de la actual situación es que, desde su debilidad, el PRI establece las reglas del juego, es el factor dominante. Por azares, impericias y conveniencias, el PAN poderoso, primer lugar en número de senadores y de diputados, dos veces ganador de la Presidencia, es una fuerza en sí misma insuficiente que necesita de vejigas tricolores para nadar. Juntos lo pueden todo: decretar que no ha lugar a nombrar un gobernador sustituto en Oaxaca porque no han desaparecido los poderes, o convertir en procurador de la República al jefe de la policía que violó derechos humanos en Atenco y en aquel estado. Su actuación conjunta es posible porque ambos ejercen un pragmatismo sin fronteras y, en situaciones límite, tampoco acotado por escrúpulos. Pero en esa sociedad de mutua conveniencia el antiguo partido hegemómico lleva ventaja :si un día el mando priista amanece malhumorado, ¡tiemble el PAN, o muéstrese dispuesto a pagar la supervivencia!

!!AMLO Presidente Legítimo de los Mexicanos!!

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