*Presidente Reprobado
*Tiempo para Prometer
Se va, se va. Y los gobernados nos quedamos... con un palmo de narices. Recuerdo que en el arranque de la administración federal ahora en fase de finiquito adelantamos una sentencia: a Vicente Fox se le exigiría mucho más que a cualquiera de sus antecesores por haber emergido de una cruzada popular, sólida y emocionante, destinada a modificar drásticamente las estructuras de un gobierno inmoral. Aquel despertar de conciencias y el imperativo de luchar por un cambio político estructural elevaron al protagonista central al Olimpo del poder con el mayor capital político que mandatario alguno haya tenido. Y hoy, sencillamente, debe responder por ello.
Los sondeos de opinión, por supuesto, exhiben por sí los vicios que se dan en la interrelación entre contratante y empresa: hablan de un alto nivel aprobatorio para el presidente cuyo fracaso no será paliado por la inauguración de la presa “El Cajón” ni por los repetidos eslogans sobre una presunta democratización basada en la exacerbación de los usos facciosos de la mano de un sectarismo desbordado y reacio a la búsqueda de acuerdos. Precisamente el mayor de los fracasos de Fox es éste: entregar la casa puesta a su cuidado colapsada por los bárbaros destrozos de los fundamentalismos. No fue así como la recibió muy a pesar de cuanto dijo, con tono de vehemencia inolvidable, para descalificar al “viejo régimen” y asegurar la primera alternancia en la conducción del gobierno federal. En una sola jornada despertamos bajo una autocracia feroz y anochecimos bajo la euforia de una democracia impoluta. Y con esta base se construyó la espiral demagógica más notable de nuestra historia.
¿Dónde están los defensores del señor Fox, fuera de los acomodados dentro del sector gubernamental que han bebido de la fuente del poder? Los tibios argumentos que se usan para exaltarlo, entre ellos la estabilidad financiera y el consiguiente blindaje, tienen su origen en el priísmo hegemónico que debió someterse a los lineamientos del exterior para corregir los grandes agujeros negros de la economía. No hay antecedente de un mandatario tan eficaz para saludar con sombrero ajeno: ¿o acaso hizo algo para modernizar a la democracia? Más bien dejó las cosas como estaban y por ello, claro, fue imposible destrabar los candados de la ingobernabilidad. De allí que el proceso comicial último se diera bajo las antiguas reglas, legado de un priísmo tantas veces rechazado, semánticamente, por la derecha en fase de ascender. ¿Quién mintió entonces desde un principio?
Resulta también por demás significativo que, al intentar justificarse, Vicente arguya, posiblemente aconsejado por la consorte más poderosa de cuantas han habitado la casa presidencial –llegó a hablarse de un cogobierno para explicar el funcionamiento de una vicepresidencia de facto basada en a ausencia de carácter del titular del Ejecutivo-, que la democracia y sólo ésta es causa de la polarización social profunda y llegue a más, esto es desafiando a un Congreso crispado, al insistir en que la perspectiva de división honda “es feliz” demostración de fuerza democrática. Por ello, muy contento, está listo para encarar a los legisladores a la hora de entregar la banda tricolor. Hasta el final reta, provoca, infama. ¿Puede esperar flores en su despedida?
Debate
No encuentro, insisto, a quienes integran el conglomerado de aprobadores del señor Fox. No hay quien pueda sostener, con argumentos y no con brotes pasionales circunstanciales, que su labor fue positiva ante la ausencia notoria de resultados y el derroche millonario, sin antecedentes también, para publicitarse, complacido por la autoexaltación, aunque riña con la más elemental lógica.
Sin duda debe concluirse que la demagogia daña más, mucho más que la corrupción. En el sexenio de Salinas, visto como el engendro del mal y padre de todas las mafias a decir del encendido Andrés Manuel López Obrador quien recorre toda la gama del histrionismo, se ideó la manera, con los aportes de la iniciativa privada, de realizar obras públicas para atemperar el dolor político por la usurpación consumada. Cualquiera que viaje por carretera podrá constatarlo aun cuando, en su fuero interno, no admita justificante alguno contra los saldos ominosos de aquella administración que culminó sobre la sangre política inútilmente derramada. La corrupción fue extrema como también lo fue en el periodo, por ejemplo, de Miguel Alemán durante el cual se habló de reelección para “premiar” al mandatario por su incansable labor constructiva. Por supuesto, al mismo tiempo, llenó de oro los bolsillos de sus socios, incluyendo los comunicadores que crecieron al amparo del tantos años sostenido monopolio televisivo.
La demagogia no construye ni siquiera para hacer rendir más las alianzas soterradas. Miente siempre en ausencia de conducción y de gobierno. Ganan, sí, quienes ocupan los espacios vacíos. Por eso hoy nuestros multimillonarios ganaron puntaje, por demás notable, en la relación de las mayores fortunas del planeta... como si se hubiera generado mayor riqueza nacional.
