martes, noviembre 28, 2006

Dios quiere tomar vacaciones

Este artículo es muy bueno, nos lo manda Michel Balivo, un amigo que difunde la revolución bolivariana y aquí nos da un escenario mundial del cambio de dirección de las instituciones que es lo que hoy en día aquí en México estamos luchando por cambiar. Está un poquito largo pero vale la pena leerlo.


Dios quiere tomar vacaciones
(América, América. Amistad sin fronteras)

Venezuela, a partir de la revolución bolivariana se ha convertido en una especie de efecto lupa, una experiencia magnificada de lo que es el escenario mundial. ¿Por qué? Simplemente porque cuando explicitas un plan estratégico de cambio de la dirección de las instituciones, sobre todo cuando comienzas a implementarlo, reaccionan los intereses desapercibidos.

Dicho así parece algo evidente, sin embargo no lo es tanto. Porque por lo general no reconocemos que sin intenciones y hechos que confirmen cambios de dirección, no caemos en cuenta de las circunstancias habituales dentro de cuyas condiciones vivimos. Esto en los hechos quiere decir que no hay teoría que valga.

Porque tú solo puedes reconocer y responder a aquellas resistencias que se van actualizando a medida que intentas avanzar, es decir en los hechos. No hay modo de que puedas saber los recursos con que cuenta la inercia que pretendes redireccionar ni como los va a usar, sino a medida que vas intentando y reconociendo las resistencias que te cierran el camino.

Por tanto esta es una especie de danza en que ambos bailarines son imprescindibles y solo se puede bailar saliendo a la pista y bailando. Cuando consideramos un futuro donde el oponente no esté presente soñamos. Al igual que en el placer-dolor, el equilibrio inestable entre umbrales de tolerancia es el fundamento del cuerpo, sin el cual la existencia sería imposible.

¿Dónde queda el impulso liberador sin opresión de la cual liberarse? ¿Dónde queda el deseo de felicidad sin sufrimiento que lo estimule? La vida no es una abstracción intelectual. La vida es en relación. Yo y tú. Yo y un amplio no yo. . Acción, reacción, toma de conciencia.

Esto ya se hace evidente desde una mirada superficial. Pero a medida que avanzas en tu propuesta de cambios, te vas encontrando con más y más fenómenos que te hablan de la inevitable interdependencia entre todos los elementos, de una economía estructural. Allí tienes por ejemplo la burocracia estatal que obligó a realizar las misiones por fuera de las instituciones.

La necesidad de renovar la constitución y toda la legislación para poder llevar a la práctica la simple propuesta de cubrir las necesidades del pueblo. No estaría demás preguntarnos para qué y quién se legisló entonces. A esto puedes sumarle la corrupción que aflora por todas partes. Se dice habitualmente que es rémora, herencia y arrastre en evidencia tienen amplios antecedentes en nuestra siquis colectiva. Baste observar por ejemplo que las ciencias sociales se desarrollan aisladamente, cada una en su casillero. Entonces se trata la economía, la política, la cultura y la sicología, sin la menor relación entre si.

Pareciera que cada una estudia un sujeto diferente, lo cual una vez más nos pone en evidencia el estado disociado de la mente de quien observa, el pensamiento desestructurado que ejercitamos. En la práctica, si abres los ojos y miras atentamente, tal vez te sorprenda reconocer que no existe ningún tipo de separaciones. No hay principios ni finales de nada. de la cuarta república.
Está muy bien. ¿Pero quién la arrastra y practica? ¿Dónde viven y se realimentan esos hábitos? Este lenguaje pone en evidencia la disociación mental y la pobre conciencia de nuestro entorno, de nuestra realidad de que disponemos.

Las bases del trasfondo mental que estos acontecimientos ponen
Solo hay árboles, sol, nubes, cuerpos animados que se mueven por el espacio y por lo general eluden los obstáculos. Gatos que caminan por las azoteas, perritos que marcan los árboles y cada tanto dejan un regalito que los transeúntes intentan eludir. Cuando estos gesticulan y emiten una serie de gruñidos altisonantes característicos, te enteras que no lo consiguieron.