El demagogo estima, una y otra vez, ser el centro de todo y como tal recipiendario permanente de la gratitud colectiva. Por eso, a falta de proyectos propios, rendidores, opta por las campañas publicitarias encendidas por los autoelogios que aguijonean con falacias los espíritus adormecidos de los desinformados. Me imagino a éstos como a los caballos de los picadores que andan “felices” por el ruedo, con los ojos vendados, hasta que sienten el rigor de los pitones sobre el pobre “blindaje” de un peto deshilachado. Es entonces cundo llega la hora de los tumbos y el dolor. Así los mexicanos guiados por Fox.
En México, contra el discurso recurrente del mandatario falaz, está dándose una profunda descomposición política que ya se refleja entre los observadores del exterior. Si antes para ellos era inexplicable la resistencia de la sociedad ante la resistencia del sistema monopartidista, ahora el galimatías se da a través de un hecho grotesco: se habla de tres presidentes si bien se admite que quien debió estar en ejercicio hasta el último día de noviembre, el señor Fox, sólo tiene peso publicitario y se mantiene ausente, de hecho. La farsa deviene en sarcasmo con cada mexicano convertido en hazmerreír global.
El Reto
Siempre he creído que los mexicanos, en su conjunto, tenemos cierta propensión al masoquismo. Por eso puede explicarse le sostenimiento de la antigua dictadura priísta bajo la capa del conformismo; también, la resistencia frente a los usos de la demagogia y la sexenal entronización de las “primeras familias” que se sienten y son intocables por efecto de una notable deformación política.
Pero no creo que seamos tontos, tanto como para abonar las falacias publicitarias sin detenernos ante la realidad y sopesar las diferencias extremas entre el punto de partida, hace seis años con la exaltación de la fe por el cambio, y el cierre ominoso ante las evidencias dañinas de los fundamentalismos, de derecha e izquierda, encontrados. La ruina, podríamos decir, de una democracia que no fue y ni siquiera quedó en esbozo. Quizá por ello, el designado sucesor de Vicente insiste en que deberá partir desde cero para acreditar sus ofertas públicas.
¿Quién, por favor, puede avalar a Fox en esta perspectiva?
La Anécdota
Dialogué con Vicente Fox, en el despacho presidencial, en mayo de 2001. El hombre se veía cansado, tras la presentación de su único “informe trimestral” –la idea nació muerta-, y relajado como si el trabajo ya hubiera culminado a media tarde. Hablamos de sus orígenes políticos y de los compromisos contraídos con la ciudadanía. De pronto, como si se tratara de un acto de contrición profundo, exclamó:
--Esos, los del PAN, quería que no prometiera nada. ¿Y si no prometía cómo diantres íbamos a ganar?
Aquella sentencia me permitió descubrir el nivel de error de los mexicanos al elegirlo. La pesadilla, gracias a Dios, está por terminar. ¿O apenas empieza?
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Web: www.rafaelloretdemola.com
Los sondeos de opinión, por supuesto, exhiben por sí los vicios que se dan en la interrelación entre contratante y empresa: hablan de un alto nivel aprobatorio para el presidente cuyo fracaso no será paliado por la inauguración de la presa “El Cajón” ni por los repetidos eslogans sobre una presunta democratización basada en la exacerbación de los usos facciosos de la mano de un sectarismo desbordado y reacio a la búsqueda de acuerdos. Precisamente el mayor de los fracasos de Fox es éste: entregar la casa puesta a su cuidado colapsada por los bárbaros destrozos de los fundamentalismos. No fue así como la recibió muy a pesar de cuanto dijo, con tono de vehemencia inolvidable, para descalificar al “viejo régimen” y asegurar la primera alternancia en la conducción del gobierno federal. En una sola jornada despertamos bajo una autocracia feroz y anochecimos bajo la euforia de una democracia impoluta. Y con esta base se construyó la espiral demagógica más notable de nuestra historia.
¿Dónde están los defensores del señor Fox, fuera de los acomodados dentro del sector gubernamental que han bebido de la fuente del poder? Los tibios argumentos que se usan para exaltarlo, entre ellos la estabilidad financiera y el consiguiente blindaje, tienen su origen en el priísmo hegemónico que debió someterse a los lineamientos del exterior para corregir los grandes agujeros negros de la economía. No hay antecedente de un mandatario tan eficaz para saludar con sombrero ajeno: ¿o acaso hizo algo para modernizar a la democracia? Más bien dejó las cosas como estaban y por ello, claro, fue imposible destrabar los candados de la ingobernabilidad. De allí que el proceso comicial último se diera bajo las antiguas reglas, legado de un priísmo tantas veces rechazado, semánticamente, por la derecha en fase de ascender. ¿Quién mintió entonces desde un principio?
Resulta también por demás significativo que, al intentar justificarse, Vicente arguya, posiblemente aconsejado por la consorte más poderosa de cuantas han habitado la casa presidencial –llegó a hablarse de un cogobierno para explicar el funcionamiento de una vicepresidencia de facto basada en a ausencia de carácter del titular del Ejecutivo-, que la democracia y sólo ésta es causa de la polarización social profunda y llegue a más, esto es desafiando a un Congreso crispado, al insistir en que la perspectiva de división honda “es feliz” demostración de fuerza democrática. Por ello, muy contento, está listo para encarar a los legisladores a la hora de entregar la banda tricolor. Hasta el final reta, provoca, infama. ¿Puede esperar flores en su despedida?