Diferentes sexos se cruzan en su caminar y se echan una ojeada más o menos disimulada a zonas más o menos específicas, sonrisas y caras molestas. Todo es movimiento fluyente en continua interacción que entra y sale de tu horizonte perceptual.

Solemos decir que los cuerpos están compuestos de tales y cuales órganos y miembros. Eso podrá ser apropiado para definir una máquina, una construcción o ensamblaje de humana invención. Pero yo jamás he visto un brazo ni un riñón paseando por el parque. ¿Y tú?

Así que no me parece que un cuerpo esté compuesto por nada. Creo más bien que un cuerpo se manifiesta como un todo orgánico y es lo que es, cualquier posible separación no es sino una abstracción, una ilusión en lo que a la vida se refiere. Una especie de Frankestein.

Hablamos también de egos, yoes, personalidades. Pero eso tampoco se ve caminando por allí afuera. Algo similar sucede con las instituciones sociales. Yo nunca he visto ninguna sociedad ni institución, ¿y tú?

Sin embargo tenemos la creencia de que las instituciones son liberales o represivas y que cambiándolas, cambiará la sociedad. Como juego de palabras que no dice nada al estilo Cantinflas está muy bueno pero, ¿está difícil eso de cambiar lo que no existe verdad?

¿Quién juzga y condena a los seres humanos por supuestos crímenes? Que yo sepa son otros seres humanos. ¿Y entonces por qué decimos que las instituciones y sus leyes o las constituciones, leyes y sus instituciones son represivas? ¿Será tal vez que los seres humanos son medios de expresión o herramientas involuntarias de tales leyes?
¿O quizás son las leyes las que existen y no los seres humanos y hemos caído en una ilusión? ¿Será tal vez para no perder nuestra costumbre de proyectar la conciencia y la consiguiente responsabilidad sobre otros seres, cosas o abstracciones?
Decimos también que una sociedad sin orden es caótica. Pero la sociedad no existe. ¿Y el orden dónde está? ¿Es algo perceptible? ¿Qué es el mundo moderno y su orden social para un oriundo de la selva amazónica? ¿Qué es el mundo y su orden para alguien totalmente erotizado por el objeto sexual de sus deseos? ¿Y para un niño o alguien que duerme?

Con todo este paseo por nuestras expresiones habituales pretendemos ilustrar que nada de todo eso existe fuera de nuestra mente o conciencia. Por el contrario, justamente es nuestra mirada, nuestra memoria, nuestra cultura, hábitos y creencias quienes miran, comparan y contrastan sin que nos apercibamos de ello.

Y si no entra en escena nada diferente, pues no hay modo de caer en cuenta de las condiciones dentro de las cuales vivimos. Cuando voy a otro continente y alterno con otra cultura o religión es que caigo en cuenta de que yo también soy parte de una.
Cuando me interesa alguien del sexo opuesto es que me doy cuenta de que yo también tengo un género sexual. Cuando mi forma de vida completa resulta fuertemente afectada por un sistema diferente de intereses es que me doy cuenta y reacciono. Hoy gran parte de la población mundial y el ecosistema están dentro de tales circunstancias.

Por lo cual es posible reconocer que este modelo de vida ya no resulta viable. Es posible caer en cuenta de que la relatividad está muy bien en la imaginación, pero en la realidad tenemos un cuerpito que vive en un ecosistema que tiene umbrales de tolerancia. Cuando los afectamos seriamente el ecosistema reacciona como un todo en defensa de la vida. Una vez más la vida en relación, en estrecha interdependencia aunque se trate de reinos inferiores.

Y ya que decimos que nada de eso está afuera, sino en la conciencia, en la memoria, no estaría demás citar el añejo sueño del nuevo mundo posible que nos acompaña desde el principio mismo de los tiempos, desde que el ser humano es ser humano.
Hoy que ese sueño renace en la conciencia colectiva, podemos recordar que Colón vino a nuestra América impulsado por el mismo. Y tras el vinieron todos los que se sentían sin posible futuro en el viejo mundo. Vinieron en pos de un sueño de un mundo y una vida mejor, escapando del infierno que eran sus vidas en el viejo mundo. Ese que hoy se llama a si mismo primer mundo. ¿Tu alguna vez te has llamado a ti mismo?

A mi me gusta imaginarlos llegando a esas islas o nuevos planetas que exhiben hoy en las películas. Todo un mundo virginal a la vista de aquellos que venían en pos de un sueño y bien dispuestos, deseosos de creer que lo habían encontrado. No había fronteras ni señores dueños de nada ni de nadie. No había leyes que obedecer, las criaturas eran amigables.

Pero trajeron tras de si una cultura que vivía en ellos, que se reproducía de generación en generación. En consecuencia lo primero que hicieron fue plantar banderas bajo el cielo y gritar a los cuatro vientos que se declaraban señores y dueños de aquellas criaturas, tierras y todo lo que contuvieran en nombre de no se que señores, reyes y dioses.

Así fue como aquellas tierras vírgenes y amigables criaturas se vieron de repente invadidas por un mundo invisible a la mirada externa, por demonios y dioses originarios de otras mentes. Por una cultura que les resultaba extraña, que terminó engañando sus ingenuas buenas intenciones y convirtiéndolos en esclavos de ajenos y codiciosos intereses desconocidos.

Una vez más se repetía la historia, en pos de un sueño del mundo mejor una cultura más evolucionada tecnológicamente irrumpía en la vida de otra violentándola. Desde que disponemos de información, de algún tipo de escritura primitiva, desde cinco o seis mil años, desde las civilizaciones sumeria, caldea, asiria, egipcia, la historia se repite.

De algún modo cuando una etapa civilizatoria se termina o agota como hoy, los elementos más avanzados desde todas partes confluyen sobre un lugar, como atraídos por fuerzas magnéticas y se comienza a formar seminalmente la nueva civilización, religión, cultura y economía. Que a su debido tiempo siente el deseo de crecer, de ampliarse, extenderse.

Aparentemente no se nos ocurre mejor modo de hacerlo que conquistando tierras, esclavizando criaturas y poniéndolas a trabajar para la raza superior, por la grandeza de su nación y dioses que los han designado para tal misión regeneradora de la raza. ¿Les suena conocido? Supongo que si porque no hace más de cincuenta años vivimos la última.

Y ya puede respirarse la misma atmósfera a azufre como dice el señor Chávez, causando la evidente molestia estética de los intelectuales de salón que han perdido el olfato. No sienten, no perciben más allá de eventos aislados. A ellos no les sugiere nada particular por ejemplo el que los medios de comunicación mantengan hipnotizada a la gente.

No pueden ver el trasfondo que hace posible que la gente confunda hechos virtuales con los reales y pueda ser realimentada y estimulada artificialmente, direccionándola en contra de quien las está beneficiando y al servicio de quienes la esclavizan. No pueden sentir las corrientes anímicas que bullen en el alma colectiva de la que parecemos estar enajenados.

En estas condiciones límites de un modelo civilizatorio se abren claramente dos opciones. Una es la que la historia da cuenta y se repite una y otra vez, destruyendo todo lo construído y volviendo a la barbarie para recomenzar desde cero otra vez.

Estas transiciones críticas son inevitables, porque en el ser humano vive una intención trascendente que lo impulsa siempre más allá de todo límite. No importa en que condición maravillosa nazca o lo pongan las circunstancias, su mirada siempre apunta más allá, al lejano horizonte. No otra cosa es su continua lucha por la libertad, su búsqueda incansable de conocimiento.

Su sentimiento religioso y búsqueda de sentidos trascendentes a la muerte, a todo fin. Su sueño de un nuevo hombre y mundo, cielos, paraísos o infiernos, aquí o allá, después de la muerte. Su búsqueda de la felicidad, de una mayor calidad de vida. Sus deseos de libertad, igualdad, justicia, hermandad. Todo ello tiene la misma fuente.
Por tanto no le puedes pedir que se quede quieto, que se conforme. Igual de ingenuos y soñadores son los que creen que la historia puede terminarse, el ser humano dejar de luchar y ser convertido en un robot programado para complacer los sueños de otros, así como antes complacía los de dioses que lo habían creado para su beneplácito.