Debate
No encuentro, insisto, a quienes integran el conglomerado de aprobadores del señor Fox. No hay quien pueda sostener, con argumentos y no con brotes pasionales circunstanciales, que su labor fue positiva ante la ausencia notoria de resultados y el derroche millonario, sin antecedentes también, para publicitarse, complacido por la autoexaltación, aunque riña con la más elemental lógica.
Sin duda debe concluirse que la demagogia daña más, mucho más que la corrupción. En el sexenio de Salinas, visto como el engendro del mal y padre de todas las mafias a decir del encendido Andrés Manuel López Obrador quien recorre toda la gama del histrionismo, se ideó la manera, con los aportes de la iniciativa privada, de realizar obras públicas para atemperar el dolor político por la usurpación consumada. Cualquiera que viaje por carretera podrá constatarlo aun cuando, en su fuero interno, no admita justificante alguno contra los saldos ominosos de aquella administración que culminó sobre la sangre política inútilmente derramada. La corrupción fue extrema como también lo fue en el periodo, por ejemplo, de Miguel Alemán durante el cual se habló de reelección para “premiar” al mandatario por su incansable labor constructiva. Por supuesto, al mismo tiempo, llenó de oro los bolsillos de sus socios, incluyendo los comunicadores que crecieron al amparo del tantos años sostenido monopolio televisivo.
La demagogia no construye ni siquiera para hacer rendir más las alianzas soterradas. Miente siempre en ausencia de conducción y de gobierno. Ganan, sí, quienes ocupan los espacios vacíos. Por eso hoy nuestros multimillonarios ganaron puntaje, por demás notable, en la relación de las mayores fortunas del planeta... como si se hubiera generado mayor riqueza nacional.
El demagogo estima, una y otra vez, ser el centro de todo y como tal recipiendario permanente de la gratitud colectiva. Por eso, a falta de proyectos propios, rendidores, opta por las campañas publicitarias encendidas por los autoelogios que aguijonean con falacias los espíritus adormecidos de los desinformados. Me imagino a éstos como a los caballos de los picadores que andan “felices” por el ruedo, con los ojos vendados, hasta que sienten el rigor de los pitones sobre el pobre “blindaje” de un peto deshilachado. Es entonces cundo llega la hora de los tumbos y el dolor. Así los mexicanos guiados por Fox.
En México, contra el discurso recurrente del mandatario falaz, está dándose una profunda descomposición política que ya se refleja entre los observadores del exterior. Si antes para ellos era inexplicable la resistencia de la sociedad ante la resistencia del sistema monopartidista, ahora el galimatías se da a través de un hecho grotesco: se habla de tres presidentes si bien se admite que quien debió estar en ejercicio hasta el último día de noviembre, el señor Fox, sólo tiene peso publicitario y se mantiene ausente, de hecho. La farsa deviene en sarcasmo con cada mexicano convertido en hazmerreír global.
El Reto
Siempre he creído que los mexicanos, en su conjunto, tenemos cierta propensión al masoquismo. Por eso puede explicarse le sostenimiento de la antigua dictadura priísta bajo la capa del conformismo; también, la resistencia frente a los usos de la demagogia y la sexenal entronización de las “primeras familias” que se sienten y son intocables por efecto de una notable deformación política.
Pero no creo que seamos tontos, tanto como para abonar las falacias publicitarias sin detenernos ante la realidad y sopesar las diferencias extremas entre el punto de partida, hace seis años con la exaltación de la fe por el cambio, y el cierre ominoso ante las evidencias dañinas de los fundamentalismos, de derecha e izquierda, encontrados. La ruina, podríamos decir, de una democracia que no fue y ni siquiera quedó en esbozo. Quizá por ello, el designado sucesor de Vicente insiste en que deberá partir desde cero para acreditar sus ofertas públicas.
¿Quién, por favor, puede avalar a Fox en esta perspectiva?
La Anécdota
Dialogué con Vicente Fox, en el despacho presidencial, en mayo de 2001. El hombre se veía cansado, tras la presentación de su único “informe trimestral” –la idea nació muerta-, y relajado como si el trabajo ya hubiera culminado a media tarde. Hablamos de sus orígenes políticos y de los compromisos contraídos con la ciudadanía. De pronto, como si se tratara de un acto de contrición profundo, exclamó:
--Esos, los del PAN, quería que no prometiera nada. ¿Y si no prometía cómo diantres íbamos a ganar?
Aquella sentencia me permitió descubrir el nivel de error de los mexicanos al elegirlo. La pesadilla, gracias a Dios, está por terminar. ¿O apenas empieza?
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Web: www.rafaelloretdemola.com
!!AMLO Presidente Legítimo de los Mexicanos!!
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