La diferencia es que hoy la tecnología ha convertido este planeta en una civilización global de intercambios económicos. Y si con nuestros medios de locomoción hemos conquistado la tierra, los cielos y los mares, es decir el espacio, con los de comunicación hemos reducido el tiempo al aquí y ahora.

Nuestra poderosa tecnología nos ha puesto ante las limitaciones del metabolismo natural para reciclar energías, materias primas, al ritmo con que las consumimos. También nos ha mostrado que nuestro tropismo histórico nos conduce a la peligrosa línea en que los propios logros de la especie ponen en peligro su continuidad. Sin siquiera mencionar el arsenal atómico.

De este modo, dando un círculo completo volvemos una vez más al escenario de la revolución bolivariana. Si dadas las condiciones repetimos el tropismo histórico ya sabemos adonde nos conduce. Si por el contrario reconocemos todo ese pasado que vive en nuestras memorias, en nuestros hábitos, rituales corporales, creencias sicológicas, se abren otras posibilidades.

No estamos diciendo que la búsqueda y el intento de la grandeza sean necesariamente malos. Sino que a cierto punto el sistema de imposiciones desborda los límites de tolerancia de los umbrales de tensión y se experimenta e irrumpe en el medio como violencia. ¿Qué es lo que choca generando conflictos? Choca la vitalidad íntima contra las instituciones. ¿Y qué son las instituciones? Son modelos culturales, formas mentales de organización de la realidad.

Decimos entonces que tanto un ego como una nación son concepciones abstractas que no existen en ningún lado salvo en la mente humana. Estas construcciones mentales que acumulan carga emocional, convirtiéndose en desapercibidos hábitos por la repetición de una generación tras otra, son posibles a medida que se va acumulando experiencia y conocimiento.

Pensemos solo que hace quinientos años considerábamos la Tierra chata, bidimensional y centro estático del universo. Hasta que llegó Copérnico y la concibió como redonda, esférica y girando en torno al sol y apareció Colón para demostrarlo descubriendo las Américas. ¿Existía esa Tierra estática y chata?
Pues si, existía sicológicamente, como una creencia que condicionaba poderosamente nuestra movilidad y conductas. A partir de la nueva concepción, mirada o construcción de la realidad, quedó en evidencia la falsedad de lo que parecían informarnos nuestro sentidos y comenzó una nueva movilidad, no sin inquisiciones y hogueras para los herejes mediante.

Así pues la tierra chata, el ego, la nación y el estado son entidades mentales de construcción histórica. Y cuando una entidad siente el impulso vital de crecer lo traduce como autoafirmación de su tropismo histórico, es decir la inercia de su memoria. ¿Y cómo puede crecer una entidad histórica que es como una cosa, como un objeto o máquina hecha, terminada, cerrada?

Pues repitiendo lo único que sabe hacer, acumulando cosas e ideas, imponiéndole sus hábitos y creencias a otros. Esa es su concepción de la grandeza y la superioridad de raza que solo puede generar relaciones de dominio-sumisión, o tu o yo. Pero ambos no cabemos en el mundo. Allí tienen como ejemplo en que se convierte el sentimiento religioso en las santas cruzadas medievales.

Pero no hace falta ir tan atrás ni tan lejos. Simplemente observa como impones o te sometes al dominio ajeno en la relación con tu pareja, hijos, jefe o empleados. ¿Conoces acaso otras opciones? ¿Sabes o puedes ir más allá del sistema de relaciones que te impone la máquina social, económica y cultural dentro de la cual estás metido?
No, obviamente no lo sabes ni lo puedes, porque ni siquiera reconoces tales poderosas condiciones limitando tus alternativas. Ese es justamente el escenario que surge y se va definiendo paso a paso, acción tras acción, intento tras intento en Venezuela.

Se va organizando una nueva mirada de la realidad donde la prioridad es la guerra contra el hambre, la enfermedad, la ignorancia y la pobreza que asolan la población. Se reconoce que democracia es libertad y justicia, y que estas abarcan todo el humano espectro de necesidades y expresión. El único modo de resolverlo es darle poder, participación protagónica al pueblo.

Pero tal intento actualiza inevitablemente una resistencia global, que es la inercia o tropismo mnémico que arrastramos del pasado, de cómo hemos venido haciendo las cosas hasta ahora generación tras generación. Eso a grandes rasgos lo pintamos como imperialismo y democracia representativa, que defiende los intereses y va acumulando, concentrando crecientemente el poder de decisión y la administración de los recursos en una minoría elitesca.

Esta es la resistencia obvia e inmediata a superar, redireccionar. Pero hay otras, burocracia, corrupción, profunda desestructuración de las redes sociales, delincuencia, inseguridad, impunidad judicial. Y tal vez la mayor de todas y paradójicamente la más desapercibida.

La dependencia y pasividad social habituada al papá Estado, que a nivel mayor es una siquis colectiva que mira hacia el imperio como el modelo superior al que aspira a llegar como objetivo felicitario de vida, ya que hoy no hay nuevos continentes vírgenes por descubrir.

Porque cuando yo impongo aún con la mejor buena voluntad, a las relaciones naturales que surgen del convivir y resolver juntos nuestras necesidades, un modelo ajeno a las mismas, estoy violentando sus propias experiencias y la conciencia que de ellas ha surgido. Recordemos una vez más la llegada de los europeos a América en pos de un sueño.

A partir de allí tengo que vigilar, supervisar, controlar cada una de las actividades atendiendo a la posible subversión del orden económico, cultural y religioso impuesto y sus intereses, que no son obviamente los del pueblo conquistado. Por tanto construyo un orden mecánico en que tanto los presos como los carceleros respiran y viven la misma atmósfera represiva, carcelaria.

La cultura y religión originaria de esos pueblos sigue viva y operante en su intimidad, en su conciencia colectiva. Pero como no puede expresarse abierta o libremente en sus actividades económicas ahora vigiladas, necesariamente ha de traducirse a ensueños de libertad y felicidad. Hasta que por acumulación de tensiones esta siquis fracturada irrumpe violentamente en su entorno, y el temor a la represión se convierte en resistencia y agresión al opresor.

Observen simplemente lo que sucede con los habitantes originarios de nuestra América y comprueben como la opresión no hace sino enterrar todo un mundo íntimo situacionalmente. Para que a cierto nivel de acumulación de tensión o violencia íntima, todo ese continente hundido en la conciencia colectiva emerja con gran poder demostrando que nunca murió.

Cierto es que esta etapa tomó 500 años y que para quien mira superficialmente todo estos fenómenos sicológicos resultan incomprensibles. Pero no por ello dejan de ser igualmente reales y poderosos, generando profundos cambios en la superficialidad de las tareas económicas cotidianas. Cuando algo renace desde lo profundo de la conciencia y la memoria colectiva es porque algo está muriendo, ya que todo en la existencia es estructural.

Y como tal debemos intentar comprender de nuevos modos, desde una nueva mirada estructural, el acontecer revolucionario escenificado en Venezuela como epicentro magnificado del acontecer planetario, global. Que no es sino una resonancia sensible, anímica, de la conciencia colectiva, humana, y sus repercusiones en el paisaje externo, natural e histórico.

Dijimos que el deseo de grandeza no es necesariamente malo, como no lo es el de superioridad, solo depende de a qué y como se lo aplica o intenta. Dijimos que cuando se reconocen los tropismos históricos, los modos en que hemos venido haciendo las cosas, surge la posibilidad de desvío, corrección, ampliación de posibilidades.
Algo está muriendo y algo está naciendo y todo depende de cómo y a qué sintonicemos nuestra conciencia. Dios, el imperio, el ego y la nación están cansados, agotados de vigilar a sus criaturas y pertenencias. Se han echado el mundo a cuestas y se ha vuelto pesado.

Eso es inevitable cuando instituyes un orden mecánico que exige continua supervisión y control, porque las piezas se desgastan y hay que arreglarlas o cambiarlas. Te esclavizas al objeto esclavizado y te encarcelas al encarcelar, al igual que te liberas al liberar.

Dios y el imperio, el ego y la nación soñaron crecer, alimentar sus deseos de grandeza y superioridad, sus anhelos de felicidad imponiéndole sus deseos a sus criaturas, y terminaron agotados y encadenados por haber interferido y alterado el orden natural de la vida. Ahora Dios y toda su corte o cadena de centralizaciones de decisión y poder quieren vacaciones.

Pero para poder tomárselas, para construir las condiciones de un nuevo y superior orden, han de reproducir sus talentos y capacidades en sus hipnotizadas, fascinadas y pasivas criaturas que solo saben mirar hacia el cielo o el norte.

Han de liberarlas dándoles el poder que interfirieron y usurparon. Igual que cuando tu vacacionas en tu compañía has de tener o preparar un posible reemplazo con la capacidad suficiente para cumplir tu función. Esa es la grandeza y la superioridad que exige esta nueva instancia para poder venir a ser en la conciencia colectiva.
Así como la vida vegetativa sostiene la vida animal, la función motriz, la amplia base de trabajadores manuales ponen el piso y la condición para que se pueda desarrollar y especializar la función intelectual. Pero eso tiene un tiempo preciso, porque más allá de ello el hiperdesarrollo intelectual atenta contra el equilibrio del organismo, lo parasita.

Por tanto a cierto grado de desarrollo es imperativo que desde el vértice de la pirámide social comiencen a fluir verticalmente conocimientos y bienes hacia la base comenzando a restaurar el equilibrio orgánico. La clase intelectual ha de reconocer que sus tiempos de vedet se han agotado, volviendo al seno del organismo. Eso es unidad, socialismo, hermandad, integración.

Eso es lo que intentan las misiones, los consejos comunales, la contraloría social como expresión del poder y protagonismo popular en Venezuela. Eso mismo intentan las relaciones internacionales equilibrando las asimetrías entre pueblos, proponiendo la transferencia de tecnologías y capacidades particulares de cada cual.

Digo que lo intentan porque todo esto está en pañales y las mejores intenciones son insuficientes. De hecho el presidente Chávez no se cansa de repetir que la unidad y la integración entre géneros, clases y pueblos, culturas, es condición sine qua non para tal logro.

La hidra de mil cabezas hace su aparición una y otra vez donde menos lo esperas. Y es que como dijimos, Dios, el imperio, el ego y la nación son entidades de histórica construcción. No son las entidades las que pueden crecer, integrarse, unir voluntades. Por el contrario, cuando lo intentan solo ves dos gordos luchadores de sumo chocando sus barrigas.

Hoy nos toca reconocer tales entidades como construcciones históricas con poderoso tropismo o inercia, como contracciones de la conciencia que solo la grandeza de alma, la generosidad, el compartir solidariamente experiencias y conocimientos puede equilibrar y trascender, poniendo la condición para un nuevo paso superador que deje atrás definitivamente el recurrir en la violencia.

Hoy el sueño intemporal de nuevo hombre y mundo que brotó del corazón humano con la misma historia limitante y el peregrinar en el tiempo, aflora desde las profundidades de su memoria, de su ser colectivo trascendente a todas las entidades y temporalidades históricas. América es la forma y el vestido del sueño del humano corazón. América es la nueva tierra sin fronteras, señores ni dueños de nada ni de nadie. América es el espacio amplio y libre por el que puedes caminar con la cabeza en alto, la mirada transparente, sin chocarte con el orgullo ni el ego de nadie.

América es la tierra de los mil colores de piel y matices de voz.
América es la tierra sin fronteras físicas ni mentales, la tierra y el hogar que a todos ha recibido generosamente. América es la tierra donde por todas partes encuentras miradas amistosas, bromas, apretones de manos., buen humor, abrazos y bienvenidas, alegres cantos y danzas. América renacerá desde lo profundo de la conciencia y los sueños, ya lo está haciendo.

Salve América, América de la amistad sin fronteras, viviente corazón humano manifestado en nueva conciencia y formas, destino de la historia, hogar y realización del devenir. Despierta América y canta la canción que desde siempre guarda tu corazón, porque el momento ya es.

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